¿Está mal que los chicos “llamen la atención”?

#SerMadres
Foto: Kambrosis

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Anoche me desvelé pensando. Por algún motivo cada día que pasa estoy más segura de que nuestros problemas de relación en realidad son problemas de comunicación. Y de que necesitamos, como sociedad, revalorizar aquello que tienen que ver con las conexiones humanas, con el apoyo mutuo y con el contacto.

Si hay algo que no tiene precio y que, curiosamente (¿o no tanto?) es lo más importante de la vida son las relaciones humanas. Esos vínculos que creamos con otros y que prevalecen y permanecen más allá del contexto. ¿Qué es lo importante de la vida sino eso? La amistad, las relaciones familiares, las emociones, el escuchar y ser escuchado, y (sí, el costado cursi me lo reclama) amar y ser amado?

Las conversaciones pueden salvar una relación. Dar lugar a escuchar al otro, a ponerme en sus zapatos, a poner stop a la vorágine cotidiana y prestar esa cosa que tan devaluada parece: la atención. ¿No piensan que a veces la hiperconectividad nos aísla? ¿Que la TV prendida durante la cena impide que hablemos? ¿Qué el exceso de mensajitos de WhatsApp a veces nos pasa por arriba? A mí me suele pasar.

Si hablamos de nuestros hijos estas cuestiones son aún más significativas. Porque ellos necesitan ese tiempo “extra” de escucha y atención exclusiva. ¡Y qué mal visto está eso de llamar la atención! Cuánta gente meneando la cabeza en desaprobación y sentenciando:”está queriendo llamar la atención”. ¿Desde cuándo llamar la atención es algo malo? ¿Qué hay detrás de ese comportamiento que parece molestar tanto a los adultos? ¿Qué pasa si respondemos a ese llamado?

Un ratito de juegos compartidos. Un mimo. Ese sentirse entendidos por “los grandes”. Ese gesto que agradecerán (en formas sutiles y no tanto).

Comunicación. Escucha. Intercambio. Empatía. Algunas de las palabras que salvan mi día a día y acompañan mis desvelos.