Mitología amorosa (segunda parte)

#SoySolo

Cuando me quise dar cuenta el flete de la mudanza ya no estaba. Me la había pasado leyendo durante horas y horas cada una de las historias que me contaba este libro mágico que parecía haberse actualizado automáticamente durante todos estos años. ¿Acaso realmente tenía entre mis manos una pieza única e irrepetible? ¿Qué hacía un libro como ese en mi baticueva? ¿Cuánto me iban a querer cobrar el flete que había estado esperándome durante horas en la puerta de mi ahora ex casa? Realmente no me importaba. No podía parar de leer. Acá van los últimos mitos que les transcribo antes que, por seguir acá leyendo, se me venza el primer contrato de alquiler.

El oráculo de la barra

Soldados razos de los ejércitos nocturnos que deambulan por la noche en busca de amores furtivos, juran haber compartido un trago con el Oráculo de la barra. Un ser que se esconde en la penumbra, en el único rincón donde las luces estroboscópicas nunca iluminan. Este observador de la vida es poseedor de una de las sabidurías más profundas que existen en el orbe. Se la pasa toda la noche con un trago en la mano que parece ser eterno, mirando cómo se desenvuelven las historias de amor y desencuentro. Dicen que es capaz de adivinar cuál será el futuro de cada una de las relaciones que se cruzan frente a sus ojos. Incluso muchos aseguran que no hay secreto que pueda serle esquivo. Menos mal que es tímido, porque si no este Oráculo te mandaría al frente más de una vez.

La ninfa solitaria

Cuenta la leyenda que una hermosa ninfa despliega su belleza en absoluta soledad. No la comparte con nadie, sólo la expone para el regocijo de quienes la ven pasar y le juran amor eterno por lo bajo. Se sabe que más de un hombre sería capaz de dar la vida por ella, pero todos sospechan que una herida de amor que nunca pudo sanar la hará morir sola. La ninfa parece que no mira a nadie, pero vive atenta a todo lo que le sucede a su alrededor. Observa cada mirada, escucha cada susurro, siente cada roce involuntario pensando que quizás sea su amor perdido. Pero aunque nunca lo es ni será, ella lo seguirá esperando por siempre. Eso sí: ama con locura a su mascota.

El ladrón de corazones

Las mujeres nunca querrán cruzarse con el ladrón de corazones. Un hombre apuesto y desalmado de pelo lacio y sedoso, dientes brillantes como perlas, músculos marcados y labia encantadora. Nadie puede resistirse a sus encantos. Cupido parece flechar a cada dama que lo mire a los ojos. Un ser condenado a que todos lo amen, pero que carga el castigo más severo: es incapaz de amar a una sola mujer. Los hombres mortales sufrimos batallando contra los corazones rotos de las mujeres desencantadas que el ladrón va dejando por el camino. Así que no derramen lágrimas en vano por él, mejor denle una oportunidad a ese pibe feo pero macanudo que les será fiel y las querrá en serio por el resto de sus vidas.

El laberinto del ebrio

Muchas veces el destino le juega bromas a sus víctimas. Como en el caso de aquel ebrio que vemos en todas las fiestas que al superar el límite de tolerancia estomacal de alcohol, se ve condenado a buscar desesperadamente un recipiente salvador para liberarse del mal que le revuelve las entrañas. Todos los borrachines juran que el mundo les da vueltas, que el piso y las paredes cambian su orientación, que los pasillos antiguamente recorridos ahora se bifurcan en caminos desconocidos, que la gravedad se altera volviendo imposible mantener la estabilidad. Los ebrios dicen la verdad, pues el mundo realmente cambia para ellos, no su percepción. Así que si alguno se cruza delante de ti en busca de un inodoro salvador, mejor hazte a un lado: jamás logrará llegar a tiempo.

El momento oportuno

Así como los segundos, luego los minutos y, por último, las horas pasan para los amantes desencontrados con la misma velocidad que un rayo, todos los corazones, absolutamente todos, se vuelven vulnerables en algún momento de la noche. Cualquier chica o chico puede ser conquistado por un pretendiente si este decide acercarse en ese momento exacto y único en el que las luces, el cansancio, el alcohol, la soledad, el humor y la mirada logran la combinación perfecta y especial en el que el amor a primera vista se hace presente. Las cartas de la suerte no forman parte del juego del amor. Sólo hace falta estar atento y aprovechar la oportunidad cuando esta se presenta.

Cerré el libro. De pronto sentí que estaba frente a la fuente de la sabiduría amorosa que busqué durante toda mi vida. Pero cuando volví la vista a sus páginas, aquel tomo se volvió cenizas entre mis manos. Por un momento me entristecí, porque me quedé con las ganas de seguir leyendo más historias de aquel libro mágico. Pero por otro lado comprendí que mucho mejor es descubrir esos misterios ocultos a la vista de todos.

¿Habrá más mitos y leyendas dando vueltas por ahí?