Cuando era chica, mi padre me llevó a la plaza a ver al General. Tuvo que alzarme sobre sus hombros para que pudiera verlo. Hablaba desde un balcón, y abajo había veteranos de guerra con el pecho cargado de medallas y los ojos llenos de lágrimas. Ese día vi por primera vez a adultos llorar… Me explicaron que era por una mezcla de orgullo y tristeza.