El viaje de afuera hacia adentro

#TodasMisPalabras

2014-10-02 17.19.20

“La primera vez que llegamos a una ciudad, vemos las calles sin perspectiva, edificios carentes de sentido, todo es desconocido. Más adelante, habremos vivido en esta ciudad, habremos andado por estas calles, habremos llegado al final de las perspectivas, habremos conocido los edificios, habremos vivido historias con la gente. Cuando hayamos vivido en esta ciudad, por esta calle habremos pasado 10-20.000 veces.”
- Piso compartido (2002)

Empezar un viaje. Recorrer la ciudad de forma lateral, diagonal, transversal; atravesarla. Empezar un viaje y abandonar todos los intentos de control, dejar que la ciudad nos sorprenda, escuchar las historias que habitan sus rincones y la luz que encierran sus secretos. Viajar es entregarse a la ciudad de brazos abiertos: llegué hasta aquí, llegué hasta ti para aprehenderme; algo que solo aprendemos después de haber partido.

Desde mi primer viaje adopté la costumbre de adivinar la identidad de las ciudades como si fueran personas. Así fue como leí a París por primera vez como si fuera un poema de jazz y tarde de lluvia, una mirada nostálgica que extiende su mano como un intento de volver a respirar. Así también imaginé a Venecia en un día nublado como una novia que se esconde tras un velo de soledad; la gente viene y va, la transita, la recorre, pero solo algunos oyen sus historias pasadas de agua, solo algunos aprecian las historias de des-amor que encierran sus mejillas gastadas por el transcurso de los años.

Ayer escribí: “Alguien alguna vez me dijo que no leemos libros sino que el libro nos lee y nos devuelve una versión de nosotros espejada. Por cada libro, una lectura; por cada libro una visión que clama su propia identidad.  Y así como cada uno de nosotros nunca deja de auto-descubrirse, un libro encierra mil lecturas, o mil visiones, o cientos de formas de adoptar el mundo entre las manos.” Entiendo que ésta es mi forma de viajar, que las ciudades son un espejo de las necesidades, los deseos y secretos que nosotros mismos tenemos reticencia a revelar. “Por cada libro una visión“, entonces por cada ciudad una nueva perspectiva, tantas como la cantidad de personas que la recorren día a día, minuto a minuto, temporada a temporada; y en cada perspectiva, un mundo.

Empecé mi viaje sin antecedentes de París, y sin embargo fue la ciudad que hizo que forjara aceptación hacia mi propia oscuridad. París como ese hombre que no tiene miedo del curso de su río, del filo de su frío, de su mirada azul. Luego Praga hizo que enfrentara mis prejuicios e ideales de belleza: las ruinas son necesarias para volver a construir. Más adelante, Roma sacudió los cimientos de mis expectativas, pronunciando su nombre de manera tempestiva y aclarándome de entrada: no esperes nada de mí, asume mis formas en la medida que te animes a aceptar(te).

El viaje de afuera hacia adentro. Atravesar un océano, o no, aprender a leernos inclusive en nuestra ciudad natal.  En Buenos Aires abracé las avenidas por la noche, y tuve frío, y me hastié del viaje en colectivo, y escuché música para sanar al volver del hospital; y quise, quise mucho sobre una terraza de mi barrio, en la esquina de un colegio, en el banco de un club. En Buenos Aires he quedado huérfana, y mi casa ahora alberga miles de historias, historias que viajan desde España, el sur de la Argentina, el barrio de Floresta o Paternal. En Buenos Aires he dado a luz al libro de un viaje, dos padres y el cáncer como catalizador de un cambio de rumbo.

El viaje de afuera hacia adentro en proceso constante, porque nunca dejamos de leer, porque crecer es el proceso constante de encontrar nuestra propia latitud, cuándo y dónde tenga que ser.

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¿En qué momento se invierten los roles con la ciudad que nos ha visto crecer?
Hoy digo: Tú Buenos Aires, serás mi canvas.
Endulzaré mis oídos de la mano de un acento que viaja del este.
Cavaré fosas en las avenidas para enterrar los secretos de amores que aún no he olvidado – o me he negado a olvidar.
Admiraré tu noche eterna a través del cristal del autobús:
frases a la inversa, como tú y yo que nos liamos y a la vez nos repelemos.
Tú Buenos Aires, tú serás París, y Barcelona, y Madrid.
Me atreveré a invocar mi inspiración como quién espera la tormenta para lavarse los miedos.
Tú me vencerás a mitad de mis prejuicios haciendo que me tuerza en una súplica transcontinental: ‘take me back’
He regresado apropiándome de una vez por todas de todas las letras que componen la oración que nos une: dar a luz.
Tú me contienes, y yo contengo nuevas historias por contar.
Me has dado de beber en medio del desierto gestando un oasis con tu multiplicidad.
Tú, Buenos Aires has sabido (de)mostrarme falible,
dispuesta a quedarme a tu lado sin reloj ni calendario.
Hoy digo: yo Buenos Aires, seré tu canvas.

Fuente: http://on.fb.me/1ciTAWZ

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