La semana pasada estuve en San Pablo. Viajar del aeropuerto Guarulhos a mi hotel me llevo más de tres horas, y no lo considero lejos. En ese viaje, con mi pobre portugués, casi sin poder hablar con el chofer del taxi, me dedique a observar desde la ventana del auto la ciudad, sus publicidades, autos, básicamente el entorno. En el trayecto me sorprendió una publicidad en vía publica, con el atasco de trafico pude verla una, dos veces y hasta le saque una foto con el móvil.
La publicidad tan explicita me llamo poderosamente la atención. Faltan pocos días para el mundial de fútbol y Brasil se esta tiñendo de esa locura mundialista. San Pablo esta esperando con brazos abierto a miles de turistas, con miles de servicios para su disposición. La fiebre botinera en su mejor expresión. Ingrese al diario Folha de Sao Paulo y encontré la misma publicidad que la estaban criticando y hasta lograron censurarla. En ese preciso momento sentí que la foto que había tomado era algo prohibido.