“Los Arostegui”, la década añorada

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“Van a entrar y se van a hacer un asado con el parquet” , dice Inés Murray Tedín de Arostegui (Verónica Llinás), la “madre Patria” de esta familia de “villanos” de mentirita que noche tras noche brillan en “Viudas e hijas del Rock and Roll”. Y es que no se trata de una cita casual, una frase hecha, o un refrán popular. “Asado” y “parquet” juntos componen el gran mito “gastronómico” peronista, una mirada acusadora de los antiperonistas, la fábula nunca comprobada del “cabecita negra” que ve en un piso de calidad, materia prima para hacer fuego y un “alto asado”.

Inés lo dice frente a una “serenata” de amor rockera que Diego (Damián de Santo) le improvisa a Miranda (Paola Barrientos) en las afueras de su casa; la de Miranda y Segundo (Juan Minujín), pero que ahora es de todos porque, con la excusa de una refacción, los padres y los hermanos  de “Second” le invadieron la parada y ya no hay nadie que los vaya a sacar.

Parafraseando el cuento de Julio Cortázar, pero con la osadía de revertir el planteo, acá “La casa tomada” no sufre los avatares de un supuesto “Pac-Man peronista”, sino de unos pocos; una familia que supo tener y que ahora que no tiene,  no se resiste a perder, y entonces comienza a deglutir lo que no le es propio.

Y sin embargo, a pesar de pertenecer cada vez más al grupo de los que ellos asumen inferiores, de poca monta, menos nivel, “grasas”, con recursos acotados, vulgares y “cabecitas negras” que cocinan sus asados con la madera del parquet, y aún cuando le deben los sueldos a todo su personal y viven de la dádiva de las tarjetas de crédito de la nueras, “Los Arostegui”, específicamente ella -Inés- y él, Emilio (Luís Machín), no se resisten a dejar de comer “pizza con champagne”.

Los estereotipos que visten todos los cuentos de “familias ricas venidas a menos” tienen asistencia completa en este grupo familiar con un padre que se acuesta con la mucama, tiene un hijo extramatrimonial, no se esconde para dar rienda suelta a sus infidelidades, quiere vivir del éxito deportivo de sus hijos polistas, humilla al hijo del medio no talentoso, quiere atribuirse negocios que no le competen y no se niega a desprenderse de ese lugar de privilegio que alguna vez supo tener.

Como aquellas familias que retrataba “La ciénaga”, el film de Lucrecia Martel; gente que aún con las profundas cicatrices de la década del ´90 en el cuerpo y en sus casas, sigue manteniendo a su personal doméstico y no se atreve a ponerle llave a un círculo social alimentado de frivolidades.

Para ellos y para “Los Arostegui”, la limosna siempre será para los otros y las vaquitas nunca serán ajenas….

Y en medio de este conflicto existencial de billeteras vacías, cheques rechazados y sueldos retrasados, algunos integrantes que conocen la situación económica y otros que no tienen ni idea, la familia de “voces engoladas”, “risas falsas”, “patadas bien directas” y mujeres amas de casa que colaboran con fundaciones, toma vida este grupo de ficción extraordinario que con mucho aroma a sit com (sobre todo las charlas entre Inés y Lourdes -Violeta Urtizberea-) sobreactuaciones y un modismo “cheto” exagerado le ofrece risas a los espectadores cautivos.

Nada como compartir los “chistes internos” de esta familia que extraña el “vino riojano”, y vive de saber “las últimas” de las familias de doble apellido y negocios siempre -pero siempre, siempre- en el exterior.

Polo, jugo de naranja exprimido en cada desayuno, una mesa larga con integrantes que se “sacan el cuero” a toda máquina, una mucama que sirve el café acomodando su cola en la cara del patrón y que solo puede ser ella, “Iaia”, cuando toma mate con “Tony”, el petisero, y ceba uno tras otro, con el mismo ritmo que habla y cuenta todos los detalles de la mansión.

Y cada vez que Emilio cae rendido en los brazos de “Iaia” que, para gran reivindicación decide cuándo quiere estar con él, “la señora” escucha, y en vez de taparse los oídos, come y come. Una de “ellos”, los cabecitas, que comen asado con “nuestro” parquet”, vuelve loco a su marido, con esa colonia que ella tanto aborrece y con ese “cabello renegrido” que tanto se opone al brushing de las mujeres de la casa.

“Toman la jarra loca”, dice Lourdes. “Y sí, están falopeados”, confunde Inés. “Consumen la…blanca, le dicen; maría, también le dicen”, remata la esposa de Nacho (Ludovico Di Santo). Un diálogo que retrata el fuero más íntimo de esta familia que tiene un poco de Adams, un poco de Simpson, un poco de “El Padrino”, un poco de “culebrón” de la tarde y de “Casados con hijos”.

Gente que no corre la cortina, ni mira por la ventana. Que habla “por boca de ganso”. Que gasta lo que no tiene. Que califica a los otros por la tenencia de doble apellido y por la acumulación de millas en la tarjeta, que añora la “pizza y el champagne” que antes podía pagar y ahora le pagan porque no “se pueden abandonar las conquistas obtenidas”.

También una familia deliciosa que divierte a un público deseoso de comedia y humor. También una irónica radiografía de “los fanáticos del 1 a 1″; no una foto, una radiografía, porque acá además del maniquí, podemos  ver el hueso; levantar el parquet y hacernos un asado.