Anhedonia

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58. Anhedonia

En ese estado, lo sabemos todo. El tiempo no existe y no hay apuro alguno para realizar la elección. A causa de una razón que aquí no debe ser revelada, la única restricción que existe es parental: sólo podemos experimentar la vida guarecidos por las ramas de nuestros árboles genealógicos. Por ejemplo: se puede elegir ser hijo, hija, madre, tío, durante una vida. Y a la siguiente, cambiar: ser madre de quien era tu madre, hija de quien eras hijo, y así. Esta regla, que escrita puede parecer limitante, no lo es: las genealogías de espíritus son inconmensurables.

choque-galaxias

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Consejos peligrosos para víctimas de bullying

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49. Consejos peligrosos para víctimas de bullying

 

El chico sale de la escuela e inmediatamente cambia su lenguaje corporal: en la calle, bañado por los rayos del sol del mediodía, ha dejado de ser alumno. Camina pensativo, tranquilo. Al llegar a su casa, golpea con firmeza la puerta de la habitación de su hermano mayor. 

_ ¿Qué?

_ Soy yo. Tengo un problema.

"El grito" Munch

“El grito” Munch

No es habitual que el chico hable con su hermano acerca de alguna cosa. Ni siquiera es común que hable con alguien. El mayor, sorprendido, hace girar la llave en la cerradura y lo deja pasar. La música es ensordecedora, pero el anfitrión no da signos de desear bajar el volumen ni de apagarla.

_ ¿Qué pasa?

_ Me están molestando mucho en la escuela.

_ ¿Quién? ¿Qué te hace? Seguro que te lo merecés, si siempre fuiste un mocoso insoportable y malcriado. Mirá la facha que tenés, la ropa que usás, mirate la cara. 

No es uno solo. Me tiran cosas, me revisan la mochila, me cargan. Me molestan. Ya no lo soporto más y no sé qué hacer.

_ ¿Le dijiste a mami? Pedazo de maricón, nenito de mamá, claro que le dijiste, para qué me gasto. 

Sí. Dos veces. Me estuvo acompañando y yendo a buscar, pero no puede ir todos los días y ya estoy grande para andar molestándola así. Me siento cada vez peor. No sé qué hacer.

_ Bueno, esto es lo que tenés que hacer: los agarrás bien a trompadas. Los machos se hacen a los golpes. Y si seguís dando vueltas y acompañado por tu mamita, va a ser peor. Nadie respeta a un nenito de mamá. Dejá que se arme bien y listo, aunque te ligues algunas piñas. No pretenderás que vaya yo a pegarle a unos nenes que deben tener tu edad…

_ No. Gracias.

El chico sale de la casa y se dirige hacia la de su padrino, que vive a unas cuadras. Toca el timbre y le contestan por el portero eléctrico.

- ¿Quién?

_ Soy yo.

_ Estoy ocupado ahora, ¿qué querés?

_ Tengo un problema en la escuela.

Silencio.

_ ¿Estás ahí?

_ Sí, pero estoy ocupado. ¿Qué dijiste que te pasa?

_ Tengo un problema en la escuela. Hay unos pibes que me molestan y no aguanto más.

Siempre pensé que eras un naboY bueno, querido, eso le pasa a todo el mundo, es más viejo que la humanidad. Cuando iba yo a la escuela, molestábamos a algunos (a los giles, a los cuatro ojos, a los mariquitas, a los gordos, a los negros, a los villeros, a los chetosy nadie murió por eso. Si nos habremos divertido con tu viejo. Agarrate a trompadas, dales una buena paliza y vas a ver cómo te dejan de joder.

_ Gracias.

El chico se queda en silencio, mirando el portero eléctrico. Unos minutos después, vuelve a su casa. Mientras está comiendo, llega su mamá. 

_ ¿Cómo te fue hoy? ¿Hablaste con la preceptora? Es todo culpa mía, por sobreprotegerlo. 

_ Hablé ya con todos. Me dicen que lo van a resolver dialogando, que van a hacer esto y lo otro, pero no hacen nada. Además, me mienten.

_ ¿Por qué te mienten? Claro que te mienten. Algo debés estar haciendo vos para que te molesten, pobre hijo mío. Te malcrié, te di todos los gustos. 

_ Porque me dicen una cosa y se les nota que están pensando lo contrario. El padrino me dijo que les pegue. Ya no doy más. Lo voy a hacer.

