Crónicas de la televida: Teletrabajo y stress post traumático.

#TeleTrabajo

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Por Paula Mariana Maciel Balbinder- Profesional y Teletrabajadora

Después de un tiempo de no escribir, me veo en la ocasión de abordar un tema que resulta absolutamente original: cómo reorganizarse como teletrabajador después de un cataclismo.

 

Cuando uno empieza a leer sobre teletrabajo, encuentra que son indispensables algunas circunstancias previas: Un lugar donde teletrabajar, tranquilo y con cierta privacidad; tecnología adecuada y una buena conexión; predisposición y determinadas condiciones psicológicas y de personalidad que permitan concentrarse en la tarea.

En agosto del año 13, yo me encontraba abocada a formalizar y organizar el área de inclusión de la Fundación Caminando Utopías, bautizada de entrecasa como “Rodando Utopías”. Su objetivo principal era y es analizar las barreras que algunos grupos vulnerables encuentran para teletrabajar y ayudar a removerlas.

Lo que se formó en primera instancia, el núcleo del área, es lo que llamamos línea de ayuda. Muchas personas que desean teletrabajar nos consultan sobre cómo hacerlo, cómo aprender, cómo empezar, cómo adaptar un puesto, cómo hacer una tesis sobre teletrabajo… empezó como un boca a boca, pantalla a pantalla, red informal. Los medios, la tecnología usada, eran desde el teléfono hasta las redes sociales, pasando por correo y listas. Casi siempre, el tema consultado es sobre discapacidad y accesibilidad digital.

Nosotros no nos habíamos planteado ofrecer un  servicio: conocidos de conocidos nos tomaban como referente y nos llegaban preguntas y pedidos. Por eso nos planteamos ponerle nombre, organizarla y darle una estructura más formal. Además, propusimos dos metas más, aparte de la línea de ayuda: El desarrollo de tecnología de apoyo para teletrabajadores con discapacidad y el activismo e investigación sobre accesibilidad digital, o sea, contribuir para que las herramientas y sitios que existan o se creen sean más accesibles y más adecuados para teletrabajadores.

Habíamos empezado a escribir y charlar sobre cómo presentar el área, que acciones emprender y, por supuesto, dónde conseguir fondos.

Ahora bien ¿Qué tiene que ver este cuento con el stress post traumático?

El 27 de agosto, nos despertamos como siempre un poco tarde (somos bastante nocturnos, salvo que tengamos algún compromiso temprano). En la casa estábamos Martín Balbinder, Roberto Oliva y un huésped que no desea ser nombrada, aparte de quien escribe este texto.

Prendimos el aire acondicionado para caldear la habitación , saludamos a nuestros indispensables telegatos y empezamos con el primer mate mientras planificábamos las tareas del día. Nada fuera de lo común.

Aquí la historia y la escritura se ponen difíciles. La conté mil veces, pero creo que es la primera vez que lo escribo. Se cortó la luz. Yo me levanté a ver si algo había hecho cortocircuito. Camino con bastante dificultad y veo poco; mi esposo no ve y no camina, pero el resto de la casa aún dormía.

Cuando pasé por el pasillo, vi un resplandor naranja en vez de la cortina blanca. Tardé en saber qué era. Me fui acercando hasta enfocar mejor la imagen. Fuego. Supongo que nunca grité tanto.

Minutos después, los humanos y la perra estábamos afuera mirando las llamas, los bomberos, la policía, las ambulancias. Hay filmaciones de noticieros, pero no sé cómo conseguirlas.

Horas después, llegué a casa de mis padres, con lo puesto y un celular. Después de bañarme, pedí prestada la computadora, para avisar que estaba bien y delegar o suspender los compromisos laborales en la Fundación y en la Universidad donde doy clase. Unos días más tarde, nos mudamos con unos amigos.

De pronto, no tenía más ni mi lugar de trabajo, ni mis computadoras (una de ellas se derritió, la otra casi) ni una conexión estable, ni, mucho menos, capacidad para concentrarme. El celular, medio chamuscado, funcionaba de vez en cuando y me permitió conectarme.

¿Qué pasó entonces con mi bebé, el área de inclusión? Pasó que todo ese asesoramiento sin cargo, activismo, militancia y redes de contactos, se dio vuelta sin que lo pidiera y se enfocó en un solo objetivo: ayudarnos. Recibimos donaciones, una computadora, un celular, dinero, ropa de abrigo, cosas para la casa, servicio técnico para recuperar parte de nuestros archivos perdidos… el que no tenía cosas materiales para ofrecer, difundía, tendía puentes, generaba redes, ofrecía contactos. La línea de ayuda siguió funcionando, pero ahora en ambos sentidos. Seguimos respondiendo consultas, pero también recibiendo mucho. Lo único que teníamos, contactos, fue sirviendo para reconstruir nuestra vida.

El siguiente artículo de esta serie versará sobre el área de inclusión, su estado actual y sus acciones futuras. Éste cierra contando cómo estos medios virtuales, a veces tan denostados, pueden convertirse en un maravilloso canal para la solidaridad.

 

Para comunicarse con Paula Mariana Maciel Balbinder  a través de paumaciel@gmail.com