Nunca vuelve el viajero; quién viaja, cambia

#TodasMisPalabras

Madrid

“Cuando llueve comparto mi paraguas, si no tengo paraguas, comparto la lluvia.”
- Enrique Ernesto Febbraro

De Roma a Florencia; después París, luego Barcelona; y Madrid para lo último. Todas las ciudades bajo lluvia. Todas lluvias distintas, como la gente cuando llueve.

¿Volví o volvió mi cuerpo? Escribo y todavía no encuentro la respuesta.

Creo que una parte de mí todavía está viajando por Europa, sentada en los Jardines de Luxemburgo, mirando como todos hacen de los grandes jardines el jardín de su casa; o quizá está en Barcelona hundiendo las plantas de los pies en la espuma del Mediterráneo; o se quedó sumida en un domingo eterno de Trastevere, cambiando el mate por voces en inglés y pies desnudos que sienten la tierra en primera persona.

Viajar y volver parecen verbos, pero en mi cuaderno son hermanos, y se pelean y se amigan, y viven bajo el mismo techo pero a veces necesitan aire. Caminan por senderos separados hasta que vuelven a cruzarse. Y así van, trazando ochos en mis notas.

Mi despedida de Europa estuvo coronada con Madrid bajo la lluvia. Ésta vez, a diferencia del 2012, no pude encontrarme en España; ésta vez fui una extraña en mi propia piel, y el viento y el agua se sintieron mucho más fuerte que en París. Esa noche vino una frase a mi cabeza, la misma que sirve de título para esta nota. ¿Cómo sentirme igual si no soy la misma?

El primer viaje me enseñó que viajar hace bien al corazón (y no necesita prescripciones). El primer viaje me enseñó que viajar es alimentarse, abrir los ojos, abrazar las ciudades en cada partida, aprender a vibrar con su historia para aprender a vibrar en la nuestra.

Y así como Madrid no es igual a París, ni París a Barcelona o a Roma, así la lluvia. Las ciudades son distintas, su forma de llover es distinta, su gente, sus costumbres; como la chica de hace 2 años atrás y yo, ahora.

Entonces, ¿volví o volvió mi cuerpo? Volvió mi cuerpo como vasija. Y la vasija vuelve para volverse a llenar, para aprender otras historias de este lado del Atlántico. La vasija vuelve para aprender que cada pérdida encierra saldos positivos. Volvió mi cuerpo para despejar las nubes, para pedirle disculpas a Madrid por señalarlo con el índice, para repetirse anécdotas nuevas y detener la mirada en fotos frescas… y así volver por un rato el tiempo atrás, y así volver a viajar: otro ocho, otra intersección en el camino.

Volví para llover en Buenos Aires, llover distinto, como la gente, como todas las ciudades.

Notre Dame

… Y la música de fondo para el regreso: