Lo que tenés que saber antes de ir a Río de Janeiro

Cada tanto uno debe que tomar decisiones que sirvan como atajos. Este post es una de ellas. Es una excusa para matar la tediosa burocracia diaria de responder uno por uno mails y mensajes de amigos y conocidos que me preguntan sin cesar: “Me pasas ‘tips’ sobre Río. Me voy en el verano”. Pensé entonces en hacerme un favor a mí misma, a aquellos que me preguntan y a los otros que no lo hicieron pero que le interesa. Acá van algunas dicas (recomendaciones) para los que viajen a Río:

Aeropuerto  

Si te vas a tomar un taxi en el aeropuerto te recomiendo que pidas que te muestren antes una libreta -que tienen casi todos los taxistas del aeropuerto- en la que figura cuál es el precio por el viaje al barrio al que vas. Es algo informal, pero podés acordar que te cierre el precio en ese valor así no usa el taxímetro. Es algo así como convertir un taxi en remise. Esto es muy conveniente teniendo en cuenta que el tránsito en Brasil es un poco impredecible.

Jugos y la fruta mágica

Por todo Brasil es fácil encontrar jugos naturales de las más diferentes frutas tropicales. Pero especialmente en Río es muy común caminar y encontrar en una esquina un pequeño local de “lanches”. Lanche sería el equivalente a snack o bocadillo. Estos lugares sirven jugos naturales y siempre tienen algún tipo de sandwich natural, crepes y salados. También es común encontrar en cualquier local que haga jugos, la famosa fruta mágica: açaí. El Açaí es una fruta nativa del norte de Brasil, pero consumida en todo el país. Es el fruto de una palmera que en el norte se come como acompañamiento de platos salados. En el resto de Brasil, y especialmente en Río, la comemos como una especie de helado mezclado con banana o frutilla que se acompaña con granola. Advertencia: la primera vez que lo pruebes vas a decir “ehhh.. ¿tanto lío por esto?”. Pero te vas a dar cuenta que al rato vas a querer comer más sin saber por qué. Al término de unos días vas a ser adicto.

El adictivo açaí con granola.

El adictivo açaí con granola.

En Río hay dos cadenas buenas de locales como estos que describo: el BB Lanches y el Bibi Sucos que están cerca de toda la costanera.

Feijoada

Está demás decir que la Feijoada es para el brasileño lo que el asado es para el argentino. Es la comida más tradicional e identitaria del país. Para comer feijoada en Río hay una decena de lugares. Acá les paso mis recomendaciones para no fallar:

1-      Casa da feijoada en Ipanema -  Dirección: Rua Jangadeiros, 10 – Ipanema

2-      Bar do Mineiro en Santa Teresa (mi preferida) - Dirección: Rua Paschoal Carlos Magno, 99 – Santa Teresa

3-      Bar do Beto em Ipanema - Dirección: Rua Farme de Amoedo, 51 – Ipanema

ATENCIÓN: Como diría Francella “A comerrrrla” al mediodía. Es muy pesada para la noche.

 

feijoada

 Coxinha

En Brasil no se comen empanadas, pero algo parecido son las comidas de categoría “salgados” o “comidinhas”. La más exitosa entre los brasileños y extranjeros es la coxinha. Coxinha es una especie de bollito en forma de gota, rebosado y frito, relleno con pollo condimentado y desmechado y queso. Uno de los mejores lugares para comer coxinha en Rio es el Bar Da Gema, en Tijuca. Pero ¡ojo! Sólo las hacen los martes.

Da Gema: Rua Barão de Mesquita, 615 – lojas C e D

Coxinha...tal vez la empanada brasileña.

Coxinha…tal vez la empanada brasileña.

 

Desayuno en el Parque Lage

El desayuno es algo importante para los brasileños y nos encanta tener una mesa llena de opciones. Todos los hoteles tienen el desayuno incluido, pero si quieren un día tomar un desayuno en un lugar diferente y mágico, ese lugar es el Parque Lage. El desayuno es normal, pero vale la pena la vista.

Dirección: Rua Jardim Botânico, 414 – Escola de Artes Visuais do Parque Lage, Jardim Botânico.

Parque Lage

Parque Lage

¿Pão de Açúcar o Cristo Redentor (Corcovado)?

