Dios le da vino, al que no tiene copas

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Vivimos en un país productor; históricamente de los más importantes del mundo. Y más allá de la inflación y del poder adquisitivo de cada uno, siempre hay opciones al alcance de la mano y para todos los bolsillos. Algo que no ocurre; por ejemplo; en Colombia donde pagan hasta 5 veces el valor local de una botella de vino argentino.

Si a esto le sumamos que los últimos 15 años fueron los mejores de la industria, revolución tras revolución. Bodegas nuevas, variedades nuevas, terruños nuevos y personajes nuevos, todo derivó en una avalancha de etiquetas para disfrutar.

Sin embargo, el consumo sigue cayendo. Y no se trata de volver a los índices de los 80´ y sus 90 l per cápita anuales, sino de encontrar un equilibrio. Hoy somos más, y producimos más vinos de mejor calidad. Pero ¿por qué no los disfrutamos como se merecen?, ¿qué nos pasa?

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Obviamente la coyuntura manda, pero no puede dominar nuestras vidas ni costumbres. Mucho menos las sanas. Y disfrutar del vino a diario es sano.

Claro que para muchos, poner una botella de vino actual en la mesa puede parecer sofisticado o complicado. Error. De interpretación, pero también de las bodegas y, por qué no, de los comunicadores.

El vino puede ser simple y también complejo, puede ser atractivo al primer sorbo o interesante a la segunda copa, gozar de un buen ataque o expresarse en su persistencia final. Pero hay algo que es común a todos y es el placer que brinda en la mesa. Ese placer era respetado en otros tiempos, a tal punto que nadie dudaba a la hora de la comida que la botella de vino (o damajuana en función a los comensales) tenía que ser parte de la movida. Y lo mejor de todo que el vino se tomaba, sólo, con hielo, con soda, como sea. Pero se tomaba y formaba parte de esa comunión diaria que es la mesa.

Hoy son menos las veces que nos juntamos; pero así y todo, las veces que llevamos un vino a la mesa son cada vez más escasas.

Los buenos vinos valen lo que cuesta, y para muchos hay opciones más caras que accesibles. Pero nuestra diversidad propone alternativas para todos.

Si no somos nosotros los que le devolvamos al vino argentino la nobleza, si no somos nosotros los que volvamos a sentir orgullo, si no somos nosotros los que lo invitemos a formar parte de nuestra familia otra vez, quién lo hará.

La cosa está brava, al menos eso es lo que respira la industria; la más importante de las economías regionales de Cuyo, de la que dependen casi medio millón de familias, cosecha tras cosecha.

Qué esperamos para volver a brindar todos los días por el sólo hecho de estar en familia, felices y saludables. Si nosotros no le hacemos el honor, no es que va a venir otro y se lo va a llevar. Simplemente, vamos a dejar de tenerlo.

Volvamos a llevar las copas y los vasos a la mesa y demostrémosle a todos (incluyendo al de arriba) cuánto disfrutamos de nuestros vinos. Y seguro que así, este momento va a pasar y todos vamos a poder brindar como merecemos.

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Brascó, el vino te extraña

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Fotografías: Silvio Zuccheri para Anuario de los Vinos Argentinos

Hola Miguel, estoy seguro que desde allá todo se ve más claro. Hace un año te fuiste, y por suerte nos dejaste mucho a los amantes del vino. Tus enseñanzas, tus experiencias, tu sentido del humor al servicio de la buena vida, tu pasión por la mesa cotidiana, y tantas cosas más.

No ha habido muchas novedades últimamente. Como sabes el origen de los vinos empieza a ser más protagonista que las variedades, aunque falte mucho para poder detectarlo en las copas. Empezamos a andar ese camino de ida y que a la larga consagrará sólo a los grandes vinos, y para siempre. Siguen apareciendo vinos nuevos en el mercado, de esos que te llamaban la atención y que criticabas antes de descorchar la botella, ya fuera por su etiqueta o por su marca. Ah, tengo un programa nuevo de TV en el Canal de la Ciudad; se llama Lado V. No es como Dos de Copas, pero gusta y entretiene bastante.

Te cuento que la pasión de los consumidores crece, pero es muy difícil mantener el ritmo de los impulsos debido a la situación económica. Los precios de los vinos aumentan, y con ellos las ganas de tomarlos. Pero son más las veces que hay que quedarse con las ganas de las veces que podemos darnos un el gustito. Es decir, que no cambió mucho la cosa. Pero se empieza a notar el fastidio de los productores y muchos bodegueros. No les dan los números. Y encima todo confluye para que volvamos a tomar los vinos más económicos, en lugar de seguir afilando el paladar y disfrutar más a menudo vinos con más pretensiones. Un lástima porque veníamos bien. Te fuiste vos y al parecer se armó. Las bodegas han perdido espacios en mercados de exportación, luego de haber invertido años en ganarlos, simplemente porque no pueden mandar vinos a pérdida. Entonces vas al supermercado y las góndolas rebalsan de vinos y de ofertas. Pero no son suficientes, porque los súper chinos cada vez venden más, por sus precios “cuidados”. Te salvaste, hoy las señoras en la cola de la caja del súper te volverían loco. Por otra parte, es notable como los vinos empiezan a ser como vos querías que fueran; más tomables. Y te hablo de las grandes, de los importantes. Es cierto que muchos de ellos son incomprables para la mayoría silenciosa que tanto te seguía. Pero cuando podes probarlos te das cuenta que ya no pesan en boca, que sus taninos son finos y que fluyen en la boca. Quizás las frescuras actuales de los vinos te molestarían un poco, pero no hay dudas que son vinos mucho más drinkables y por ende para disfrutar en la mesa como vos decías que había que hacer.

Como todos los días desde que nos dejaste, brindo por vos al tener una copa de vino en mi mano, y este 10 de Mayo no será la excepción.

Miguel, yo te extraño, tu familia te extraña, tus amigos te extrañan, muchos bodegueros y enólogos te extrañan, muchos chefs te extrañan, los conocedores te extrañan, infinidad de consumidores te extrañan, la mayoría silenciosa te extraña; y hasta los sommeliers extrañan tus dardos verbales picantes. En realidad, el vino te extraña.

Nota: A modo de homenaje, esta semana se emite por el Canal de la Ciudad el capítulo de Lado V dedicado a los Blends Tradicionales realizado en Bodegas López.

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Trabajan por y para el placer

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Uno de los aspectos más atractivos del vino es que detrás de cada etiqueta hay muchas manos que trabajan. Es una cadena casi interminable de personas que hacen posible descorchar una botella y servir copas en la mesa.

Primero en la viña. Luego de la cosecha, el viñedo queda despoblado, de gente y de racimos. Y con la llegada del otoño, ni las hojas quedan. La gran mayoría de los cosechadores emigran hacia otras latitudes para continuar su tarea con otros cultivos. Pero muchos viñateros se quedan cuidando las vides. Llega el momento de la poda, fundamental para preparar los próximos vinos. Con paciencia, cuidado y casi en soledad, muchos héroes silenciosos se prestan día a día, a cortar ramitas. Mientras en la bodega, los vinos terminan las fermentaciones. Algunos quedan casi listos para embotellar, mientras que otros seguirán una larga crianza en barricas o toneles. Allí, el trabajo no para. Bodega, laboratorio, logística, sea donde sea, infinidad de personas realizan tareas diversas, pero con un mismo fin. Lograr que cada botella elaborada salga de la bodega con destino final a algún comercio, ya sea dentro del país o del mundo. Pero para ello hace falta un ejército de profesionales de la venta y el marketing. No sólo en la bodega, sino caminando las calles de las ciudades más importantes del mundo. Llevando el mensaje de cada botella para poder lograr los objetivos del año.

Pero hasta ahí llega la responsabilidad de los que lo hacen. Porque al entrar en el canal de distribución, sus vinos pasan a otras manos. Quienes también se dedican a ser mensajeros del placer embotellado. Choferes, ingenieros y demás, deben hacer llegar las botellas a los puntos de venta; donde aguarda otra gran cantidad de personas. Si es off trade; botella cerrada; las preocupaciones rondarán en la exhibición y recomendación. Pero si se trata del on trade, como son los restaurantes y wine bars, el servicio será fundamental. Allí, se incorporan los sommeliers a esta gran cadena de trabajo. Que si bien no es solidario, su fin es muy beneficioso para el que se hace de una botella.

Es decir que son muchas las manos que participan en un vino. Y eso lo hace muy distinto. Porque más allá de su condición de producto noble, natural y de la tierra, saber que en cada copa el factor humano es fundamental en tantos aspectos, reconforta cada trago. El vino no se puede fabricar, siempre se va a elaborar. Y por más grande e industrializada que sea la bodega, siempre va a tener mucho de artesanal. Porque sin hombre no hay vino.

Celebro con un brindis por todos esos trabajadores del vino que hacen más felices nuestros momentos.

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El que más te gusta

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Miguel Brascó inmortalizó la frase “el mejor vino es el que más te gusta”, y mucha razón tenía, porque sigue y seguirá siendo así.

Sin embargo, para a aquellos que son curiosos y no se conforman con las generalidades, esta máxima no es suficiente para entender qué es el gusto por el vino.

Si vamos por el líquido y las características de la noble bebida, nos metemos en un camino sinuoso que no tiene fin. Porque son las subjetividades las que dominan las opiniones, al menos en esta materia. Y entonces, lo que le gusta a uno, no necesariamente será lo mismo que al otro. No obstante hay muchas coincidencias, sobre todo dentro de nuestros círculos de pertenencia como son los amigos, la familia o los compañeros del trabajo. Pero cómo pueden haber tantas coincidencias en algo que es tan personal y subjetivo como es traducir todas las sensaciones que nos provoca un vino. Es mucho más sencillo de lo que parece, pero para entenderlo mejor, me voy a la música.

Escuchas un tema, y te gusta. Te compras o bajas el disco y te gustan otras canciones. Ves videos y te gusta cada vez más todo lo que hace. Pero en realidad no te gusta todo por igual; ni siquiera te gusta todo lo que hace la banda. Pero como te sentís identificado, crees que te gusta todo. Y así es, te gusta, o al menos tenes la sensación que te gusta.

En el vino pasa lo mismo. Un día probas un vino y te gusta. Pero no sabes bien si es por sus armas, por sus sabores complejos, sus texturas o profundidad en boca. Mucho menos por sus caudalías, retrogustos o caracteres organolépticos; ni grado alcohólico ni acidez total, etc. Te gustó básicamente porque estaba rico, y sobre todo porque la pasaste bien. El lugar, la comida, la compañía, la charla, tu estado de ánimo; todo confluyó para que ese vino te gustara. Y si vas más allá, seguro te vas a enamorar también de todos los vinos que elabore ese enólogo, o esa bodega, o los vinos de la región, o todos los vinos de dicha variedad, o con la misma crianza en roble. Porque no es el todo lo que te gustó sino una partecita del vino, junto con otras variables que nada tienen que ver con el vino en sí, aunque mucho con su disfrute.

Pero aunque sea suficiente con una partecita del vino para decretar el gusto personal, no es tan sencillo. Porque de la misma manera un vino puede no gustar, culpa de las variables y no del vino. Por eso es fundamental darle muchas oportunidades a un mismo vino antes de sentenciarlo. Y cuando hablemos del gusto del vino intentar entenderlo por sí mismo. No dejarse influenciar por otros, ni por otras variables. Uno puede hablar con un vino, a solas, para luego disfrutarlo en compañía. Y créanme que un vino se disfruta mucho más cuando se logra entender el por qué te gusta. Sin importar quién lo haga, ni de donde venga, ni si la variedad está de moda. Con la práctica vas a poder saber bien qué vinos te gustan y todos los por qué, independientemente de la situación de consumo. Y así poder elegirlos mejor de acuerdo a la ocasión. Pero al final del camino, te vas a dar cuenta que el mejor vino es el que más te gusta. Y si bien eso es lo que importa, entender ese recorrido es mucho más placentero.

Entrá a www.fabricioportelli.com y decime qué vinos te gustan, y por qué

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El vino es el protagonista

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Es interesante ver pasar el tiempo y las personas; incluso algunos vinos que se acaban. Sólo quedan los lugares, viñedos tradicionales o nuevos, justificando la fama de una región o bien desafiando los límites. Pero claro, nada de esto sería posible sin las personas. Sin embargo, todos los personajes que rodean al vino están de paso, y su razón de ser (al menos profesionalmente hablando) es justamente el vino. Sin esa noble bebida que tan bien le hace al espíritu, nadie sería el mismo en el mundo del vino. Por primera vez tengo la posibilidad de compartirlo como quiero; o mejor dicho, lo más cercano posible a lo que quiero. Porque si por mi fuera los invitaría a todos, los que están leyendo esta nota y también a los que no, a disfrutar juntos un vino, a conocer a su hacedor, donde lo hace, qué lo llevó a crear tal etiqueta, qué antepasado lo influyó, y hasta cuales son sus gustos personales. Pero no me alcanzarían ni mil vidas para hacer eso con cada uno de ustedes. Escribir es lindo, porque deja transmitir algo de la magia del vino a través de la imaginación. Pero mostrarlo es diferente. Recuerdo los años de Dos de Copas con Miguel Brascó (2007 y 2008), nos encontrábamos en una barra y compartíamos con los televidentes un aperitivo al tiempo que presentábamos el programa. Luego degustábamos algún vino de dorapa (como decía él) al ritmo de breves noticias del vino. Y después el plato fuerte, sentados a la mesa, comiendo y bebiendo, recomendando pero más que todo compartiendo nuestras pasiones. Todo finalizaba en un tranquilo living del whisky, sacando conclusiones. Fue muy divertido mientras duró, y muy recordado hasta hoy; pero le faltaba algo.

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La semana próxima comienza Lado V por la pantalla del Canal de la Ciudad (http://www.fabricioportelli.com/2015/03/24/lado-v-muy-pronto-por-el-canal-de-la-ciudad/), un programa dedicado al vino, el verdadero protagonista. Claro que necesita del hombre para lucirse. Es más, el vino argentino está pasando por una etapa hombre-dependiente, en el cual los personajes adquieren mucha notoriedad por sus vinos. Sin embargo, ellos mismos le están dando paso al origen. Es decir que los suelos, el entorno y el ecosistema de la viña están adquiriendo la importancia que se merecen. Claro que eso no sería posible sin el estudio del hombre; porque es en esa incansable búsqueda para intervenir lo menos posible la naturaleza, que se hallan los hábitat naturales para dar vida a los grandes vinos argentinos. En eso está hoy la industria. Pero volvemos al principio, el vino fue, es y seguirá siendo el protagonista indiscutido. Porque es el fruto de un gran trabajo lo que nosotros podemos disfrutar en nuestra mesa. A veces sólo podemos ver la botella, y eso determina nuestras preferencias. Pero hay mucho más por descubrir. Por eso nace Lado V, para mostrarles todo lo que no se ve en las góndolas. Y así conocer lugares, bodegas, personas, historias de vida, culturas, cocinas y paisajes soñados. Estoy seguro que después de conocer el otro lado del vino, ya ninguna copa volverá a ser la misma. Los espero.

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Así se celebra un acuerdo

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En un momento de gran disputa política entre la industria del vino y el gobierno, cabe destacar la firma de la prórroga por el Acuerdo de Espumantes   (http://www.fabricioportelli.com/2015/01/19/para-que-las-burbujas-sigan-subiendo/). Un convenio firmado entre ambas partes en el que la industria se comprometía a invertir en lugar de pagar un impuesto extra, allá por 2005.

Pasaron diez años y los resultados están a la vista; en las góndolas, en las calles con las publicidades en vía publica, en la tele y la radio, en la web; pero por sobre todo en nuestras copas. Algunos datos contundentes que resultaron de dicho acuerdo, luego de estos diez años:

 

-Se duplicó el volumen de comercialización en mercado interno.

-Se duplicó el número de empresas productoras/vendedoras de espumantes, en especial pequeñas bodegas, lo que favoreció la transformación de un mercado concentrado a uno diversificado.

-Se potenció la demanda de variedades blancas con destino a vinos base de espumantes.

-Se incrementaron las ocasiones de consumo durante el año, de manera de contrarrestar la estacionalidad del producto.

-Se diversificó la oferta de precios de los espumantes.

-Se convirtió en el producto de mayor innovación en toda la cadena vitivinícola tanto por tamaño de botellas como por tipo.

-Se incrementaron fuertemente las exportaciones.

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Más allá del real impacto de esto sobre una industria que mueve mucha gente, y que gracias a la naturaleza se reinventa con cada cosecha, lo más importante a destacar es el resultado en el consumidor. Porque hoy todos tenemos centenares de etiquetas disponibles al alcance de la mano, para celebrar en cualquier momento, y para todos los gustos y bolsillos. Y si bien antes el espumante era sinónimo de festejos y reservado para las fiestas especiales y ocasionales, hoy más que nunca sigue siendo el rey de las celebraciones. Lo que ha cambiado es que nos dimos cuenta que no tenemos que esperar para llenar copas y chocarlas con el de al lado. Un momento cotidiano puede terminar siendo inolvidable con solo un brindis.

