#VivoSolo

¡Conseguí búnker! Una mezcla rara de monoambiente con PH, con quince años de antigüedad pero bien cuidado. Por el barrio, cerca de la casa de mis viejos y mis amigos, pero lo suficientemente lejos de todo como para tener mi privacidad. Primer piso por escalera, contrafrente, con mucha luz, silencioso y sin expensas, tranca. Costó conseguirlo. Me metía en Internet todos los días, iba a buscar la revista esa que es como un collage colorido de inmobiliarias con avisos minúsculos y siempre veía las mismas publicaciones. Pasé por momentos de excitación pero por otros de desasosiego también. De pronto, el lugar apareció. Una inmobiliaria que en vez de poner fotos del depto, mostraba una conmovedora imagen de dueño de la inmobiliaria junto a su hijo (?). Raro, pero me mandé igual y sentí que era mi lugar. Porque es verdad lo que dicen: cuando ese lugar es tú lugar, como que lo sentís adentro. Y cuando entré, lo sentí. Allí iba a vivir yo. Como cuando uno ve una mina y sabe que se va a casar con ella (a mí me pasó un montón de veces). Lo raro es darte cuenta que esto de estar solo también lo sentís.

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Un cuarto kilo de tramontana

Los sábados me cuestan. Es el día de la semana en que uno aprovecha para salir y, cuando estás soltero, muchas veces pasa que tus amigos tienen algún casamiento, cumpleaños, asado con compañeros del trabajo y es ahí cuando te das cuenta que estás realmente solo. Muchos sábados a la noche me quedo encerrado en mi casa pensando que son mucho más dolorosos que los domingos, porque si un sábado a las nueve de la noche no te estás preparando para salir, quiere decir que, probablemente, aquel día sólo te acompañará tu soledad, pero los domingos… los domingos están naturalmente destinados a la depresión (si hasta a Dios le pintó el bajón). Sin embargo, como la necesidad tiene cara de hereje y perfume de mujer, desarrollé una estrategia para estos días en los que intento apagar desesperadamente las brasas que hacen arder mi corazón. Un procedimiento tan sutil que ni al mismísimo Napoleón Bonaparte se le hubiese ocurrido imaginar: me compro un cuarto kilo de helado de tramontana y me miro una peli tirado como un cerdo en la cama.

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