Si tenés poco tiempo en Río y necesitás elegir uno de los dos paseos típicos, yo particularmente creo que la vista del Pão de Açucar es mucho más linda que la del Corcovado.  Los dos lugares se llenan de gente y siempre hay cola, pero como el espacio físico del Corcovado es menor, es más difícil aprovechar la vista con tranquilidad. Si hace mucho calor además, ni siquiera tenés mucho espacio de sombra. Sí, se que te querés sacar la maldita foto con los brazos abiertos imitando al Cristo Redentor…. pero hacé un esfuerzo por mantener tu dignidad.

Te recomiendo  mejor llegar al Pão de Açúcar más o menos a las 17hs y esperar para ver la puesta de sol desde  con una cerveza helada (cómo es debido. ¿Cuándo será el día que en Argentina enfríen las cervezas de verdad?!!). Podés volver en el último “bondi” que sale a las 20hs. Vale mucho la pena. Es una de las vistas más lindas de la ciudad.

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Atardecer desde Pão de Açúcar

 

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Crista Redentora

 

Samba

Una de las “rodas de samba” más tradicionales de Rio es el “Samba da Pedra do Sal”.

Hace más de 200 años ela región del Morro da Conceição era conocido como “pequeña África” porque allí los esclavos sacaban bloques de piedras para la construcción de las calles. Hoy es un barrio  bastante bohemio y uno de los barrios en los que nació el samba urbano. La “roda de samba” no es lo que la gente se imagina normalmente cuando escucha “samba”. No hay mujeres con trajes mostrando las tetas. Esto es samba raíz, músicos tocando en la calle. Se hace todos los lunes a partir de las 19hs. No hay que pagar entrada y te recomiendo comer en alguno de los puestitos que se arman para la ocasión. Un básico es pedirte “vaca atolada” -que es una especie de guiso con carne y mandioca- y obviamente, una caipirinha.

 

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Pedra do sal… Samba Raiz

 

Bares

Si tenés ganas de salir a tomar algo por ahí te recomiendo bares por categoría:

Tragos de autor (?):

Astor – Av. Vieira Souto 110, Ipanema

Para tomar cachaça

Academia da Cachaça – Rua Conde Bernadotte 26, Leblon (2239-1542)

Para tomar algo al aire libre

Al Quiosque do Português Lagoon – Av. Borges de Medeiros 1424, Lagoa aire libre

Palaphita Kitch – Av. Epitácio Pessoa s/nº, Quiosque 20, Parque do Cantagalo

Para tomar cerveza

Botto Bar – Rua Barão de Iguatemi 205, Praça da Bandeira

Pub Escondido – Rua Aires Saldanha – 98 A, Copacabana

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Los tragos de Astor

 

Gastronomía gasolera

En Brasil los llamamos cariñosamente “pés sujos”, porque no importa si tenés los pies sucios para entrar. Hay una enorme variedad pero tenés que ir a el Pavão Azul. Está a unas cuadras de la playa de Copacabana y sirven un tipo de “bolinho” de bacalao y camarones salteados con ajo y aceite de-li-ci-o-so! Vale la pena acompañar con una cerveza bien fría. También en Copacabana está la Adega Pérola, que ofrece una enorme variedad de tapas al estilo español, portugués y brasileño, claro.

Pavao Azul: Rua Hilário de Gouveia, 71 – Lojas A e B, Copacabana, Rio de Janeiro – RJ

Adega Pérola: Rua Siqueira Campos – 138 , Copacabana, Rio de Janeiro – RJ

Unos de los mejores bolinhos de bacalao que vayas a probar

Unos de los mejores bolinhos de bacalao que vayas a probar

 

Gastronomía para gastar un billete

Olympe es el restaurante Claude Troisgos, un francés residente en Brasil que es uno de los mejores chefs del país. El menú de pasos es delicioso, pero caro. Vale la pena si se sos de los que invierte en una cena como si fuese una excuersión. Si se pide a la carta, de entrada el pulpo prensado con legumbres y la terrina de foie gras con palmito son INCREÍBLES.

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El increíble pulpo de Olympe

Arquitectura

Hay tres puntos claves que amo de la arquitectura Carioca. Ellos son:

El Real Gabinete Portugués de Lectura - Rua Luis De Camoes, 30 – Centro

Museo de Arte Contemporáneo de Niterói (de Oscar Niemeyer) queda un poco lejos pero vale la pena.

