Yo he optado por abrazar el lema de “lo que importa es el procedimiento no el objetivo” invirtiendo el orden de los factores y alterando el producto de su conocido negativo que reza que “el fin justifica los medios”.
Si alguien persigue el mismo objetivo final que yo pero con métodos que no apruebo, lo más probable es que termine por desaprobar también sus fines. Y viceversa.
Por eso tengo mis recaudos, mis pruritos, mis inconvenientes con todo lo que significó la Izquierda, pero importante recalcar que exclusivamente con la que llegó y se eternizó en el poder, a través de la famosa premisa de: “ahora me toca a mí”.
Ningún “club” me parece tan bueno como para garantizar mi inscripción incondicional, simpatizo con los comunistas españoles, los norteamericanos o los literarios, aquellos que adscribieron más a la disidencia, a la divergencia, al enfrentamiento a lo establecido, que a los obsecuentes que solo adhirieron a esta denominación para hallar beneficios en el poder. Estos proceden de igual forma que la derecha cuando sostiene el sartén por el mango, para sostenerse recurren a la represión, la confusión, la mentira, a las atrofias a que conducen el amor incondicional al trono y la corona. A la estrella y el laurel.