Infancia y violencias invisibles

#SerMadres
Foto: Kambrosis

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María y Juan tienen un altercado en la calle. Discuten. Elevan la voz. Él se ciega de ira, no la escucha, la deja llorando sentada en la vereda y se aleja unos pasos, esperando que ella lo siga. Al ver que su estrategia no funciona regresa y la toma del brazo con fuerza. La obliga a caminar a la rastra, apretando su antebrazo con bronca, mientras le grita y la amenaza. Es humillante. ¿Creerían que esto es violencia doméstica, verdad?

Ahora… ¿y si les digo que Juan es el padre y María tiene solamente 4 años? ¿No es hora de darnos cuenta de que tenemos un doble estándar en cuanto a la violencia? ¿Cuántas veces somos testigos de escenas de este tipo en espacios públicos y no intervenimos? ¿Por qué la violencia hacia los niños se naturaliza y tolera?

Berna Iskandar, periodista venezolana, conferencista, divulgadora de temas de crianza y creadora de Conoce mi mundo afirma que “necesitamos reconocer las violencias sutiles y visibles socialmente naturalizadas en el trato a los niños”. Y no está sola. Porque muchas son las personas que eligen llamar la atención sobre estas cuestiones. Como la psicóloga Rosa Jové, que en su libro La crianza feliz advierte que “no podemos empezar a educar a los niños sin el convencimiento de que tienen los mismos derechos que nosotros (los adultos).” ¿O los Derechos Humanos no son iguales para todos?

El tema es tan preocupante que Unicef Latinoamérica lanzó recientemente una campaña destinada a detener el maltrato infantil bajo el hashtag #FinAlMaltrato. Según las cifras de esta institución en Argentina 1 de cada 10 padres afirma aplicar castigos físicos severos a sus hijos y el 65% reconoce haberlos agredido psicológicamente. Por fortuna, el nuevo Código Civil de Argentina -que entrará en vigencia en agosto de 2015- prohíbe expresamente no sólo el castigo corporal hacia los chicos sino también el psicológico: “Artículo 647.- Prohibición de malos tratos. Auxilio del Estado. Se prohíbe el castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes. Los progenitores pueden solicitar el auxilio de los servicios de orientación a cargo de los organismos del Estado”.

La violencia y sus consecuencias

Álvaro Pallamares, Psicólogo Clínico infantil, oriundo de Chile, autor del espacio Psicología Infantil y de su correlato en Facebook, trabaja hace tiempo difundiendo contenidos relacionados a promover el respeto hacia los niños e interrumpir la espiral de violencia. ”Las personas que defienden las palmadas no entienden que no sólo es perjudicial para la salud mental de esos niños, sino además un predisponente para seguir naturalizando la violencia (…) Muchas madres y muchos padres (sin duda demasiados) avalan la violencia que ellos ejercer sobre sus hijos justificando que es por su propio bien, no entienden que la violencia en todas sus formas siempre daña, la violencia lo único seguro que genera es más violencia.”

Sus argumentos son más que razonables. “¿Cómo le enseñas a resolver los problemas a tus hijos? Parece que los golpes no solucionan nada, sino más bien instalan un problema más grave. Ya a esta altura del argumento siempre hay un adulto dañado que dice: a mí me pegaban y hoy soy un hombre de bien (cosa que yo no podría asegurar). Otro dice que hay tanta delincuencia porque lo padres no tiene mano dura, siendo que la historia nos muestra cómo la mano dura lo que finalmente genera es revolución y muerte. Los niños no necesitan gritos para obedecer, ni golpes para entender. Los niños necesitan tiempo, empatía, paciencia, tolerancia, pero también, límites, estructura y predictibilidad, las cuales deben otorgarse necesariamente dentro de un marco de buen trato y respeto.”

Iskandar asegura: “Cuando dices que pegarle a tu hijo te ha dolido más a ti, subestimas el enorme daño, dolor y humillación que has provocado en el niño. A un niño se le castiga y se le pega por hacer travesuras, andar descalzo, saltar charcos, ensuciarse, no comer lo que le exigimos, comportarse como niño, se le castiga por explorar, por aprender… Cuando los padres pegan al niño lo llamamos castigo físico. Cuando “la autoridad” pega a un criminal detenido, lo llamamos tortura. Unicef tendrá más de 60 años y la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño 25 años, pero aún no hemos aprendido nada sobre el derecho de los niños a ser tratados con respeto a su integridad como personas.”

Yolanda González, Psicóloga española experta en Prevención Infantojuvenil, advierte de los riesgos de perpetuar este tipo de violencia. “El adulto considera el castigo físico y verbal como una medida correctora del comportamiento, pero en realidad es sólo represora porque ignora las causas de esa conducta infantil”. Leslie Power, Psicóloga Clínica chilena, se suma a las advertencias: “Las experiencias que vivan nuestros hijos con nosotros sus padres será clave para la formación de su cerebro. Si los agredimos con golpes, duchas frías, ley del hielo, indiferencias, soledades, desamparos, abusos, etc., estamos afectando directamente la formación de sus estructuras cerebrales”.