Catedral Metropolitana - Av. Chile, 245 – Centro

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Gabinete Portugués

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Catedral Metropolitana

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Museo de Arte Contemporáneo de Niterói

Soldados con el chumbo en la mano y elecciones en Brasil

Solía pensar que existían grandes diferencias respecto a cómo los brasileños y los argentinos –en general- nos relacionábamos con la política. En Brasil los argentinos tienen fama de ser muy politizados. Y sí, lo son. La primera vez que percibí el grado en el que lo eran fue en un seminario al que asistí sobre políticas públicas. Para mi absoluta sorpresa las personas para presentarse, luego de dicir el nombre y el lugar de origen, contaban cuál era su identidad política: “Juan Pérez. De Villa Domínico y peronista”, “María García. De Banfield y Kirchnerista”.

Me pareció surreal. Sentí que formaba parte de una escena de una película Buñuel. Aquella suerte de sinécdoque utilizada para presentarse me anticipó algo que después se convertiría en cotidiano: las cíclicas discusiones entre kirchineristas y anti-kirchineristas.

Debo admitir que siempre me irritó bastante aquella disputa. No por el hecho de la discusión política en sí, si no por escuchar y leer las barbaridades que las personas compartían en las redes sociales sin ningún tipo de sentido crítico. Sólo para justificar su posición o elección partidaria. Eran pocos -al menos los de mi limitada muestra- los que lograban y logran tener posiciones sanamente equilibradas. O sea, señalar lo malo y rescatar lo bueno.

Sin embargo, toda aquella carga emocional, identitaria y, por momentos, irracional que sentía ajena y distante se tornó más cercana a partir de estas elecciones en Brasil. De hecho, desde que la campaña comenzó mi timeline de Facebook se convirtió en un verdadero campo de batalla con golpes de la más baja calaña.

Otra vez recordé que brasileños y argentinos no somos tan diferentes. Compartimos la adicción por los fanatismos, los discursos maniqueos, la persuasión a través del temor y, sobre todo, los boludos con capacidad y formación que repiten sin saber o sin querer saber.

No estoy segura de si ésta es una condición binacional o es una universal, pero el impacto de las campañas políticas en las personas es mucho más profundo de lo que a priori imaginaba.

Me impresiona cómo por un lado nos rasgamos las vestiduras hablando de corrupción, de mentiras y de falta de transparencia, pero terminamos haciendo exactamente lo mismo cuando usamos datos manipulados para intentar “ganar” una discusión. Cuando compartimos una información que sabemos que no es cierta. “Capaz zafa. Algún salame se la compra seguro”.

Tres días atrás recibí dos mensajes por whatsapp. El primero decía que Interpol y el FBI habían interceptado un plan para instaurar una dictadura en Brasil si gana el Partido de los Trabajadores (PT) de Dilma Rousseff. El segundo aseguraba que se había filtrado un documento que decía que se iban a eliminar todas las políticas de subsidios en Brasil si gana Aécio Neves. ¿Realmente? ¿5 días antes de las elecciones? mmm.

Pero estas cosas -por más irreales que parezcan- trascienden e impactan. Por ejemplo, un rumor de similares características que afirmaba que si gana Dilma limitará la libertad expresión llegó a la Argentina y fue levantado por el Diario La Nación en una editorial del día 23 de octubre. Obviamente en forma de condicional.

Pareciera que cualquier cosa vale con tal de que mis valores se impongan. Particularmente, creo que no existe una actitud más autoritaria que esa. La pena es que al final del día la competencia entre candidatos se transforma en una competencia contra tu primo, tu amigo, tu hermano, tu profesor de yoga o el cura de la esquina. Llega un punto en el que comenzás a preguntarte cómo puede ser que aquella persona piense así…¡No! Peor aún: ¡cómo pudiste vos compartir tantos momentos felices con ella! Con esa persona que tiene la libertad para votar a otro candidato distinto que el tuyo y de creer en otras prioridades. ¡Qué absurdo!

Para ganar la discusión, convencer a quienes no están convencidos o manipular a aquellos que no tienen idea nos convertimos en soldaditos de plomo con un chumbo en la mano. Seguimos órdenes sin que nos la den, compartimos material de campaña sin que nos lo pidan y manipulamos datos por soberbia.