_ No, hijo. Dejá que los adultos lo arreglen. Mañana voy a ir a hablar de nuevo. Ahí voy a estar, en la puerta. Te amo tanto, pobre hijo mío. Qué no daría por vos. 

 

Es un mediodía soleado el que aguarda que los alumnos se conviertan en chicos, detrás de las rejas del viejo edificio. A pesar de que encandila la luz, se puede ver que un muchachito se destaca en el grupo. Tiene los puños cerrados, la cara desfigurada por la impotencia, o por el odio. La pelea comienza inmediatamente, sobre la vereda. Se hace una rueda de gente que grita, filma, saca fotos y patea. Una mujer que aguardaba pacientemente bajo un árbol se transfigura. En su brutal metamorfosis, desgarra su cartera y empuña un arma. 

El primer disparo hiere mortalmente a otra mujer, de aspecto insignificante, que con una fuerza sobrehumana intentaba rescatar a su hijo de una lluvia de patadas y golpes. 

El segundo y último disparo hiere al hijo de esa misma mujer, en el pecho.

Horas más tarde, la mujer devenida en asesina declaró en la comisaría lo siguiente: 

_ No sé porqué lo hice (No sé porqué lo hice). Todos sabíamos que iba a haber piñas en la puerta porque circulaba desde temprano el rumor. Fui a proteger a mis hijos.  A la señora le di sin querer (pobre mujer, ni siquiera la vi y dio la vida por su hijo). Al pibe le tiré por pura lástima, porque me miró como suplicándome que lo matara, empapado con la sangre de su madre muerta. (Al pibe, le tiré por lástima. Él quiso morir, me lo suplicó con los ojos). 

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Las imágenes reproducidas en este blog pertenecen a autores diversos. Respetamos los derechos de autor de cada uno de ellos, nuestra finalidad al utilizarlas es educativa y cultural.

Una noche en la Once. Capítulo final.

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Entrega N° 48

Una noche en la 11

Para leer los capítulos anteriores, hacé click aquí: Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4, Capítulo 5. El Capítulo 6 es el FINAL.

Capítulo 6.

Era un espectáculo de lo más extraño. El vestíbulo ancho y espacioso de la 11 se había llenado de gente que deambulaba, se saludaba, se abrazaba, se daba sonoros besos en ambas mejillas. Gente de los dos extremos: había muchos viejitos y muchos niñitos. Nada de adolescentes, casi. Nada de adultos. Algo tenían de raro, pero Larry no lograba darse cuenta qué era. Un no sé qué, qué sé yo… La sensación que le producía era inquietante.

Una noche en la 11

Una noche en la 11

Todo parecido a un acto escolar, prácticamente, excepto por la hora. La claridad de la luna se filtraba por los vidrios del gran portón enrejado de verde y las puertas de madera del salón de actos, abiertas de par en par, parecían ocultar efectos especiales sofisticados, que no eran más que los agujeros en el techo que dejaban pasar haces de rayos de luna, bellísimos, tenues, delicados. Larry no entraba allí desde que era chiquito, porque el salón de actos había sido clausurado precisamente a causa de esos agujeros. Sabía que estaba lleno de palomas durante el día, que sus cacas habían ensuciado el piso y las butacas antiquísimas cubriéndolas de indignidad. Y lo sabía porque una vez se había metido de incógnito, junto a sus amigos el Chispazo y El Piercing, en el palco del salón, y habían estado espiando y tirándole papelitos masticados con lapiceras usadas como cervatanas a las palomas. Obviamente no le habían pegado a ninguna, pero la habían pasado bárbaro y habían zafado de la hora de Física. 

 El salón lucía absolutamente diferente ahora. Era como si la oscuridad lo hubiera remozado, como si las sombras lo favorecieran ocultando las rasgaduras de las butacas plegables originales, el piso de madera, los escalones que llevaban al escenario, el telón. Las colgaduras parecían nuevas, intactas, aterciopeladas, y daban ganas de pasar la mano suavecito sobre ellas. De las palomas, ni noticias. El piano lucía solemne y bello, a un costado. Los cuadros colgaban derechitos. Y un run run de comienzo de espectáculo, de acomodadores, de función, inundaba la escena.

_ ¿Toda esta gente está acá porque hizo algo malo?

