Tuve a bebé hace sólo tres meses y todavía tengo unos kilos de más que están comenzando a incomodarme. Yo, que en mis mejores momentos llegué a parecerme a una Suicide Girl, he quedado gordita y con tatuajes. Encima, tengo la sensación de que el peso ganado me hace parecer mayor.
El otro día, le comenté a un amigo que me siento poco atractiva después de haber parido y me dijo que no me preocupe porque hay una categoría en la que yo entro. Parece que ahora soy una MILF. Siempre relacioné esta palabra con la pornografía, pero nunca supe lo que quería decir hasta hoy. MILF es un género del cine triple x cuya sigla significa “mother i’d like to fuck”.
La regla básica del género es que una mujer de más de treinta años seduce a un hombre más joven. En un video que vi en un sitio de pornografía gratuita, un muchachito en la veintena con una actitud de adolescente tardío va a buscar a un amigo a la casa. Su amigo no está, la madre lo hace pasar para que espere y lo invita a tomar la merienda. Ella le ofrece galletitas y el resto es historia conocida.
El MILF se configura como una perversión, ya que su golpe de efecto reside en llevar a cabo la fantasía de tener sexo con una madre y, para la vetusta norma sexual occidental, la madre no puede ni debe ser un ser sexuado (ave maría purísima). Aunque el porno reproduzca, al menos en su forma más tradicional, un discurso hipermachista, en este caso podemos encontrar una fisura para una linda discusión pseudointelectual trasnochada.
Todavía me quedan unos meses de gimnasio para bajar lo que me quedó puesto luego del embarazo, y aunque mi cuerpo ya nunca vuelva a cero, ahora puedo decir con orgullo que soy madre, pero no una madre convencional, sino una “Tattooed MILF”