“La Dueña”: El cielo y el infierno de un éxito

#RespiroTV

Hoy se acaba una historia. La historia cuyo inicio fue el gran anuncio del retorno de Mirtha Legrand a la ficción y que continuó con el frenesí inicial por ver cómo lo hacía. Hoy transita su final en un anonimato, no de encendido (ya que en materia de rating le va bien), pero sí carente de buenas críticas, con nula ebullición en el boca a boca, con poca euforia por el desenlace.

Cuando “la señora” anunció que regresaría a la pantalla chica, no para comer, sino para actuar, la sorpresa, la expectativa y el pánico cundieron en el medio y en el público. Sorpresa porque nadie lo esperaba. Expectativa por ver qué haría. Pánico porque nadie sabía si se iba  a adaptar a las nuevas reglas de la televisión.

Claro estaba que la TV de 2012 en nada se parece al cine de “Los martes orquídeas” y que la distancia existente entre el trabajo cinematográfico del pasado y el estilo actoral televisivo de hoy podía generarle complicaciones a “Chiquita”.  De hecho las tuvo, aunque pocos fueron los que se animaron a señalarlas.

El primer capítulo debutó con 28 puntos de promedio y picos de 32. Hubo quienes se prendieron al televisor, atraídos por la historia que se había adelantado los días anteriores, aunque la gran mayoría lo hizo impulsado por la intriga que generaba ver a Mirtha fuera de su rol de diva, personificando a Sofía Ponte.

No tuvieron suerte; aunque con un guión, un nombre distinto, una profesión, una familia y un contexto disímil al suyo, Mirtha Legrand fue siempre ella, la de los “almuerzos”, la del “Mierda carajo”, la madre de Marcela y la abuela de Juanita.

Y aunque el público (no el total que vio el  episodio estreno, pero sí una buena cantidad) se convirtió en un aliado fiel y transformó a “La Dueña” en el unitario más visto del año, hay mucho para decir, criticar, aportar y señalar. Empecemos:

*El cuentito: El guión de Marcelo Camaño tuvo más incógnitas que certezas, y si bien el primer condimento es crucial para la cocción de una buena ficción, primó demasiado e hizo que los capítulos corrieran sin que el espectador pudiera entender la historia.

*Mirtha siempre Mirtha: Sofía Ponte jamás pudo sacarse el tapado de Mirtha Legrand y la conservación de sus gestos exacerbados, sus silencios y su modo de tratar al otro, más sus latiguillos  (“querida” “ah, no te lo voy a permitir”) hicieron que nunca se la pueda ver en personaje. Más cuando recibió invitados e indefectiblemente se transformó en “modo almuerzo”.

*Dónde estás amor de mi vida: El hecho de que la protagonista -Mirtha, en este caso- no tuviera una historia de amor (se negó rotundamente) provocó una “falta de algo” en el cuento. Tampoco alcanzó con el amorío poco fogoso, obvio y hasta forzado de Amparo (Florencia Bertotti) y Félix (Benjamín Vicuña).  Claramente, se notó la falta de amor, un clásico, clásico de las novelas argentinas.

*Qué desperdicio: Hubo ojo y criterio para seleccionar un buen staff que pudiese secundar a “Chiquita” en este desafío. Sus laderos fueron elegidos por trayectoria y también por “momento”. No obstante, ninguno pudo lucirse y todos bajaron por lo menos un escalón en relación a su trabajo anterior. A saber:

-Luego de romperla en “El hombre de tu vida” con un capítulo que le valió el Martín Fierro, Jorgelina Aruzzi aceptó ser una especie de “cuarta nieta” de Sofía Ponte; una curiosa por naturaleza que la deslució totalmente.

-La gran actriz Claudia Lapacó nunca está mal, pero la curva de su personaje la convirtió en un personaje poco creíble y poco querible.

-Tras venir haciendo un gran recorrido en TV, que se inició con la explosión de “Dominichi”, aquel personaje de “Vulnerables” que le valió la popularidad, Carlos Portaluppi, en el rol del chofer de “la Señora”, sólo aportó presencia en momentos claves.

-Luego de lucirse mucho en “Tratame bien” y “Malparida” con personajes chicos que hizo grandes, Mónica Cabrera se puso en la piel de la mucama, y muchas veces su aporte se redujo a preguntarle a Sofía qué iba a comer.

-Tras venir realizando un ascendente recorrido en pantalla y lucirse en su anterior trabajo -“Herederos de una venganza”- como una gran villana de novela, Manuela Pal aceptó haceR un papel súper chiquito, de poca letra y de poca aparición.

-Daniela Aíta, la recordada “Paisa” de “Casi ángeles”, aceptó ser una secretaría cuasi anónima con la que descendió diez escalones.

*Visitas: Las participaciones especiales nunca aportaron nada; un desfile de caras del canal, que sirvieron más para la promoción de quiénes venían, que para la fortificación de la historia que se estaba contando.

*Llamativo: Que Juan Gil Navarro personifique al padre de Florencia Bertotti y que en los flashbacks se muestre a la misma Florencia interpretando a una Amparo más chica, pareció ser una decisión grotesca, poco profesional. En su momento compusieron una pareja en “Floricienta” y verlos en plan de padre e hija, con el único aderezo de un peinado de colitas para aniñarla a ella, fue fuerte.

*Teatro Ópera: La decisión de ponerle el broche final en una velada teatral con público, fue más un deseo de su productor, Nacho Viale, que una verdadera necesidad. En general (aunque hubo excepciones), estos finales a pura fiesta son para programas de éxito rotundo y furor en la calle. Claramente “La Dueña” no lo fue y será el momento en que Mirtha pueda decir todo aquello que no pudo en los Premios Tato, porque la ficción no ganó nada.

Celebro la audacia de Mirtha de animarse a actuar después de tantos años. Admiro su memoria para aprenderse un libreto protagónico. Aplaudo su posibilidad de adaptación (aunque con complejidades, claro) a un medio que desconocía.

“La Dueña” no fue el peor programa del año, tampoco el mejor. El público lo acompañó; ¿por qué circunstancia? No lo sabemos. ¿Por la historia? ¿Por ella? ¿Por el elenco?

Hoy se despide a lo grande en un final de historia que, a mi parecer, también le queda grande.