Cuando empezamos a hacer eso no somos mejores que aquél a quien acusamos de corromperse. Somos mentirosos nosotros. Somos manipuladores nosotros. Somos corruptos nosotros. Y por sobre todo, caemos presos de nuestro propio autoritarismo, aunque nos esforcemos por ocultarlo bajo el escudo de nuestras ideologías.

 

 

Soldadito

 

 

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Soldadinhos com o chumbo* na mão e as eleições no Brasil

Eu costumava pensar que havia grandes diferenças na forma como brasileiros e argentinos, em geral, nos relacionávamos com a política. No Brasil, os argentinos têm uma reputação de ser altamente politizados. E sim, eles são. A primeira vez que percebi o grau de seriedade que tinham com a política, foi num seminário sobre políticas públicas que assisti. Para minha surpresa, as pessoas depois de fornecer informações sobre o seu nome e sua cidade fechavam com sua identidade política: “Juan Perez. De Villa Domínico e peronista “,” Maria Garcia. Banfield e kirchnerista. ”

Parecia surreal. Eu sentia que fazia parte de uma cena de um filme do Buñuel. Esse tipo de sinédoque usada para se apresentar, me antecipou algo que depois se converteria em algo cotidiano: as cíclicas discussões entre kirchineristas e anti-kirchineristas.

Devo admitir que essa disputa sempre me irritou bastante. Não pela discussão política em si, mas por ler e escutar as barbaridades que as pessoas compartilham nas redes sociais sem nenhum senso crítico. Só para justificar sua posição e escolha partidária. Eram poucos –ao menos da minha limitada amostra- os que conseguiam e conseguem ter posições equilibradas. Ou seja, apontar o que há de ruim e resgatar o que há de bom.

No entanto, toda aquela carga emocional, identitária e, por momentos, irracional que sentia alheia a mim, se tornou mais próxima com essas eleições no Brasil. Desde que a campanha realmente começou minha timeline se converteu em um verdadeiro campo de batalha com golpes do mais baixo escalão.

De novo me lembrei que brasileiros e argentinos não são tão diferentes. Compartilhamos o vício pelo fanatismo, os discursos maniqueístas, a persuasão através do medo e, sobretudo, os idiotas com capacidade e formação que mesmo assim repetem, sem saber ou sem querer saber.

Não tenho certeza se essa é uma condição binacional ou universal, mas o impacto das campanas políticas nas pessoas é muito mais profundo do que eu imaginava.

Me impressiona como por um lado rasgamos as vestes falando de corrupção, de mentiras e de falta de transparência, mas terminamos fazendo exatamente a mesma coisa quando manipulamos dados para tentar “ganhar” uma discussão. Quando compartilhamos uma informação que sabemos não ser certa.  “Talvez cole. Talvez algum bobo acredite”.

Três dias atrás, recebi duas mensagens por whatsapp. A primeira dizia que a Interpol e o FBI tinham interceptado um plano que pretendia instaurar uma ditadura no Brasil caso o Partido dos Trabalhadores, de Dilma Rousseff, ganhasse as eleições. A segunda mensagem, alegava que tinham vazado documentos que diziam que se o candidato Aécio Neves ganhasse, todos as políticas de subsidio no Brasil seriam eliminadas. Sério? A cindo dias da eleição?

Essas coisas – por mais irreais que pareçam- transcendem e impactam. Por exemplo, um rumor de características similares chegou a Argentina e foi levado a sério pelo Jornal La Nación que publicou um editorial no dia 23 de outubro, sugerindo que caso ganhe Dilma Rousseff a liberdade de expressão estaria ameaçada no Brasil.

Parece que vale tudo, contanto que meus valores se imponham. Particularmente, acho que não existe uma atitude mais autoritária que essa. A lastima é que no final do dia a competição entre candidatos se transforma em uma competição com seu primo, seu amigo, seu irmão, seu professor de yoga e o padre da paróquia. Chega um ponto em que começamos a nos perguntar como pode ser que aquela pessoa pense assim…Não! Alguns vão mais longe: como pude eu compartilhar tantos momentos felizes com ela?! Com essa pessoa que tem a liberdade para votar a outra pessoa diferente da minha e que acredita em outras prioridades. Que absurdo!

