El arte de respirar

#TodasMisPalabras

París en movimiento

“El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos.”
Platón

Sentimientos… Una palabra contenedora. Una palabra que alberga una semana intensiva, tres películas francesas del mismo director, y mucho que pensar.

Si hace un mes me hubieran preguntado quién era Cédric Klapisch no hubiera tenido respuesta; y sin embargo ahora, después de haber visto 3 películas de su filmografía, siento que podría pasar horas desmenuzando sus guiones.

Mi primera cita con este director francés fue espontánea, un lunes por la noche, con Lo mejor de nuestras vidas (Casse-tête chinois) en pantalla. Mi primera película de Klapisch y el inicio de una trilogía a partir de su última entrega, algo que carece de sentido. Aún así, creo que todo se dio como tenía que darse, porque eso me llevó al punto de partida: Piso compartido (L’auberge espagnole), un film que me habían recomendado hace tiempo, y que por alguna razón no me había detenido a buscar.

Entonces, el verdadero flechazo: Piso compartido nos presenta a Xavier y su historia de intercambio de París a Barcelona; intercambio de ciudades, intercambio de amistades e intercambio de rutinas. Es a partir de este viaje que Xavier abandona el camino del futuro asegurado y decide detenerse, escucharse y dejarse llevar. Es a partir de un salto a lo desconocido, que Xavier consigue (re)conocerse. Tras el apercibimiento de que somos un collage de los lugares que visitamos y de las personas que conocemos en el camino, Xavier cae en la cuenta de que la diferencia entre un momento y un momento inolvidable reside en nuestro entorno, y lo que es más, en nuestra capacidad de aprender a valorar.

Y así estaba, lista para escribir sobre Piso compartido, los viajes, y el re-descubrimiento; así estaba cuando París apareció en el trayecto; una película ajena a la trilogía, pero con un sello similar en su mensaje.

Este film del 2008 no sólo tiene un reparto impecable, sino que teje pequeñas historias con una sensibilidad característica del cine francés (justamente el aspecto que más me interesa): saber manejar la armonía entre comedia y drama. Las líneas que van desprendiendo de la visión de su protagonista, que sufre de una enfermedad cardíaca, nos enfrentan a la misma realidad de la que hablaba en la primera nota: Somos instantes. Somos instantes que se dejan llevar por la velocidad de la rutina, como trompos que giran sin cesar y pierden claridad de lo que transcurre a su alrededor. Por eso, como dice el pie de la foto de portada: a veces detenerse es parte del camino; a veces detenerse no supone quedar atrás, sino afianzarnos para seguir avanzando; a veces detenerse es sinónimo de tomar aire para seguir siguiendo.

Y así estoy ahora, lista para cerrar la nota, pero antes, elijo detenerme en una de las últimas frases de París: “Ellos no saben lo afortunados que son; caminando, respirando, corriendo, discutiendo, llegando tarde. No saben la suerte que tienen de poder estar así, sin preocupaciones por París.”

París

 

¿Por qué nos cuesta tanto lanzarnos a los no planes y dejarnos fluir? Tal vez es cuestión de detenerse para escucharnos respirar, animarnos a sentir; entender que ser y estar es un privilegio. Creo que una vez que aprendemos a entenderlo, ya tenemos una parte del camino descifrado.

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Y como todo está relacionado con todo…