Varias veces les comenté que el éxito de un evento radica en que los asistentes “se lleven algo” de él, es decir, que lo que viven quede sellado en su memoria como un buen recuerdo. (De más está decir que, en el caso de los eventos corporativos, esto es fundamental para que la marca quede asociada a valores positivos).
Pero, ¿cómo funciona el cerebro a la hora de hablar de aquello que atesorará por siempre o, al menos, por un largo tiempo? Para echar un poco de luz a esta cuestión, contacté al doctor en Biología e investigador del Conicet Diego Golombek. “El mundo de la memoria es maravilloso, pero aún no lo conocemos del todo”, me aclara en principio.
Y explica: “La memoria se basa en una propiedad del cerebro llamada neuroplasticidad: las neuronas y sus conexiones pueden cambiar con la experiencia. Así, establecer un recuerdo tiene que ver con cambios en la actividad de circuitos neuronales”.
“La memoria -prosigue- tiene varias fases, desde la de corto plazo (aquella que necesitamos para funcionar normalmente; saber qué letra acabamos de leer, qué palabra nos acaban de decir, etcétera) que, si no pasa por un proceso de consolidación, se olvida de inmediato. En esta memoria podemos ‘guardar’ hasta alrededor de 7 conceptos, palabras, números. Podemos pensar en la consolidación como en la repetición de algo (un número de teléfono, por ejemplo) hasta que deja su huella para ser recordado, y así pasa a la memoria de largo plazo”. Es decir, se ha creado una nueva conexión neuronal.
Por otro lado, sostiene Golombek, hay memorias declarativas, las que necesitamos para contar una historia, y de procedimiento, es decir, “aquellas involucradas en hacer algo, como andar en bicicleta”. Continuar leyendo