Para ganhar a discussão, convencer a quem não está convencido ou manipular aqueles que não tem ideia, nos convertemos em soldadinhos de chumbo com o “chumbo” na mão. Seguimos ordens sem que nos deem, compartilhamos material de campanha sem que nos peçam e manipulamos dados por pura arrogância.

Quando começamos a fazer isso não somos melhores que aquele que acusamos de corromper-se. Nós somos mentirosos. Nós somos manipuladores. Nós somos corruptos. E sobretudo, caímos presos no nosso próprio autoritarismo, mesmo que nos esforcemos para ocultá-lo baixo o escudo de nossas ideologias.

Más lejos de lo que suponemos

Brasil ocupa el 1,6% de la superficie terrestre, el 5,7% de la tierra firme del planeta y el 20,8% de la superficie del continente americano. Su territorio tiene 8.511.996 km2. De toda esa gran extensión, tan sólo 7.367 km son costas. O sea, playas. Sin embargo, cuando digo que soy de una ciudad del interior del país, los argentinos se sorprenden.

Si bien casi 7 de cada 10 brasileños no viven en municipalidades costeras, la mayoría del mundo prefiere imaginarnos recostados en una playa paradisíaca tomando agua de coco, comiendo camarones y con una caipirinha en la mano. Muchas veces sospecho que aquella ilusión no es más que el profundo anhelo de encontrar un amigo a quien manguearle una casa en enero. Por eso, en esos casos, la decepción no tarda en llegar.

Esto es simplemente una observación para señalar un hecho: a pesar de su proximidad geográfica, Brasil y Argentina no podrían estar más lejos. No es sólo una cuestión de colonizadores o de lingüística, es una cuestión de estereotipos. A pesar del inmenso tránsito turístico y migratorio entre los países, nos conocemos poco.

Para la mayoría de los argentinos Brasil es lo mismo que para la mayoría de los gringos: playa, fútbol, mulatas y pastores evangélicos. Para la gran parte de los brasileños, la Argentina no pasa de Buenos Aires, tango, carne y alfajores. Si tenés suerte, Bariloche. A pesar del Mercosur, de las relaciones diplomáticas y comerciales tan cercanas, no hemos logrado aproximar verdaderamente nuestras historias.

Algo que siempre me resultó curioso -en especial desde que vivo acá- es que en la época en la que iba a la escuela en Brasil, no me hicieron leer ningún libro de un autor argentino. De hecho, en la clase de literatura, sólo  recuerdo haber estudidado autores brasileños, europeos y norteamericanos. Ni rastros de Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Ocampo, Storni, Arlt, etc.

En Argentina no es muy diferente. Por lo que pude averiguar, si bien hay mucha influencia de la literatura latinoamericana, el único libro de un autor brasileño que algunos amigos afirman haber leído en la escuela es “Mi planta de naranja-lima”, y muchos en realidad ni siquiera saben que es de un autor brasileño. Otra vez, ni rastros de Machado de Assis, José de Alencar, Guimarães Rosa, Clarice Lispector, etc.

A veces creo que nuestra relación pende tan sólo de pobres estereotipos, y así nos perdemos mucha de la riqueza cultural que podríamos intercambiar.

Es cierto que en algunos casos como el de la música la brecha es menor. Pero en general somos como dos hermanos que viven a una cuadra de distancia, pero que no saben nada de la vida y sentimientos profundos del otro. La proximidad física genera la ilusión de que ya conocen todo lo que deberían conocer. Suponen. Ustedes y nosotros, también. Y en el medio, se escurre la realidad.

 

Un poco de brasil (recomendados de hoy):  

Algo para leer: Memorias póstumas de Brás Cubas (Machado de Assis)

Algo para escuchar: Lenine, Jack soul brasileiro

Algo para probar: Pequi. Es un fruto nativo de la vegetación del centro-oeste brasileño, el cerrado. Generalmente se usa para acompañar un guiso de pollo o con arroz. Es una fruta que como estrategia de defensa tiene espinas por adentro. Si mordés el “carozo” las expulsa. No mata a nadie, sólo jode un poco. Esta fruta la amás o la odias. No hay punto medio.

