Es natura escuchar en el mundo comercial que un vendedor (o negociador) tiene menos cierre que una media. Es también el gran problema de los Oradores.
Poseen una apertura, con ruptura del hielo, captación de la atención favorable y la síntesis de lo que se realizará. El cuerpo (vuelo o desarrollo de ideas) está firme y sólido por el equilibrio entre los argumentos y los refuerzos, pero al arribar a destino, al cierre, tiembla (el intelecto) del Orador y no entrega su conclusión, finalizando con la invitación a realizar preguntas o poniéndose a disposición posterior del público.
El proceso discursivo fracasó.
Es el cierre, ese espacio milimétrico del final de la presentación, el único ciclo temporal en el que recae el qué hacer, qué pensar o qué sentir.
Si no arriba, estaremos frente a un cascadeo de datos o transmisión de información que poco tuvo de diferenciación con la información que puede obtenerse de un buscador en la web.
Intentemos recordar el cuento que nuestros padres abuelos nos leían cuando éramos niños. Los cuentos de niños son similares en su estructura a los discursos y tienen una gran similitud en sus páginas finales, porque siempre conllevan una conclusión, un cierre, un final o un corolario que invita a la reflexión o al análisis.
Estimado lector si su presentación, discurso o mensaje no tiene aún Conclusión, ya sabe qué hacer.
Y recuerde, Orador es quien logra abrir 1 de las 4 puertas del hombre: la del corazón, para motivarlo; la de la voluntad, para persuadirlo; la de la inteligencia, para convencerlo; y la de la imaginación, para enaltecerlo