La ciudad es una constelación de pulsos donde uno puede sentirse más vivo, no hay muchos y por lo que refieren cronistas que recorren la metrópoli ellos son los que te encuentran, no viceversa. Esa es la relación espacio-emociones que todo el tiempo buscan los fotógrafos, historiadores y escritores de la urbe, pero también les funcionó al colectivo Somos Mexas para localizar su centro de operaciones artísticas en la calle Topacio 25, en La Merced, en una abandonada fábrica de cubrebocas que se mudó a otro lugar luego de la epidemia de influenza en la capital mexicana.
ATEA (Arte/Taller/Estudio/Arquitectura) es más que una sala de exposiciones de piezas de arte, más que una serie de talleres de serigrafía, restauración de bicicletas, diseño textil, pues se trata de un proyecto de acupuntura urbana que busca transformar su entorno, el mundo de sus vecinos que pasan a toda prisa con diablos cargados de mercancía o de compradores que acuden a La Merced para surtirse de productos.
El ambiente que los rodea está lleno de inmuebles históricos catalogados, vecindades, la calle San Pablo y sus sexoservidoras mascando chicle a cualquier hora del día mientras los transeúntes las observan con morbo. Ese es el pulso de este barrio de la ciudad. Su pulso se encuentra en el primer piso de un estacionamiento público intervenido por grafitis a espalda del viejo Templo de San Pablo.
De acuerdo con Diccionario Nuestro Lugar-Mis Palabras, en La Merced, la palabra barrio significa: “Se está perdiendo el significado”, bueno, ya también no lo respetan, y antes decían: “No, donde te metas en mi barrio, lo que quieras por allá, adelante, pero mi barrio lo respetas”. Eso es caminar entre la muchedumbre, en vías angostas donde las mujeres se rizan las pestañas y se planchan las cejas en la calle Alhóndiga, una especie de salón de belleza masivo de todos los días. Entre diseños de uñas de acrílico nuevas, cabello postizo azul, verde o rojo, junto a la Santa Muerte, cantinas viejas, puestos de gorditas. El pulso.
Héctor López, uno de los cinco creadores del colectivo Somos Mexas, dice que uno de los objetivos de su trabajo es la transformación del entorno sin recurrir a evangelizar sobre los beneficios del arte; la gente se acerca sola. La palabra mexas se usa en la frontera para llamar con descalificativo a los mexicanos, pero la empleamos para darle la vuelta de tuerca a su significado, explica desde la azotea de ATEA donde se tiene una vista de la zona oriente y donde se realizan conciertos y proyección de películas.
Encontrar “arte” en las zonas más cool de la ciudad no tiene ya nada de relevante, lo interesante es encontrar apuestas arriesgadas en barrios donde lo único que prolifera es el comercio, la desintegración social, asaltos, diableros llevando sus enormes cargas entre calles angostas del que fue en otro tiempo el centro comercial más importante del Distrito Federal conectado con Xochimilco y Milpa Alta a través de canales.
El colectivo lo conforman Jesús López, Víctor Acoltzi, Héctor López, Yareth Silva y Gabriela Sisniega, aunque ya se sumaron cuatro más a la plantilla. Si la acupuntura urbana busca generar nuevos discursos narrativos en zonas donde el pulso de la ciudad tiene otra anatomía, entonces ellos comienzan a introducir metáforas y máquinas de recuperación de la memoria en una de las partes más abandonadas de la Tenochtitlan.