La identidad: el teletrabajo y los otros

#TeleTrabajo

136_herlaynne_seguraEl trabajo ha sido para hombres y mujeres de la sociedad un referente de identidad.  Sin  embargo, como lo evidencian algunos autores, las transformaciones ocurridas en las últimas décadas, el cambio de sus estructuras, la flexibilización de éste, trajo consigo modificaciones en cuanto a la forma de asumirlo, aunque, no por ello ha perdido estatus dentro de las fuentes de identidad. En este sentido, cuando se habla con teletrabajadores, se pueden identificar algunos elementos de sus  discursos que apuntan en esta dirección. 

Las transformaciones introducidas en las estructuras productivas y la llamada flexibilización laboral han implicado cambios notables en las relaciones y en la concepción del trabajo, sin embargo, éste no pierde su lugar.  Los teletrabajadores hablan de la representación de sí mismos, de los logros laborales, del alcance de las metas en sus proyectos de vida con relación a lo profesional parece constituir un aspecto básico de la identidad.

A diferencia del trabajo tradicional, de sus estructuras y relaciones, los sujetos teletrabajadores, parecen tener que hacer un esfuerzo mayor por el reconocimiento de los otros como sujetos productivos, en la medida en que son mirados a partir de unos estereotipos en los que no encajan. Es importante entonces poder tener como perspectiva, el lugar que tiene el trabajo en la construcción de identidad para dar un contexto al discurso de los teletrabajadores.

Muchas de las personas a las que se les consulta sobre su experiencia con el teletrabajo dan cuenta de la dificultad que tienen para que quienes los rodean reconozcan la seriedad de su labor. En su cotidianidad tienen que lidiar con los estereotipos que culturalmente se han construido frente al hombre o mujer trabajadores: estar vinculado a una empresa, salir todos los días a una determinada hora, pasar el día por fuera de la casa, llegar en la tarde, parecen ser parte de los elementos que integran la representación vinculada a los individuos productivos; el hecho de no encajar en estos modelos, hace que para quienes rodean al teletrabajador, sus actividades estén relacionadas con el ocio y no con el trabajo:

Para quienes están vinculados a una empresa y hacen parte del grupo de los que teletrabajan, el ganarse el reconocimiento de su trabajo implica no sólo a las familias y otras personas cercanas, sino también a los compañeros que trabajan en horarios convencionales y dentro de la empresa.

Los teletrabajadores observan que sus compañeros tienen ciertas suspicacias frente a la labor que desarrollan en el teletrabajo, el hecho de quedarse en su casa, de no ir a la oficina a cumplir con un horario, es indicador para quienes están todo el día en la empresa, de que el trabajo es muy fácil, de que son privilegiados; aún cumpliendo con sus funciones, entregando los productos encargados, son objeto de crítica o mínimo de cierta intriga.

Ante el teletrabajo, quienes lo ejercen se ven obligados a encontrar una “autoimagen”, explicarse frente a los otros y esto está relacionado con la misma rutina que establecen para teletrabajar: su forma de vestir, su relación con la familia y el entorno e incluso, de ser posible, asistir a la oficina una vez por semana o una vez por mes para sobrellevar esta situación también frente a sus compañeros de trabajo y sus jefes. En este aspecto, como lo anota Kiran Mirchandani, es clave la dirección de un jefe que articule la figura del  teletrabajador en la dinámica de los empleados convencionales (Jackson, 1999; Pérez, Sánchez y de Luis Carnicier, 2002).

La construcción de una identidad como teletrabajador, sin duda, constituye un factor clave para asumir esta modalidad laboral  y muy posiblemente para mantenerla incorporada a la vida cotidiana.

Herlaynne Segura

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