Hoy se cumplen 195 años del nacimiento del escritor estadounidense Herman Melville. A pesar de haber escrito novelas, cuentos, ensayos y poesías, todos recordarán un libro suyo que quedó en la historia de la literatura universal: Moby Dick. Lo escribió luego de un viaje a Europa en 1849. Le llevó terminarlo casi dos años, durante los cuales se trasladó de Nueva York a una granja situada en Pittsfield, Massachusetts, que adquirió gracias a un préstamo de su suegro. 

Pero todo ese esfuerzo para crear lo que creía una gigantesca obra pareció ser, en ese momento, en vano. Su malestar queda claro en Pierre, un caótico melodrama que escribió un tiempo despuès, en el que a última hora incluye una serie de alusiones a su fracaso con Moby Dick. Melville se había desilusionado tanto por el fracaso comercial de Moby Dick que renunció por un tiempo prolongado al oficio de escritor. Acosado por las deudas, se vió obligado a vender la granja y trasladarse a vivir de nuevo en Nueva York donde se convirtió en un aburrido empleado en la administración de aduanas.

Aunque luego publicó dos novelas más, Israel Potter y Confidence Man, durante la última parte de su vida se dedicó a la poesía, y en especial a la redacción de un larguísimo poema épico titulado Clarel basado en sus experiencias durante un viaje a Tierra Santa. Su vida, por lo demás, estuvo marcada por problemas físicos y psicológicos, en especial a raíz del suicidio de su hijo mayor.

Murió, olvidado, un 28 de septiembre de 1891 a los 72 años en la ciudad de Nueva York. Nunca logró destacarse como figura literaria hasta después de su muerte. Gracias a unos pocos aficionados que aún comentaban su obra fue que a partir de la segunda década del siglo XX, Herman Melville fue revalorizándose hasta convertirse en uno de los más célebres escritores no sólo de la literatura norteamericana, sino de la mundial.

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