Llegué de Baires a Madrid, tomé mi Pegasus hacia el norte ibérico rugiente de frío, al día siguiente regresé a la capital española para tres días de convención y reuniones de trabajo, guerra de paint ball, apariciones de quejas, sugerencias, pequeñas heroicidades y notables traiciones.
Tres días hablando boludeces.
La vieja flema inglesa que leí en mi juventud habitando este latino espíritu apasionado. Continuar leyendo