La mirada del odio en una imagen

#UnaBuenaFoto

“Me miró con sus ojos de odio y esperó a que retrocediera. Pero no retrocedí. Si tengo una cámara en las manos, no conozco el miedo.” Alfred Eisenstaedt

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Hoy les traigo la historia de una fotografía icónica de la Segunda Guerra Mundial, mejor dicho, de  uno de sus personajes más sombríos y nefastos: el ministro de propaganda Nazi Joseph Goebbels, mano derecha de Adolf Hitler.

El hombre detrás de la foto es Alfred Eisenstaedt. Nacido en Polonia en el seno de una familia judía fue testigo del ascenso del partido Nazi liderado por Hitler. Exiliado en Berlín el hostigamiento fue tal que tuvo que emigrar definitivamente a los Estados Unidos. Allí se convirtió en un fotógrafo muy reconocido. Fue corresponsal de prensa para la revista Times, lo que le permitió viajar por el mundo retratando a las personas. Eisenstaedt  fue el único hombre que pudo fotografiar el rostro del odio, la maldad, y la hipocresía del ministro nazi.
Sucedió en Ginebra en 1933. Eisenstaedt tuvo la oportunidad de capturar a Joseph Goebbels. En la primera foto no hubo mayor problema porque el ambiente era distendido y Goebbels, una gran estrella mediática, recibía de buen tedio a la prensa acreditada.

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En la segunda foto el semblante de Goebbels cambió rotundamente: le habían avisado que uno de los fotógrafos acreditados era judío. Su mirada se transformó en puro odio y antisemitismo.

“En 1933, viajé a Ginebra para la decimoquinta reunión de la Liga de las Naciones. Allí, sentado en el jardín del hotel, estaba el Dr. Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, hubo un momento que el sonreía con todos, pero conmigo no lo hizo. Detrás suyo estaban su secretario privado y su intérprete. Ya alguien le había dicho que yo era un fotógrafo judío. Me regresó a ver con odio y me clavó fijamente la mirada. Yo también se la mantuve firme. ¿Me consideraba su enemigo?, parece que sí.
Mucha gente suele preguntarme acerca de cómo me sentía cuando tenía que fotografiar a estos tipos. Obviamente, no tan bien, pero cuando tengo una cámara en la mano no conozco el miedo”. Contó el fotógrafo.

Esta foto es una de las obras maestras de  Eisenstaedt además de la legendaria imagen del beso entre un marinero y una enfermera en Nueva York, de la que les contaré en algún próximo post. Hasta entonces!