Brasil, luminosa y sórdida

_Hola- le dije al conserje en portugués- me dijeron que aquí se puede dormir por poco dinero.

_ Depende- me dijo el hombre- de lo que usted considere poco.

Me dijo que por medio dólar tendría una cama, que debía compartir con un compañero de cuarto. Acepté, y le dí dos dólares para cuatro días, los tomó sin salir de dentro del cubículo enrejado en que estaba, y me indicó las escaleras que me llevaban a mis nuevos aposentos.

Mi habitación era un trozo de un cuarto mayor que había sido dividido en tres o cuatro espacios con tablones de aglomerado, de una forma que dejaba ver el escaso amaneramiento del  propietario.

Había dos literas con dos camas cada una, y un pasillo estrecho entre ambas, tuve suerte de que me tocara la parte de la habitación donde originalmente se encontraba la ventana.  las camas contaban con una sábana gastada pero limpia, y una almohada sin funda que sólo de verla me despertaba los alérgenos del asma. Continuar leyendo