Con cada amigo argentino que me comunico, el pesimismo parece ser la constante. Todos se quejan de la alta inflación, de las limitaciones que se imponen a quienes desean comprar dólares para no perder el valor de sus ahorros.
El mercado inmobiliario está parado, nadie vende ni compra porque no hay dólares. Las empresas ya ven que la inflación es un problema serio que encarece los costos de producción. Si Argentina tiene una inflación de 10% anual, como dice el gobierno y los sindicatos piden aumentos de 30% en los salarios, estamos ante los obreros mejor pagados del mundo.
Algo está pasando allí. La presidente Cristina Kirchner no habla de inflación, ni de dólares, pero envía a sus ministros a aplicar “congelamiento” de precios.
Días pasados oí a un economista llamado Agustín Etchebarne, un joven que cree que sin diálogo, sin acuerdos y sin sentido común, las cosas en Argentina pueden terminar mal.