Podría ser cualquiera: tu novio/a, tu padre, tu jefe o tu mejor amigo. Los ladrones de libros, con cierto bagaje cultural, podrían citar de memoria algún pasaje del Primer libro ruso de lectura de Tolstoi, hablarte de la influencia de Oliverio Girondo en los poetas contemporáneos o recomendarte alguna desconocida joya literaria. Pero allí están, agazapados, a la espera de una mínima distracción, por parte del empleado de la librería, para tener algo con que entretenerse cuando lleguen a sus casas.