Me permitieron regresar a Cuba pero me dijeron que no podía estudiar, tenía que trabajar y como atesoraba conocimientos destacados en libros y en ron, parece que decidieron de forma arbitraria destinarme a Ediciones Cubanas.
Allí me destinaron a recibir y distribuir las revistas y prensa de los altos cargos del Partido, desde Fidel hasta los del Comité Central pasando por todos los integrantes del Buró político. Me asombró la cantidad de revistas de periodismo amarillo que debía poner en los paquetes para los más altos cargos. A Fidel solo le mandaba revistas norteamericanas de medicina, era una época en que estaba verdaderamente interesado en la materia y se involucraba como si fuese médico. Existía a nivel popular la costumbre de exagerar todas las aptitudes de Fidel, y agregarle algunas que no tenía, pero entre las verdaderas, es que era un ser extremadamente estudioso, sea con los fines que fuere, siempre que podía estaba o bien leyendo, o bien preguntando sobre temas de su interés, si sus interlocutores eran cubanos y tenían la mala suerte que su especialidad le interesaba mucho, sabían que estaría horas preguntándoles de todo, y por supuesto sin admitir ninguna pregunta, solo él hablaba, solo él tenía inquietudes, y solo eran válidas las de él. Así era la cosa con Fidel. Pero muchos otros del buró político recibían la revista Hola española y la Paris Match, yo pensaba que estaba bien, incluso si la revista fuese para ellos y no para sus esposas como me decía el jefe de la sección, en un intento de adoctrinarme, pero yo pensaba que la gente debe leer lo que le dé la gana, lo que estaba no del todo correcto es que el resto de la población no pudiese leer ese periodismo amarillo, y que se lo demonizase y atacase como un implemento de diversionismo ideológico del capitalismo. Continuar leyendo