El Michi lo miró complacido. En el interior de Larry habían comenzado a encenderse los viejos mecanismos de inquietud, de curiosidad, de razonamiento ante lo incomprensible, ante lo nuevo y lo sorprendente. El Michi había estado al lado de Larry cuando su papá le revoleó la ropa, los cuadros, los libros, los maquillajes y la felicidad a Susana. Le había susurrado “tranquilo, tranquilo, no es con vos, tranquilo, tranquilo”, abajo de la cama, en donde Larry en esas épocas cabía y se había refugiado. Había estado junto al nene de los rulos rojos y la carita cubierta de lágrimas cuando la mamá juntó del piso lo que pudo, lo metió en una bolsa de consorcio, y se fue para siempre. Habían tardado años en decirle al chico que Susana se había ido a vivir a Paraguay. Y el chico, por su parte, había tardado años en vaciar su cabeza de cualquier recuerdo, de cualquier pensamiento, de cualquier ternura o caricia o sabor o perfume a madre. Para el padre había sido más fácil. Alcohol, drogarse hasta no dar más y llenarse de amigos, amigos, amigos de cualquier edad, irse, estar en la calle, no volver nunca a la casa, no pensar en nada. Y decían que Larry no se le parecía. Para el Michi, eran dos gotas de agua.

_ No, no es así. Cuando empieces a ver, si estás preparado para hacerlo, vas a descubrir la diferencia entre unos y otros. La mayoría está aquí porque amó muchísimo en algún momento de su vida a esta escuela, porque fue su casa, porque se sintió protegido y estuvo a gusto acá. Casi todos esos viejitos que ves ahí fueron alumnos de la 11, y añoran la sensación de ser niñitos de nuevo, de pasar la manito por el pasamanos, de respirar el aire embotado del salón y la mirada dulce de las maestras.  Las viejitas de allá trabajaron de alguna cosa durante decenas de años en este edificio… limpiaron mocos, consolaron lágrimas inconsolables, enseñaron a usar plumas y lapiceras, limpiaron la escalera, barrieron, atendieron el kiosquito, plantaron los árboles que ves en el patio, pintaron una pared o algo. Y los chicos que ves, son casi todos permisos especiales. Mirá, mirá el parque, Larry, mirá bien a ver si podés ver…

Larry miró fijamente las sombras del Parque Saavedra, escudriñando con atención. Una horda de siluetas pequeñísimas se dirigía hacia la 11 desde el otro lado, donde estaba el Hospital de Niños. Había siluetas jugando en las hamacas, en los toboganes, sentadas en los bancos y en el pasto. Una sensación de serenidad desconocida invadió el pecho de Larry, que murmuró…

_ Están todos muertos.

_ No, Larry. Están de permiso especial del director. Los deja venir a esta hora, desde el Hospital de Niños, para ver la función.

_ Algunos tienen una especie de luz… rodeándolos… Una luz que no ilumina pero que es como algo lindo…

_ Hacés progresos rápido, amigo. Vení, vamos a sentarnos antes de que se llene, que ya va a empezar.Y vos sos invitado especial. Ya vas a ver.

Se sentaron en primera fila. Larry pasó entre butacas colmadas de señoras y señores de pelo blanco, todos amables y con expresión bondadosa. Los niños no actuaban como niños, estaban demasiado quietos, eran demasiado respetuosos. La mayoría tenía las manos cruzadas sobre sus piernitas y esperaban en silencio, con los ojos cerrados. Larry tuvo un escalofrío. Así, con los ojos cerrados, había esperado debajo de la cama que no fuera cierto, que papá no se hubiera enojado tanto con mamá, que no la hubiera echado de la casa (¿a dónde se iba a ir? ¿a dónde se iba a ir?). Tuvo un sobresalto. Los viejitos también tenían los ojos cerrados.

_ ¿Y de qué es la obra? Yo nunca fui al teatro…

_ Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

El telón se abrió con magnificencia; los engranajes de las cortinas corrieron silenciosos y sin fallas. Se hizo mayor la oscuridad que imperaba, y Larry se olvidó de los viejitos ciegos. En el escenario se veía una escenografía de salón de clases, con los banquitos chiquitos, las mesitas pequeñas, ventanales preciosos con cortinajes blancos y un escritorio que ostentaba un florerito sencillo, rebosante de fresias. El aroma de las flores le recordó a su mamá;  un nudo en la garganta le impidió decir nada. De un costado salió Yohana Ruiz Díaz del Vivar, haciendo malabares con unas naranjas.

