Por: Sol Iametti
“El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.”
Marcel Proust
El invierno ha llegado a Buenos Aires, pero parece no importarme. El matiz de los grises esta vez se ve más atractivo. Las intersecciones del microcentro han salido a encontrarme como los amantes que se filtran por debajo de la piel. Si Buenos Aires hablara, diría anfibio; como un amor que sobrevive a la tormenta.
Que se diga: una noche en un teatro de San Telmo volví a enamorarme de la ciudad que me ha visto nacer. Una noche de tango corrupto y frío en las esquinas, encontré resguardo en un teatro de toldos verdes y luces clandestinas. Un contrabajo, un violín, un teclado y un bandoneón aún en pausa componían el prólogo ideal para dejarme una estela de romance en los labios al compás del 2×4.
Alguien había decido jugar con las latitudes sin avisarme y me había devuelto a la nostalgia de mi versión preferida de París: el París azul que caló de manera tan profunda en mis recuerdos.
La convulsión de los tangos y sus penas de amor; la radio con estática que se asoma por las ventanas de los barrios; el aroma a asfalto después de la lluvia; el humo de los cigarrillos y sus estelas huérfanas al aire; el trueno de los tacos y el perfume de mujer, la amplitud de una avenida que atraviesa la ciudad y me atraviesa… Me he vuelto a enamorar de mi ciudad.
Que se diga: le dedico este poema no por deseo, mas por necesidad. Necesito decirle que a pesar de haberme sentido ajena a su naturaleza durante tantísimo tiempo, llegó el momento de reconocer que admiro su naturalidad para ser una flor que brota entre el caos y el estruendo de su propia historia.
Buenos Aires, aún no he podido definir si es la fiebre de tu insomnio que te mantiene en pie, o tu forma vertiginosa de transformarte en espasmo lo que te convierte en mi espejo; o quizás sea el collage de todas tus versiones y tu multiplicidad de voces. Sea de la forma que sea, hoy lo he entendido: a partir de hoy me entrego entera, sin abreviaturas.
***
Que sería de mí sin Buenos Aires.
Que sería de mí sin el compás del 2×4,
sin la nostalgia de tus cúpulas,
sin las constelaciones de calle Corrientes.
Que sería de mí sin tu destello de París en las esquinas,
sin el romance clandestino de tus avenidas,
o la conmoción de tus luces y tus sombras a pleno atardecer.
Buenos Aires,
que sería de mí sin el incendio de tus voces,
sin la seducción de tus pasajes,
o sin el fuego de tu asfalto en época estival;
que sería de mí sin tu perfume a cemento y humedad,
sin la intimidad de tus teatros,
o tu fotografía eterna de San Telmo…
Una noche de julio lo vi todo más claro:
Soy el vibrar del contrabajo,
la agonía del violín,
el tango,
la poesia a las 3 de la mañana.
Soy el ir y venir del bandoneón,
la caricia de un disco de Almendra,
una infancia a la intemperie con Piazzolla,
- y esto se lo debo también a mi padre -.
Soy el arrebato de un día de lluvia en Microcentro,
las radios AM de todos los barrios,
en todos los horarios.
Soy Capital, Buenos Aires y Argentina.
Tú, Buenos Aires,
me has enseñado a renacer de las cenizas,
y admito que sin ti no sería lo que soy:
una mujer que ha decidido escribir
para salvarse.