Ahora que… Sabina

#TodasMisPalabras

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“Y la vida siguió,
Como siguen las cosas que no
Tienen mucho sentido.”
Donde habita el olvido – Joaquín Sabina

“Tres minutos de música, años de recuerdos” – dice una frase en mi pantalla. Y ya lo creo. Hay canciones que nos hacen viajar en tiempo y espacio; canciones que no requieren boarding pass; canciones que se adhieren a la piel como un tatuaje, como la encarnación de un poema trans-dérmico.

Joaquín,

Si tuviera que empezar a explicar la razón por la que escribo, quizás no la encontraría. En tus canciones encuentro el fiel reflejo de historias que no he vivido, pero que siento en carne propia a través de la rudeza de tu voz.

Poemas. Estoy leyendo un libro, Ciento volando de Catorce. Entonces todo parece tener sentido: las canciones y la poesía se entrelazan, (se) conviven en la misma habitación. Las poesías también traen consigo años de recuerdos, o experiencias, o días de intemperie.

Quiero agradecerte: has resucitado la poesía que nace desde adentro y tus canciones hicieron que vuelva a estar en España sin escalas; tus canciones me han servido de soundtrack para los últimos meses de gestación de un libro; tus canciones me resucitan las mañanas de sábado junto a mi madre, cada vez, todas las veces.

Te he escuchado en vivo en Buenos Aires y de trasfondo en las rutas que conectan Zaragoza con Madrid. Te he escuchado mil veces en el living de mi casa, adornando con tus versos la melancolía de los abrazos maternales. Reconozco que por esto también quiero agradecerte: tus canciones-poema han sanado mis heridas, dejando cicatrices expuestas, para recordarme de que sigo con vida.

Gracias Joaquín, y perdona la confianza, es que siento que tus canciones me (re)conocen de otra vida. Gracias por Madrid, gracias por París; gracias por la franqueza de tus versos que me enseñan que es posible desnudarse las palabras sin tapujos. Gracias. Gracias por devolverme a mi madre en cada canción (por eso, sobre todo).

Y ya ves, me sobran los motivos para darte las gracias, para escribir esta carta que nunca llegará a tus manos, para exorcizarme las ganas de escribir. Me sobran los motivos para sentarme en la escalera a silbar tu/mi melodía:

Que el maquillaje no apague tu risa,
que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo.
Que el fin del mundo te pille bailando,
que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.
Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de ti el desamparo,
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.