“Los niños necesitan disciplina, es cierto, sin embargo esta disciplina no puede transgredir los derechos de la infancia. Los padres de hoy son la generación con mayor acceso a información, investigación, discusión y reflexión en torno a la crianza, los límites, los derechos y las obligaciones de los niños. Que nuestros padres usaran la violencia para castigarnos es fruto de la ignorancia, que lo hagamos nosotros no tiene justificación alguna”, sentencia Pallamares.

Alice Miller, famosa Psicoanalista y Doctora en Filosofía, Psicología y Sociología, conocida por su trabajo en maltrato infantil y sus efectos en la sociedad y en la vida de los individuos, dedicó por entero su carrera profesional a analizar y documentar la raíz de la violencia. Una de sus conclusiones determina que “cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable”.

La familia como átomo social

¿Qué consecuencias tiene el maltrato hacia nuestros niños desde el punto de vista social? Ariadna Somoza Zanuy, Lic. en Sociología, argentina, considera que “el maltrato infantil debe ser tratado como un problema social. Un sistema de producción y y consumo cada vez más exigente necesita un “sistema de reproducción” eficientista y cortoplacista. Así, los métodos de crianza se adaptan a los requerimientos del mercado: niños que se adapten velozmente a una institución, que duerman solos desde pequeños, que tomen mamadera para que mamá pueda trabajar y que estén disciplinados para subsistir y tener éxito en ese mundo. Así, se ejerce la disciplina desde la supuesta autoridad (padre) como quien detenta la propiedad de una cosa (hijo), llegando a ejercerse incluso la violencia física”.

La revista española Psicosocial (Vol. 10, n.° 2. Págs. 1221-239) publicó en 2001 un informe titulado “La prevención de la violencia en la infancia y la adolescencia”, en el cual queda claro que debemos prevenir la violencia desde la infancia más temprana y a partir de los dos ámbitos de socialización fundamentales del niño: la familia y la escuela. “Actualmente podemos afirmar que el fenómeno de la violencia en estas etapas tiene causas fundamentales comunes y que las experiencias de violencia conllevan a conductas delictivas violentas”.

De esta manera el espacio privado se enlaza con el espacio público: la familia es el núcleo de la sociedad. Prevenir la violencia doméstica es prevenir la violencia colectiva. Así lo afirma el diplomático y jurista brasileño Paulo Sérgio Pinheiro en el Informe Mundial Sobre la Violencia contra los Niños, publicado por Unicef. ”La exposición al estrés que provoca la violencia puede afectar al sistema nervioso e inmunológico en desarrollo, provocando mayor riesgo de sufrir problemas de salud física y mental. Así pues, la prevención adecuada y a tiempo de la violencia contra la infancia permite atender una multitud de problemas que, a largo plazo, imponen una sustancial carga social y económica a las naciones del mundo“.

En Argentina muchos profesionales se suman a la batalla para poner fin al maltrato. La Psicóloga Perinatal Carolina Mora es un claro ejemplo. “Es llamativa la cantidad de gente y profesionales de la salud que se sorprende ante la llamada “crianza con apego” pero no alzan la voz para manifestarse en contra del maltrato y el abuso de poder hacia los niños, siendo ésta la forma de vínculo más frecuente. Gritos, amenazas o violencia física, castigos que no son “correctivos o límites” sino formas de violencia y abuso. Las cosas por su nombre. Criar con amor, no importa cómo le llamemos, es dar amor, ayudar a internalizar los límites acompañando y respetando a nuestros hijos como lo que son, personas con iguales derechos y dignidades que cualquier adulto”.

Hacia una puericultura ética

Este es el (genial) nombre de uno de los capítulos del libro Bésame mucho, escrito por el Pediatra español Carlos González. ¿A qué se refiere? “Nuestra sociedad no trata a los niños con el mismo respeto que a los adultos. Cuando hablamos de un adulto, las consideraciones éticas son siempre primordiales y tienen prioridad sobre la eficacia o la utilidad. (…) [Pero] también en el trato con los niños existen principios. Que con ciertos métodos nuestros hijos tal vez comerían «mejor», o dormirían más, o nos obedecerían sin rechistar, o se estarían más callados…, pero no podemos usarlos”.

Quisiera finalizar el post reforzando la importancia de eliminar no sólo el castigo físico sino también el maltrato psicológico: la humillación, las amenazas, la ridiculización… Todas aquellas conductas adultas que no respetan la integridad ni la identidad de los menores, derechos debidamente resguardados por la Ley 26.061 sobre Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Mención especial para los bebés, el eslabón más vulnerable: dejar llorar a un bebé también es violencia. Ya lo dijo el Obstetra francés Michel Odent: “Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar… está sufriendo su primera experiencia de sumisión”.

Para seguir evolucionando humana y socialmente necesitamos comprometernos. La ética no es un modo más, es el deber ser. En palabras de Carlos González: “Algunos métodos (…) son eficaces, y puede que algunos incluso sean inocuos. Pero hay cosas que, sencillamente, no se hacen.”

 

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