La diversidad de propuestas y la llegada a distintos lugares sin duda a potenciado esta nueva costumbre de los argentinos de festejar en cualquier momento. Pocas veces vi que el resultado de un pacto entre industria y gobierno supere las expectativas de todos. ¿No será este el camino para apoyar a toda la industria del vino? Porque si algo le sobra a la vitivinicultura es demostrar que todo lo puede y que goza de un potencial inmensurable.

Soy de los que piensa que debemos sentir más orgullo por nuestra bebida nacional, y esto no tiene nada de político, es sólo sentido común y ganas de que todos la pasemos un poco mejor. Porque la Argentina sin vino sería; además de inimaginable; muy aburrida.

Brindo con espumante por este acuerdo, y espero (brindando) muchos más por el bien del vino argentino.

 

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¿Por qué brindar?

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Se acerca el fin; del año. Algo que no es muy distinto a lo que nos pasa día a día cuando se pone el sol y sale la luna rodeada de miles de estrellas, aunque no siempre la veamos. Porque un día más, también significa un día menos. Ídem con las semanas, los meses y los años. Pero no se puede vivir mirando la parte vacía de la copa, es una visión muy triste. Así, la vida se te pasa y no la disfrutas. En cambio, si vamos hacia delante, sin importar el tiempo que pasó, siempre vamos a querer más; hasta el último día; del año. Por suerte, todo vuelve a empezar. Como esa copa que se vacía, siempre se puede volver a llenar.

Falta poco para que se vaya este año y empiece uno nuevo.
Ojalá se renueven las esperanzas y s cumplan algunos sueños. Todos hemos pasado tragos amargos este año (y los anteriores). Pero a este altura de la vida, ya sabemos que la vida significa camino de ida. Y quizás la v sea de vino; o acaso la planta de la que nace la noble bebida no se llama vid.

Sin dudas que la vida es mucho más alegre, divertida y disfrutable, con vino. En cualquier ocasión.

Un almuerzo cotidiano en plena city, puede convertirse en una pausa renovadora si combinamos el sándwich o el menú ejecutivo de turno (o la empanada, ensalada, etc.), con una copa de vino. No quita reflejos, ayuda a digerir mejor, no cae pesado ayuda a levantar el ánimo. Ni hablar si es una comida de negocios y necesitamos impresionar para cerrar un acuerdo. El vino es el aliado perfecto, es como ese amigo invisible que nos aporta lo que a nosotros nos falta. Porque el vino te va soltando de a poco, para que te animes a más. El resultado siempre dependerá de vos, pero sin dudas que el vino influirá.

En casa, pasa lo mismo. El vino te cambia la cara, por más cansado que llegues del trabajo. Acordate, un buen Malbec puede convertir las milanesas con puré de siempre en un maridaje perfecto y habilitarte (sí, en medio de la semana) una noche insospechada en casa.

Si te juntas con amigos pasa lo mismo,  al principio son todos tímidos, pero luego se van relajando y a medida que el ángel del vino revuela la mesa, la diversión se hace presente. Sea en casa o en un restaurante. La clave, al menos para mi, es poder ofrecer diversidad. Porque así como no comemos solo una cosa, no debemos beber sólo un vino. Y es en esa propuesta de alternativas que todos encontrarán su compañero preferido para cada momento. Empezar siempre con algo fresquito y relajado, como puede ser un blanco o un rosado del año. Si las pretensiones mandan, la alternativa obligada para abrir el encuentro es un espumante. Más allá de otras opciones como pueden ser aperitivos o cervezas. Y luego ir levantando la apuesta de a poco. Vas a ver como al final todos se prenden y todas las botellas que pensabas te sobrarían para la próxima, quedan vacías.

Yo brindaré por la felicidad, ese estado de ánimo que involucra tantas cosas importantes; la familia, la salud, el bienestar, los amigos, el trabajo. Y hay muchos que van a hacer lo mismo que yo.

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A todos les deseo felicidad. Salud.

PD: un dato, por si te sirve, a mi el vino me cambió la vida y me ayuda a ser feliz.

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Shhhhhhhhiempre con soda

Foto: www.taringa.net

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El tiempo pasa y sí, nos vamos poniendo viejos. Y si bien soy cosecha 1970, hay cosas que empiezo a hacer que las asocio más a la conducta de las personas mayores. Quienes saben más por sabios que por viejos. Seguramente a vos te pasa lo mismo y la si hacemos una lista sería muy larga. Pero yo acá hoy me quiero dedicar a la soda. Esa compañera que me sigue desde la infancia. Y por más que haya dejado de lado sus vestidos vidriados y metálicos brillantes, y los haya cambiado por atuendos más plasticoides, la sigo queriendo.