_ Esa chica cometió un error inmundo. Ofrecía “protección” a cambio de las moneditas de los nenes de la primaria, en la puerta del kiosquito, y había montado una especie de mafia que fue muy difícil de desbaratar en la escuela. Es tan testaruda que todavía no entiende las consecuencias de lo que hizo, el dolor que ocasionó a centenares de nenes durante su estadía en la 11. El director le encargó este trabajo hasta que se haga cargo de sus actos, pero ella no lo sabe. Lleva mucho tiempo acá. Hasta parece disfrutarlo a pesar de que sabe que los nenes no la están viendo…

A Larry no le importaba nada lo de Yohana Ruiz Díaz del Vivar. Un nene pelirrojo, pequeñísimo, enfundado en un guardapolvo planchado y almidonado con amor, estaba sentado entre muchos otros nenes, ahí, en su banquito, e intentaba tomar una lapicera por primera vez con sus manos torpes. Y Laurita, la bellísima Laurita, estaba sentada a su lado.

- ¡Mirá, Michi! Ése soy yo. Esa lapicera me la había comprado mi papá, y era de las que si las inclinabas para un lado se veía un auto rojo, y si las inclinabas para el otro, uno azul. Me acuerdo de esto. Ahora le señorita Beatriz se va a sentar al lado mío y me va a ayudar… Tenía un montonazo de paciencia esa seño, yo la quería tanto que le hice un dibujo cuando terminó el año para que pusiera en el arbolito de navidad…

La segunda escena representaba a alumnos de años más grandes, en el recreo. Estaban todos en el pasillo y el pelirrojito se había escapado de la mirada vigilante de la seño Dora, que lo cuidaba tanto, y se había escondido en el baño de los chicos de la secundaria. Larry sintió que las lágrimas se le escapaban y le apretó la mano a Michi.

- Fue horrible, es horrible. Ahora entro al baño y está Facundo Escalante fumando un porro. Y me agarra de los pelos, y del cuello, y me mete la cabeza en el mingitorio y me dice que si digo algo me va a matar…

El Michi oprimió la mano de Larry, fuerte, muy fuerte, como hacía siempre cuando su amigo sufría mucho. Larry lloraba como hacía años no había llorado, igual a ese día escondido bajo la cama de sus padres viendo volar cuadros y ropas de mujer y pensando a dónde, a dónde se va a ir.  La escena siguiente tardó un poco más en aparecer… el telón quedó corrido, respetando el dolor profundo del chico. Hasta Yohana pareció retirarse un poco hacia un costado, sin parar de revolear sus naranjas.

La escena siguiente era en el salón de 1ero. Larry quedó asombrado ante el cambio. El escenario, tan bello y de ventanas limpias y aroma de flores, ahora mostraba un salón descuartizado a escrituras, a patadas, a bancos desvencijados y pizarrones vejados por liquid paper. Ahí estaba él, como en las escenas anteriores, tallando una rajadura con una trincheta. Los ojitos bellos que había visto en los Larrys niños habían desparecido bajo un velo de indiferencia y cansancio. El guardapolvo había desaparecido y su ropa colgaba raída y sucia, descuidada, sobre su cuerpo desmesurado. Los rulos rojos eran una maraña que intentaba tapar la cara y lo lograba. Las seños no estaban. Había una profesora que iba cambiando de cara y se iba transformando en muchas profesoras anónimas que le decían que se sentara, que se callara, que prestara atención, que era un irrespetuoso, que era una porquería de persona, que era un sucio, un desagradecido, un mal amigo, que era feo, que era malo, que iba a terminar mal, que iba a terminar con un prontuario…

Larry se vio entrando en la pecera esa tarde, todo mojado y con dolor de espalda, después de destrozar el baño a patadas. Se vio sentado al fondo, vio entrar a la directora y escuchó lo que ella decía. Levantó la vista hacia la profesora y vio en su mirada la misma mirada que tenía la seño Beatriz, cuando se sentó al lado suyo para enseñarle a agarrar bien la lapicera. La lapicera que le había regalado su papá.

El telón se corrió por fin. Todos los nenes, todos los viejitos, todas las paredes de la 11, las ventanas, las cortinas, las escaleras, todos estallaron en un aplauso al unísono. “¡Larry! ¡Larry!¡Larry!” vitoreaban. El chico, asombradísimo y emocionado hasta haber perdido absolutamente la voz, miró al Michi.

_ Es tu obra. Vos la escribiste, la dirigiste y la protagonizaste. Ahora quieren que subas y digas unas palabras.

