Hola Fabián:
¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo! Sé que sabés por tu prima que me vine a vivir a Valencia. Estoy casada hace cinco años y tenemos un niño que adoptamos hace un año y medio. Vivimos en la Avenida de la Malva Rosa, cerca del mar. ¿Te acordás cuando soñábamos con vivir cerca del mar?[1] Mi vida es bastante tranquila (demasiado)[2], mi marido tiene un estudio de arquitectura y suele viajar mucho por el interior. ¿Vos terminaste la carrera al final?[3] Los días acá son bastante rutinarios, sin sobresaltos y con todo bastante organizado. Aunque nunca termino de sentirme feliz.[4] Vivo con una tensión interna que no sé bien de dónde viene. Pienso mucho en Buenos Aires y sobre todo en “lo nuestro”.[5] Yo acá estoy bien, tengo un marido que me adora y un hijo maravilloso, estoy cerca de la playa y mi casa es el lugar que siempre soñé habitar. Pero… ¿sabés qué? Pienso mucho en vos, en todo lo que vivimos y en cómo terminó todo.[6] Me acuerdo de tu sentido del humor y de tu seriedad para pensar la vida. Eras un tipo muy atento, que me tenías en cuenta. Eso lo extraño mucho.[7] A veces me pregunto: ¿qué sería de nuestra vida si hubiésemos seguido juntos?, creo que me perdí a un gran tipo y trato de hacer autocritica, tal vez siempre fui muy inmadura.[8] Muchas veces siento que me faltás.[9] Continuar leyendo