Pequi

 

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Brasil ocupa o 1,6% da superfície do globo, 5,7% da terra firme do planeta y 20,8% da superfície do continente americano. Seu território tem 8.511.996 km2. De toda essa grande extensão, só 7.367 km2 são de litoral. No entanto, quando digo que sou de uma cidade no interior do país, os argentinos se surpreendem.

Quase 7 de cada 10 brasileiros não vivem em municípios litorâneos, mas a maioria do mundo prefere nos imaginar descansando em uma praia paradisíaca, tomando agua de coco, comendo camarões… e se for com uma caipirinha na mão, melhor. Muitas vezes suspeito que essa ilusão não é mais que uma profunda vontade de encontrar um amigo com quem passar as férias de janeiro. Por isso a decepção não demora em chegar.

Isso simplesmente é uma observação para demonstrar um fato: apesar da sua proximidade geográfica, Brasil e Argentina não poderiam estar mais afastados. Não é só uma questão de colonizadores ou linguística, é uma questão de estereótipos. Apesar do imenso fluxo turístico e migratório entre os países, nós nos conhecemos pouco.

Para a maioria dos argentinos, Brasil significa o mesmo que para a maioria dos gringos: praia, futebol, mulatas e pastores evangélicos. Para a grande maioria dos brasileiros, a Argentina não passa de Buenos Aires, tango, carne e alfajores. Com sorte, Bariloche.

Apesar do Mercosul, das relações diplomáticas e comerciais tão próximas, não conseguimos realmente aproximar nossas histórias. Existe um fato que sempre me deixou curiosa, em especial desde que vim pra cá: na época da escola não me lembro de haver lido nenhum autor argentino. Na realidade, só me lembro de estudar as fases da literatura brasileira e europeia. Nenhum rastro de Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Ocampo, Sotorni, Arlt, etc.

Na Argentina não é muito diferente. Pelo que eu pude averiguar, se bem exista muita influência da literatura latino-americana, o único livro de um autor brasileiro que alguns amigos afirmam ter lido na escola é o “Meu pé de laranja-lima”, e muitos na verdade, nem sabem que o autor é brasileiro. Outra vez, nem rastro de Machado de Assis, José de Alencar, Guimarães Rosa, Clarice Lispector, etc.

Às vezes acho que nossa relação pende só de estereótipos, e assim, claramente perdemos muita riqueza cultural que poderíamos intercambiar.

É verdade que em alguns casos como com a música, a brecha é menor. Mas em geral somos como duas irmãs que vivem a um quarteirão de distância, mas não sabem nada nem da vida, nem dos sentimentos mais profundos da outra. A proximidade física gera essa ilusão de que já conhecem tudo o que deveriam conhecer. Supõem. Vocês supõem e nós também. E no meio disso é onde a realidade escorre.

 

 

 

Nunca nos vamos a olvidar

Soy brasileña pero vivo en Buenos Aires desde hace un poco más que 4 años. Esto significa –ni más ni menos- que logré sobrevivir a dos mundiales en tierras rioplatenses. Para ser sincera, en 2010 esa preocupación ni existía. Recién llegaba y me sentía tan extranjera como mis amigos franceses, colombianos, austriacos o alemanes y, además, no tenía ningún amigo argentino.

Me acuerdo que fui a ver algún partido a Plaza San Martin y otro a una bar lleno de brasileños. Sin embargo, estaba sola cuando Brasil jugó contra Holanda y fue eliminado. A penas terminó el partido escuché la celebración de mis vecinos. “¡Qué hijos de puta. Realmente nos odian!” pensé. Pero no me enojé. Primero porque soy de esas personas que sólo mira fútbol durante los mundiales; segundo porque en ese momento nada de Argentina me pertenencia. Todo me era ajeno.

En 2014 fue diferente. Tenía novio y amigos locales. Mi primera preocupación era la hostilidad. No de las otras personas hacia mí, por el contrario, de la mía hacia los demás. ¿Podría lidiar con el cinismo agobiante del “Brasil decime que se siente”?

(Dibujo del artista carioca Jorge Vitor)

Sabía que mantener la elegancia demandaría mucho control. Llegó el mundial, mi novio y yo sucumbimos a la presión de comprar una tv gigante y nuestra jornada empezó mal: una fiesta de apertura ridícula y un japonés que inventaba penales. Tuve una epifanía: sentí que estaba jodida. Fue lo suficientemente fuerte para saber que algo malo ocurriría, por eso miré todos los partidos en mi casa.