Literalmente, Larry fue subido por centenares de brazos y llevado al escenario, que Yohana abandonó respetuosamente. Jamás había hablado en público y lo que había vivido recién era demasiado emocionante como para saber si aún le quedaba voz. Sin embargo subió, y desde arriba pudo ver a los niños de ojos cerrados, a los viejos; le pareció ver a Beatriz, a Dora, a Norma, a las preceptoras, a la de Física… a él mismo siendo niño sentadito en la primera fila al lado del Michi, con los rulos peinados y brillantes, con el guardapolvo planchado por su mamá. No dijo nada. Solamente cerró los ojos él también, inspiró hondo, lo más hondo que pudo, y se llenó los pulmones de la 11. Se sintió bien por primera vez en años: estaba en su casa, la 11 era su casa,  los aplausos eran para él  a pesar de que había hecho cosas malas… porque no era que las había hecho malas… era que le habían salido mal…

_ Pero eso va a cambiar.

Larry se sobresaltó. Su voz había sonado hueca y estridente en el salón de actos vacío. Sólo el Michi lo esperaba, de pie, apoyado en una de las paredes.

_ Vamos, Larry. Fue una noche intensa y hay muchas cosas sobre las que tenés que pensar.

_ ¿Vamos a dónde?

_ En unos minutos, tu abuela va a venir a buscarte junto con la directora y la portera. Cuando tu abuela llegó a tu casa y no te vio pensó en llamar a la policía, a los hospitales, a los bomberos, a la NASA, qué sé yo qué escándalo iba a armar. Pero le susurré que llamara al Chispazo, bajito, y las abuelas y las madres siempre me escuchan. El Chispazo te vio escondido atrás de la puerta de la pecera y se hizo el que no veía nada… No te enojes con él… es un buen amigo, pero a veces confunde lo que realmente quiere decir la verdadera amistad. La cosa es que el Chispazo confesó que estabas acá encerrado y ahí vienen tu abuela, la directora y la portera a buscarte, locas de preocupación porque saben que acá no hay agua ni luz gracias a tu macana de la tarde y esperando que estés bien porque te quieren muchísimo…

_ ¿Y qué hago? ¿Qué les digo?

Larry se encontró solo en el umbral de la 11. Pudo escuchar unas últimas palabras del Michi, pero ya no pudo verlo.

_ Yo estaba cuando te pasó lo de Facundo Escalante y te pido mil disculpas por no impedir lo que te pasó en el baño, cuando eras un chiquito indefenso. El director me acaba de levantar la pena: he cumplido. De vos depende, Larry, ser el hacedor de tu propio camino… Ya no voy a estar para cuidarte… acordate… De vos va a depender ahora todo…

Una luz de linterna provenía de afuera, y el clanc clinc conocidísimo de la portera, que venía con todos los pelos parados y el maquillaje  corrido, le produjo una sensación de bienestar incomparable. “Te perdono”, murmuró. “Gracias por todo”.

_ ¡Neeeeeeeeeeeegrooooo! ¡Acá está, señora, vivito y coleando, no se preocupe!

Su abuela lloraba y lo palpaba y lo besaba y la directora lo abrazaba y la portera lo zamarreaba para ver si estaba bien.

_ Estoy bien. No se preocupen. Vamos a casa, abuela. Señora directora, mañana voy a venir a hablar con usted junto a mi padre y veremos cómo hago para pagar los daños que le hice a la escuela.

La directora Norma sonrió misteriosamente, abrazó a Larry y le dijo en el oído:”Shhh, no te preocupes. Sé que una noche en la 11 puede ser una experiencia pesada. Andá a descansar, que preocupaste a toda la gente que te quiere”. 

Larry miró a la gente que lo quería, mientras entraba en el remís que lo llevaría a su casa. Miró a su abuela, miró a la portera, miró a la directora, y por último, miró a la 11, que lo observaba majestuosa y cálida, envuelta en un manto de sombras que ya empezaban a dejar entrever tonos cálidos y rosados del amanecer. Y se sintió muy feliz, porque allí estaría su escuela, esperándolo para recibirlo mañana, y después de mañana, y después de después de mañana, y después de después.


                                                           FIN

Imagen: Adriana Lara.

 

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Una noche en la Once. Cap. 2

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Entrega N° 48

Una noche en la 11

Para leer el Cap. 1 hacé click aquí.

Capítulo 2.

Fue tan, pero tan fácil, que le pareció mentira que no se le hubiera ocurrido antes. La escuela quedó absolutamente vacía en un santiamén; pudo escuchar desde su escondite el ruido que hizo el bolsillo de la portera al ser atacado por el llavero gigante, el trac trac trac de la llave girando en la cerradura y por fin, por primera vez, se quedó solo en la 11. Estaba seguro de que nadie se había dado cuenta de que él no había salido, de que él no estaba en la parada del colectivo, de que él no pasaba delante del kiosco de la esquina de su casa, de que él no había llegado a ninguna parte…

Una noche en la 11

Una noche en la 11

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Una noche en la Once. Cap. 1.

