Después de la década ganada, ¿qué?

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Vino argentinoNadie puede dudar que los últimos diez años han sido espectaculares para la vitivinicultura argentina, en todo sentido. El vino es la bebida nacional por ley, el Malbec se coronó, el Torrontés despegó, el vino se subió a la autopista de la calidad para no bajarse nunca más, explotar los mejores terruños ya está en la mira, los enólogos se lucen dentro y fuera de las bodegas, la oferta se consolida con propuestas para todos y todas, pero… por qué siguen los lamentos. De las bodegas porque las ventas no son suficientes y de los clientes porque los precios se disparan y los mensajes no son claros. ¿La industria desaprovechará esta oportunidad histórica ocasionada por este gran envión que produjo la década ganada? ¿Y los consumidores qué pueden esperar?

Sinceramente, no creo que haya un plan, más allá que sí hay un plan y se llama PEVI 2020, pero ese es un plan muy macro. Me refiero a que esta es una situación que todos los bodegueros soñaron con alcanzar alguna vez, pero que nadie se preguntó qué hacer luego. Algo muy familiar por estas tierras. Por un lado por la dificultad que presenta nuestro país a la hora de planificar, y por el otro por no haber imaginado tamaño suceso en tan corto plazo.

Porque pocos se imaginaban que en menos de diez años el consumidor global aceptaría al Malbec, o incluso a nuestro efusivo Torrontés. Que los amantes del vino local se volcaran con tanto interés al vino, saliendo a comer afuera y disfrutando las propuestas de los restaurantes con propuestas de vino muy nutridas, e incluso menús maridados de pasos, cada uno con un vino establecido. Ni hablar del auge de la sommellerie, las vinotecas y los eventos dedicados al vino. También el eno turismo. En fin, tantas cosas explotaron en esta última década que muchos lo soñaron pero pocos se prepararon. Entonces, ahora empezamos a demostrar ciertas falencias. Pero siempre la culpa no la tiene el chancho, sino quien le da de comer. Y es por eso que la industria debe hacerse cargo de este presente. En lugar de sentarse en un rincón a llorar por las ventas no logradas o las rentabilidades erosionadas. Porque quién si no traza las políticas comerciales y de comunicación, sino la industria misma. Seguramente hay excusas y muy válidas, como las que sufren las demás industrias por nuestra coyuntura. Pero el vino siempre exige vivir a largo plazo, y eso el bodeguero lo sabe. Porque desde que planta una estaca de vid hasta que puede servir un gran vino en la copa (a partir de dicha vid), pueden pasar fácilmente unos diez años.

Cava de vinos

Pero qué fue lo que se hizo mal. A mi criterio, se olvidaron de los consumidores. Sólo se pensó en la venta y en los ingresos que ello generaba, y por la inflación de los costos, todo se trasladó a los precios y a la cadena, sin la menor planificación. Nadie pensó en el impacto negativo de “abandonar” en el medio del camino al consumidor. Porque eso fue lo que pasó. Primero le hicieron creer que era exigente y por eso se multiplicaron las marcas y los varietales. Peor el consumidor apenas recordaba tres nombres, y recién hoy se puede decir que está enamorado del Malbec. Luego, como muchos vinos no se vendían, se retiraron de la góndola, y se redefinieron los portfolio. Pero ya fue tarde, porque en lugar de aumentar el consumo, aumentó la confusión. Los vinos de siempre escalaron y aparecieron nuevas líneas apalancadas por conceptos marketineros muy efímeros. Otro ejemplo de lo mal planificado fue haber empezado a hablar hace tiempo de terruños y tipicidades, cuando recién hoy empiezan a parecer vinos que realmente los pueden transmitir. O el aprendizaje del uso de las barricas, pasando de usar 200% roble nuevo a ponderar la barrica usada. Todo esto provocó una gran confusión en el consumidor, y lo que es pero, los precios escalaron más allá de lo debido.

Y si bien yo no soy economista y saben que no abono a la teoría del caro o barato (porque eso depende de lo que cada uno tenga en su bolsillo y pueda pagar), fácilmente puedo reconocer que los precios se han desubicado un poco. Estimo que fue por haber puesto el foco del valor del vino en lo que cuesta y no en lo que vale realmente. Esto, potenciado por los grandes vendedores de vinos que pujan como siempre por su rentabilidad. Conclusión: el vino se está alejando del consumidor.

Y hoy más que nunca esto es muy grave. Porque no imagino un escenario más propicio que el de la década ganada. Con vinos argentinos clavando 100 puntos en los medios referentes del mundo, con enólogos estrella y con estrellas devenidas en enólogos (como Pedro Aznar). Se que todavía se está a tiempo, porque el vino ha pegado muy fuerte. Pero será necesario actuar rápido para que la confusión no le gane a la pasión. Planificar a largo plazo sin temor a perder un año, porque si se hacen bien las cosas a la larga se termina ganando; y por goleada. Si yo fuera bodeguero destinaría mis vinos básicos a la venta en grandes superficies, y aquellos que elaboro con un poco más de pretensiones; digamos a partir de los reserva; los comercializaría solo a través de puntos de venta más cuidados. En los cuales los vendedores (sommeliers, camareros, vinotequeros, etc.) puedan transmitir la esencia del vino, y así no queden dudas y su precio esté totalmente justificado, más allá de si el cliente lo puede pagar o no. El vino vale mucho más de lo que cuesta, y sólo convenciendo a todos y a todas de ello habrá un gran futuro por delante. Para los que lo hacen, y para los que lo disfrutamos.

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