Quería escapar de una posible humillación que sentía próxima. Durante los partidos de Argentina –que miraba con los amigos y amigas de mi novio- intentaba ser lo más neutral posible. Me limitaba a fingir una pequeña sonrisa cuando ellos disfrutaban del fetiche de tener una brasileña cerca a quien cantarle el hit del momento.

Sin embargo los juegos fueron pasando. Argentina se agrandaba. Brasil se achicaba. Yo no aguantaba más. Pero nunca imaginé lo que venía. El 7 a 1 cambió todo. Mientras los alemanes nos invitaban gentilmente a pasear por el infierno, yo iba cayendo a cuenta de que mi vida en Buenos Aires ya no podría ser igual.

Para todo el planeta el mundial de Brasil terminó un 13 de julio, sin embargo, para los brasileños que vivimos en Argentina, no terminará jamás. Las pruebas empíricas ya lo demuestran. Cuando uno dice que es brasileño sólo puede esperar cuatro reacciones de un argentino:  1- “¿Ah sí? Me encanta Brasil” (Ok…qué me importa); 2 – “Yo hablo portugués” (No, la verdad que no hablás); 3- “Pelé debutó con un pibe” (Ay Maradona…). 4 – “Brasil decime que se siete” (Porque no te vas a la CDTM).

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Sou brasileira e vivo em Buenos Aires ha um pouco mais que 4 anos. Isso significa- nem mais nem menos – que consegui sobreviver a duas copas do mundo na Argentina. Para ser sincera, em 2010, essa preocupação nem existia. Recém chegava e me sentia tão estrangeira como meus amigos franceses, colombianos, austríacos ou alemãs, e, além do mais, não tinha nenhum amigo argentino.

Me lembro que fui assistir alguns jogos na Praça San Martin e outros em bares cheios de brasileiros. Mas estava sozinha quando Brasil jogou contra a Holanda e foi eliminado. O jogo mal terminou e eu já podia escutar a comemoração dos meus vizinhos. Pensei, “Que filhos da puta. Eles realmente nos odeiam!”. Não fiquei grilada. Primeiro porque sou uma dessas pessoas que só assiste futebol em tempos de copa; segundo porque nesse momento nada da Argentina me pertencia. Tudo parecia muito distante.

Em 2014 foi diferente. Eu tinha namorado e amigos locais. Minha primeira preocupação era a hostilidade. Não das outras pessoas comigo, ao contrário, da minha contra os demais. Seria possível lidar com o cinismo da agoniante canção “Brasil decime que se siente”?

Eu sabia que manter a elegância demandaria muito controle. Chegou a copa do mundo, meu namorado e eu, sucumbimos a pressão de comprar uma tv gigante e nossa jornada começou mal: uma festa de abertura ridícula e um japonês que inventava pênaltis. Tive uma epifania: estava fodida. Fui suficientemente forte para saber que não tínhamos chance, por isso decidi assistir todos os jogos na minha casa.

Queria escapar de uma possível humilhação que sentia que se aproximava. Durante os jogos da Argentina – que eu assistia com os amigos e amigas do meu namorado – tentava ser a mais neutra possível. Me limitava a fingir um pequeno sorriso quando eles disfrutavam do fetiche de ter uma brasileira perto para escutar o hit do momento (“Brasil decime…).

No entanto os jogos foram passando. A Argentina ia crescendo e o Brasil diminuindo. Já não aguentava mais. Mas nunca pude imaginar o que estava por vir. O 7 a 1 mudou tudo. Enquanto os alemães nos convidavam gentilmente a passear pelo inferno, eu ia me dando conta de que minha vida em Buenos Aires já não poderia ser mais a mesma.

Para todo mundo a copa terminou no dia 13 de julho, no entanto, para os brasileiros que vivem na Argentina, ela não terminará jamais. As provas empíricas podem demonstrar isso. Quando uma pessoa diz que é brasileira em Buenos Aires, só pode esperar 4 reações: 1- “Ah sim? Eu adoro o Brasil” (Aham…realmente não me interessa); 2- “Eu falo português” (Não, na verdade você não fala não); 3- “Pelé transou com um moleque” (Aiaiai Maradona…); 4- “Brasil decime que se siente” (Porque você não vai tomar bem no fundo do seu C).