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Entrega N° 48

Una noche en la 11

a Juan C. Araya,  mi lector incondicional

 Capítulo 1

 

Había sido una tarde común y corriente en la 11 hasta que Larry había resuelto, en un impulso inexplicable hasta para él mismo, subirse sobre la mesadita del baño y patear la puerta hasta destrozarla; mesadita y Larry habían caído violentamente sobre el piso arrastrando el lavatorio y rompiendo las cañerías… En el momento en que empieza nuestra historia, tenemos a Larry intentando disimular su dolor en la espalda sentado en la silla más atrás de los atrases, adentro de la pecera, en plena hora de Literatura. Y acá tengo que detenerme y explicar a los lectores qué es la pecera, en primer lugar, y destacar que la ropa empapada del chico era imposible de ocultar por más pecera que se llamara el salón de clases.

Una noche en la 11

Una noche en la 11

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El día que Corina se fue de la casa

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47. El día que Corina se fue de la casa

 

Corina. De niña pasó a adolescente, en una transición imperceptible.

Padres separados cuando ella era un bebé. Almuerzos, cenas, cine, ropa, juguetes, tecnología. A los diez años ya estaba envuelta en el torbellino de las dos familias que se odiaban. Recién a los doce halló las palabras adecuadas para expresar cómo se sentía. Escribió sobre su cama: “Rodeada de gente, en soledad”.

El día que Corina se fue de la casa

El día que Corina se fue de la casa

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Solita por la calle

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45. Solita por la calle

 

La nena es la mimada de la casa. Primera nieta, primera hija. La alegría del hogar.

La familia gira en torno a sus horarios, sus actividades, sus deseos, sus gustos. Como una flor delicada, ella crece saludable y sana, inocente y a salvo.

A los doce años, la nena quiere ir a pileta libre. Argumenta larga y consistentemente. Dice que ya está grande para jugar en la colonia, que se aburre. A su mejor amiga la van a dejar ir.

Piranesi. Carceri XIV

Piranesi. Carceri XIV

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Con olor a mandarinas

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42. Con olor a mandarinas

Los pasillos del barrio son su privilegio: nadie osa entrar por ahí. Ni la gente “de afuera”… ni los médicos, remiseros, taxistas, deliverys, policías, bomberos. Los miran desde lejos, desde arriba de los puentes, desde el confortable asiento de sus autos. Están protegidos por lo intrincado y por el miedo.

van Gogh: "Naturaleza muerta"

van Gogh: “Naturaleza muerta”

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Sin vuelta atrás

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39. Sin vuelta atrás

4:00 a.m.

Se realizó un allanamiento en el Barrio. Hubo un tiroteo que dejó como resultado cuatro heridos y dos muertos. Un argentino de sesenta años y tres jóvenes extranjeros quedaron detenidos. Serán acusados por poseer armas de guerra y dedicarse al narcotráfico. Ninguno saldrá del penal hasta muchos años después de esta madrugada.

 

Dalí: "Los relojes blandos"

Dalí: “Los relojes blandos”

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Juegos de estrategia

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35. Juegos de estrategia

Mientras se van conectando los jugadores, ninguno deja de notar que esa partida va a ser espectacular.

Apareció el padre de Ruiz, está parado como un Jefe en la puerta de la dirección.

Nadie dijo quién era, pero la cara lo delata: el pibe es igualito a su progenitor, son dos gotas de agua.

El juego tiene dimensiones simultáneas, a los que se puede acceder conociendo una clave secreta que sólo conocen los de rango experto o diamond. Cuando llegaste al nivel 6, que es el final, ya te movés en las dos dimensiones simultáneamente, por más papariola que hayas resultado jugando.

Un Troll. Imagen tomada de internet

Un Troll. Imagen tomada de internet

En la Dimensión Superficial de la escuela, no pasa nada que llame la atención: las auxiliares caminan llevando sus bandejas con tarta de jamón y queso hacia las aulas, los profesores entran, lapicera en mano, a firmar el libro de asistencia, salen, los alumnos que llegaron tarde corretean cuadernito de comunicaciones en mano, hacia sus salones.

