Por: Sol Iametti
“En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida: Sigue adelante.”
Robert Frost
¿Cuánto amor cabe en la palabra vida? ¿Cuánto amor cabe entre sus letras? ¿Podemos medir el amor?
Empezar una nota con preguntas; algo que no hacía hace tiempo.
¿Se acuerdan que en la nota anterior hablaba de que siento que las películas salen a encontrarme? Bueno, ésta vez no sólo salió a encontrarme sino que me abrazó… fuerte… intensamente fuerte, como en esos abrazos en los que cerramos los ojos sin notarlo, esa clase de intensidad: la intensidad que se impregna por debajo de la piel para integrarse a nosotros.
Venuto al mondo (o Twice Born, su título en inglés) es un film con corazón; un film que sigue palpitando aún después de los créditos, y nos lleva tan lejos que por un momento no conseguimos volvernos a orientar.
Con actuaciones estelares de Penélope Cruz y Emile Hirsch, este largometraje de 127 minutos logra ensamblar el amor, la tragedia y el cambio de forma impecable, generando un encastre que brilla gracias a su sensibilidad. Conceptos como la melancolía, la nostalgia; el sentido de pertenencia, la paternidad; y hasta elementos evidentemente opuestos como el amor y la guerra, son expuestos con un tacto único, sembrando frases y escenas inolvidables a su paso.
Gracias a todos estos factores, esta historia relatada entre Sarajevo y Roma tiene lo necesario para entablar un diálogo serio, eficiente y humano; poniendo en evidencia los pactos agridulces que pueden llegar a convertirnos en una esencia fantasma. Nos sumerge en una marejada de sensaciones, incitándonos a dejarnos fluir en su corriente; guiándonos directo hasta otro continente (o hasta otras porciones de nosotros).
Como dije en la nota de Bajo la misma estrella: en este punto elijo detener mi descripción, porque me gustaría que esta nota actúe de incentivo. Sin embargo, sí voy a dejarles una frase del final de la película; una frase que se quedó conmigo: - Para mí la palabra más bella es “Gracias”.
Y son justamente películas como ésta las que me hacen pensar: - Para mí también.
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¿Cuánto amor cabe en la palabra vida? ¿Cuánto amor cabe entre sus letras?
Supongo que depende del que escribe. – Una respuesta -