El primer cumpleaños de tu hijo no es una fecha más. Lo sabés.
El bebé se despierta mucho. Hace dos semanas no se despertaba tanto. ¿Tendrá hambre? Me dijeron que el problema es que se duerme en la teta. ¿Y si pruebo darle una mamadera? ¿No tendrá sed? No, tiene calor. Ese pijama le molesta, es muy cerrado. Hace falta ventilar la habitación. ¿El aire acondicionado le hará mal? Debe ser que duerme demasiado de día. ¿No serán los mosquitos? ¡O los moquitos! ¿Será mejor si duerme en pañal? ¿O si lo acostamos de costado? ¿Será mal de ojo? ¿Empacho? ¿Gases? ¿Si le hago bicicleta justo justo antes de acostarlo? ¿Y si probamos bañarlo más tarde? ¿Y si duerme con nosotros? ¿Pero y si lo aplastamos? ¿O se cae de la cama? ¿No serán terrores nocturnos? ¿Y si está asustado porque el otro día escuchó al tío Raúl discutiendo con un cliente y ahora tiene pesadillas con monstruos horribles que tienen la misma cara del tío Raúl, eh? ¿¿¿Tendremos que ver a un especialista???
El bebé quiere teta a cada rato. ¿Se estará quedando con hambre? Seguro, mi mamá tampoco tuvo leche. ¿Y si le damos mamadera? ¿Dormirá más? Sí, yo compro leche. ¿Pero cuál? ¿¿¿Qué maldita marca y qué cantidad??? ¿Y si no quiere la mamadera? ¿Cómo vamos a hacer cuando vuelva a trabajar? Mejor llamo al pediatra ya mismo. Aunque son las tres de la mañana. ¿Y si le damos un tecito? ¿Y si le empiezo a dar papillas? ¿Y si le pongo horarios? ¿Tendremos que dejarlo llorar para que no se malacostumbre?
El bebé está molesto. De nuevo todos los chequeos. Hambre, sed, pañal, gases, calor, frío, gases. ¿Será sueño? ¿Fiebre? ¿Y si llora porque en casa hay mala energía? Debo estar nerviosa por algo y se lo transmito al bebé. ¿¿¿Cómo se hace para tranquilizarse con un bebé llorando??? Ommm Ommmm Ommmm. No funciona. ¿Y si está aburrido? Tal vez lo tengo que sacar a pasear más. ¿Será que lo estimulo poco? Es eso. Mañana le compro uno de esos gimnasios carísimos.
Estas y muchísimas otras preocupaciones (hipérbole más, hipérbole menos) se arremolinan en nuestras cabezas cuando estamos en casa con un bebé en brazos. Todas dudamos.
Hay un dicho que reza En la crianza los días son largos pero los años son cortos. Sin embargo lo más difícil de ser madre primeriza para mí no fue ese día a día. Más bien los cientos de “consejos” que intenté reunir humorísticamente en el comienzo de este post. Opiniones, desaciertos, prejuicios.
Lo mejor que podemos hacer es tomar lo que nos sirve y avanzar. Yo no me perdí nada por oír críticas sin fundamentos. Mi hijo fue bebé una sola vez en la vida y, por suerte, lo disfruté como loca.
¿Y ustedes?
Anoche me preguntaba esto mismo. ¿Qué significa #SerMadre para mí? Una pregunta que no tiene una respuesta unívoca.
¿Y para vos qué significa #SerMadre?
Que si toma teta, que cada cuanto toma, que si toma mamadera, que si se despierta de noche, que si pide mucho estar en brazos. Que cuándo va a gatear, qué cuándo va a caminar, que cuándo va a dejar la teta o la mamadera, que cuándo va a aprender a ir al baño, qué cuándo va a hablar. Que si habla poco, que si es demasiado dependiente, que si tiene o no límites. Que si sabe sumar y restar, que si tiene buenas notas, que si va a inglés, que si hace deportes.
Las madres toleramos con estoicismo (bueno, a veces no tanto, ejem) millares de supuestas postas que, pareciera, hay que cumplir antes que después. Y la carrera de obstáculos parece no tener fin.
Pero nuestros hijos tienen 2, 4, 6, 8, 20 años una sola vez. Una sola vez van a estar sentados con las rodillas torcidas, jugando de espaldas, mientras el viento se mete por la ventana y vuela las cortinas. Una sola vez van a balbucear incoherencias, entre risas, y a vos se te van a saltar las lágrimas solamente de verlos. Una sola vez va a ser una noche primaveral y te van a dar de comer verduras de plástico, haciendo payasadas para hacerte reír, con todo el pelo descontrolado y lleno de migas de milanesa.
Una sola vez. Y yo, por lo menos, no me la quiero perder.
Hoy te volvió loca. Sí, sí, admitámoslo. Te volvió (o te volvieron) loca. Estuvo quejoso, corrió por toda la casa, rompió algo, hizo pedazos las zapatillas nuevas, pintó la pared con ketchup, trajo una mala nota, le pegó a la hermana, saltó por todos los sillones -a pesar de que le dijiste cuarenta veces que no lo haga-, no quiso bañarse y no te dejó escribir ni un mensaje de texto de tres líneas.
Lo miro a Octavio y suspiro. Hace tan poquito era un bebé. Una bolita acurrucada en mi pecho, día y noche. Mi mitad inseparable. Y hoy es un NENE: corre, salta, dice cosas, tiene una memoria de elefante, dibuja rayas torcidas (en la pared, por supuesto), come solo. ¡Y pensar que te dicen que se malacostumbran! ¡Que no lo dejes dormir en tu cama, que le saques la teta (o le des más teta o le des mamadera o Nestum), que no le hagas tanta upa, que le pongas límites, que lo dejes llorar, que “establezcas rutinas adecuadas de comportamiento” y no sé qué más! Te dicen tantas cosas contradictorias y una, primeriza, duda. Porque todas dudamos. Aunque hayamos leído setecientos libros y estemos convencidas de algunas cosas, en el fondo dudamos mucho más de lo que quisiéramos.