En la Dimensión Profunda, en este momento, está sucediendo lo más interesante. ¡El padre de Ruiz! ¡Apareció el hombre, finalmente! ¿Vos viste lo parecido que es al pibe? ¿O el pibe a él? ¿Perolatti no había dicho que Ruiz era adoptado? El rumor recorre paredes y pisos, sube y baja por la escalera, se mete por las hendijas de las puertas, va y viene a la velocidad de la luz. Los jugadores entran en modo expectante y la tensión del momento hace que hasta la tarta de jamón y queso pase desapercibida.

Es necesario un vigía. Mary se pone en acción. Todavía no terminó de cerrarse la puerta, todavía el señor Ruiz no apoyó su trasero en el banco (que le parecerá muy incómodo y desagradablemente manchado), cuando en la Dimensión Profunda los jugadores pasan de modo expectante a diferentes estados, según sus personalidades y gustos, para prepararse para la eventual batalla. No por nada es un juego de estrategia: hay quienes adoptan la posición defensiva, pero todos despliegan su arsenal para elegir las armas adecuadas. ¡El padre de Ruiz! No es moco de pavo la situación: todos saben que Ruiz es un jugador hardcore .

Durante la primera hora de clase los chicos se preparan, tranquilos. Todo se desencadena cuando sucede el imprevisto: eso de las sorpresas es lo que hace el juego tan interesante. Suena el timbre y aparece silbando bajito, auriculares, capucha, visera … ¡Ruiz!, que llega tarde, como siempre.

_ Boludo, está tu viejo en dirección- le dice el Cebolla, su compañero de banco.

_ Ya sé.

_ Boludoooo, está tu viejo, te dije. ¿Qué te pasa que no entendés? ¡Se va a enterar!

_ Ya le dije.

Silencio.

Los jugadores no esperaban la movida de Ruiz, que evidentemente está más despierto de lo que parece con todas esas capas de tela puestas sobre la cabeza y quedan desconcertados. Ruiz instantáneamente evoluciona tres niveles y su Karma Cósmico se incrementa. Asesta el golpe:

_ Ahora los van a llamar a ustedes, por giles.

La Dimensión Profunda se mezcla con la Superficial y el Cebolla agarra del cogote a Ruiz, lo tira al suelo y empieza a romperle la cara a trompadas. Los demás jugadores retroceden, buscando guaridas que les permitan contemplar la batalla y filmarla con sus celulares. La pobre profesora de Química, que ya tiene un hueso de la muñeca que se le sale solo por andar separando contrincantes, sale corriendo hacia el pasillo utilizando su potente poder de la súper-voz, que ensordece a los luchadores y pone en alarma a los integrantes de los otros salones. Cinco profesores corren hacia el aula ahora, junto a la vigía Mary y a la preceptora Silvana, quien es finalmente la que logra levantar de la capucha a Ruiz y sacarlo de abajo de la lluvia de puñetazos que lo han convertido en una masa deformada parecida a Ruiz, pero en modo inframundo.

_ Después vamos a hablar con vos, Ruiz. Una atrás de la otra, no se puede creer lo mal que te estás portando este año. Vos, vos y el Otro Ruiz, a dirección.

Se oye claramente el trac-trac del desfile de armas. Cetro de hieloNova 6Carabina R 4Arma Thunder. Hay que elegir rápido qué llevar.

_ Ruiz, andá a lavarte la cara y venís también. Tu papá está con la directora.

_ Ya sé. Le conté todo.

Otra vez; a pesar de que ya la frase está usada, sigue siendo efectiva. Silvana queda con la boca abierta y los demás se agarran la cabeza. Perolatti pone cara de entendido y prepara su contraataque. Perolatti es un troll. Qué jugador resultó este Ruiz, qué jugador. Toda la ira kármica que rodeaba a la preceptora representada por una nube roja desaparece, se torna blanca y suave, con puntitos brillantes, y Ruiz recibe la tímida caricia en la cabeza y las palabras dulcificadas.

_ Bien, pibe. No esperaba otra cosa de vos. Ahora lavate la cara y vení con nosotros.

 Las clases continúan, excepto en el aula donde estaba en vivo la partida, porque la profesora de Química después de la pelea vivida se pone en modo hibernación hasta que suena el timbre del recreo. En la Dimensión Profunda los chasquis encuentran modos creativos e innovadores y circula toda clase de información, absolutamente falsa, sobre lo que está sucediendo dentro de dirección. Los grupos de wasap están que arden, especialmente a causa de Perolatti, que tiene una facilidad para inventar historias que desconcierta a jugadores amigos y enemigos:

. Ruiz le contó al viejo que el Cebolla anda con la novia mientras está en el laburo.