En mi casa, la gaseosa no entraba, era un lujo. Pero sí una vez por semana el sodero dejaba 4 cajones. La gran mayoría se los bajaba mi padre acompañando sus blancos de mesa; Toro Viejo primero y luego Termidor. Pero la soda estaba siempre en lo de algún familiar, y estuvo ahí la primera vez que probé vino. Con el tiempo me fui animando a darle más color a aquel vaso alto apenas rosadito, y aunque la tonalidad aumentaba, nunca dejó de ser transparente.

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Casi a mis treinta volví con todo al vino. Pero la soda había sido reemplazada por el agua mineral con gas. No tengo nada contra ella, pero la soda es la soda. Tiene otra personalidad, en la mesa cuando se sirve se hace notar. Y si bien no tendrá todas las propiedades minerales de las sofisticadas aguas, a la soda no hay con que darle.

Foto: www.taringa.net

Muchos me preguntan si está bien echarle soda al vino. Mi respuesta es sensata y simple, como debe ser. Porque cada uno es dueño de elegir. Yo recomiendo primero degustar el vino tal como viene de la bodega. Y si no gusta, buscar variantes. Mientras lo consuman y lo compren, en las bodegas estarán contentos. Hace unos años me tocó participar activamente del Concurso de Vinos de Todos los Días. Y más allá de lo inolvidable de la experiencia, recuerdo haber intentado aprovechar la oportunidad para reivindicar al sifón. Obviamente, la idea no pegó.

Por surte en casa volvió la soda, un poco por elección y un poco por ahorro. Y lo celebro todos los días. En casa no soy de tomar vino siempre, pero trato lo más que puedo. Y al promover siempre el vino con soda, no estoy haciendo apología de su mezcla. A mi me encanta el vino tal como viene. Pero para sacarme la sed necesito algo fresco, que me ayude a limpiar el paladar para seguir disfrutando de mi bebida favorita. Y sin dudas la mejor opción es la soda. Porque desde el primer shhhh hasta el último sifonazo tiene la misma fuerza e intensidad de burbujas. El agua mineral no, ya que pierde mucho ímpetu desde que se la abre. No hace falta buscar aquí la complejidad de sabores ni la armonía de las texturas; para eso está el vino. Yo al menos, necesito ese torbellino limpiador de frescura que sólo la soda me puede dar. Y así disfruto mucho más del vino.

Yo se que no está muy bien visto, pero cada vez que puedo cuando salimos a comer afuera con mi familia, pregunto si tienen soda. Y me encanta, creo que es la mejor compañera que el vino puede tener, siempre.

Foto: www.taringa.net

Voto por la reivindicación del sifón, porque vuelvan los esbeltos y plateados Drago, o los ornamentados de vidrio y hojalata a las mesas. Y no es un capricho, es una necesidad cultural. Un reclamo de esta generación para poder seguir transmitiendo a las venideras la cultura del vino. Porque si a mi hijo le doy de probar vino con agua gasificada, seguro no le va a gustar. Pero si a un poquito de tinto le agrego un buen shhhhh sí. A las pruebas me remito.

 

 

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Música para beber by Pedro Aznar y cia

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Uno es un artista muy reconocido. Si fuera un vino seguramente una buena descripción sería: armónico, equilibrado, elegante y profundo.

El otro es un enólogo muy reconocido. Si fuera un músico seguramente una buena descripción sería: vibrante, soñador, poeta y talentoso.

Ambos conforman un dúo al que llamaron Abremundos, y juntos prometen revolucionar el arte de hacer vinos. Continuar leyendo

Después de la década ganada, ¿qué?

Vino argentinoNadie puede dudar que los últimos diez años han sido espectaculares para la vitivinicultura argentina, en todo sentido. El vino es la bebida nacional por ley, el Malbec se coronó, el Torrontés despegó, el vino se subió a la autopista de la calidad para no bajarse nunca más, explotar los mejores terruños ya está en la mira, los enólogos se lucen dentro y fuera de las bodegas, la oferta se consolida con propuestas para todos y todas, pero… por qué siguen los lamentos. De las bodegas porque las ventas no son suficientes y de los clientes porque los precios se disparan y los mensajes no son claros. ¿La industria desaprovechará esta oportunidad histórica ocasionada por este gran envión que produjo la década ganada? ¿Y los consumidores qué pueden esperar? Continuar leyendo