. ¿Con la novia de Ruiz grande, de Ruiz chico o del Otro Ruiz?

. El Cebolla anda con la que vendría a ser la madrastra de Ruiz, boludo, el grande.

. ¿¡¡¡¡¿¿¿¿?????!!!

. Ruiz le dijo eso el viejo anoche, porque no se la banca a la minita.

. ¿Qué minita?

. A la madrastra.

. ¿Pero el Cebolla se está comiendo a una vieja? ¿No es que anda con la pibita esa de 2do que tiene los pelos teñidos de rosa?

. No, esa anda con Ruiz.

. ¿CON QUÉ RUIZ?

. Con el chico, con el que se sienta al lado del Cebolla.

Los jugadores entran en modo caos. Perolatti va ganando, es indiscutible. El chico se siente en las nubes, escucha “Perolatti win, flawless victory” por todos lados, Suena el timbre, salen desesperados al recreo (la más desesperada en salir es la profesora de Química, pero nadie lo nota). Se agolpan en la puerta de la dirección y un nivel diamond, revestido con la coraza de hielo ganada después de más de un año de acumular puntaje y sacrificio, se anima a golpear esgrimiendo un pretexto que sabe de antemano inútil.

 _ Pude ver apenitas, pero algo vi. Ruiz hijo está sentado con la capucha puesta.

 Perolatti, que se siente imbatible, finge una gran agitación y declara:

 _ Me escapé y espié desde afuera, por la ventana abierta. El Cebolla está llorando.

 “El Cebolla está llorando en dirección”. Arde el wasap, el facebook, circulan instantáneamente fotos del Cebolla con lágrimas dibujadas con el paint, que le gusta a una que se hace la artista del photoshop y sigue usando esa antigüedad. Recién cuando termina la cuarta hora, cuando ya pasaron tantas cosas que todos se olvidaron de Ruiz, del padre, del Cebolla y del juego, se abre la puerta.

Con paso cansino, Ruiz hijo toma su mochila, le da un beso a la profesora de Matemáticas (que es su preferida y lo mira angustiada) y se va de la escuela junto a su padre. El Cebolla está lo más pancho, pero le agarra una especie de ataque cuando mira la pantalla de la netbook cargada de la información ilustrada que lo puso como protagonista en el juego de esa tarde.

_ ¡¡¡La recontra recontra calcadísima recontra hijos de mil!!!- grita, mientras reparte patadas y trompadas y vuelan carpetas, lapiceras y carcajadas. La profesora de Matemáticas, que no es como la de Química y sabe jugar muy bien, simula un pico de presión y la escuela entera vuelve a la Dimensión Superficial. Retorna la calma.

 _ Mañana, si no venís con tu papá no entrás.

 La voz de Silvana resuena por los pasillos de la escuela, restaurando el orden cósmico. Nadie sabe qué sería de la escuela sin Silvana.

 ¿Cómo será el padre del Cebolla?, se preguntan los jugadores, mientras se alejan, ya en la calle, comentando la partida en pausa. Perolatti es el único que no habla, porque va hablando consigo mismo. Está inventando ya la historia que desparramará el día siguiente y, que espera, le hará ganar la partida a fin de año. Entre el arsenal de armas está el falso rumor, pero los tontos prefieren los fusiles y las ballestas, desconociendo un poder que está a la vista de todos.

 _ Che, Perolatti, ¿vos sabés por qué se le sale el hueso de la muñeca a la profe de Química?

 _ Sí, pero no le cuentes a nadie. Se le sale el hueso porque la operaron cuando era chiquita para sacarle una hermana siamesa que tenía pegada justo ahí y la hermana no sobrevivió a la operación. El brazo le quedó bastante bien, ni se nota, pero cada vez que ella lo mira dicen que puede ver la cara de su hermana muerta, le agarran ataques y se golpea ella misma contra las paredes. Masoquista, quién lo diría. Salió en los diarios. No hay que recordarle el episodio porque es muy triste.

 _ Vos sí que sos raro, Perolatti.

 No hay dudas. Muchos sospechan acerca de sus historias, pero todos lo escuchan, lo leen atentamente y se lo bancan: ni el Cebolla le pegaría a Perolatti. Los jugadores así hacen el juego más entretenido: el objetivo es sólo vencer el aburrimiento. Son valiosos, siempre encuentran una ventana abierta a lo desconocido; son los que saben abrir la puerta para ir a jugar.

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