Feliz día de la madre

Foto: Kambrosis

Foto: Kambrosis

Para las que se dicen imperfectas a pesar de hacer cientos de cosas perfectas a diario.

Para las que nunca tienen tiempo pero siempre están ahí.

Para las que se ríen de sí mismas (porque mejor reír que llorar).

Para las que escuchan a sus hijos y se ponen en sus zapatos. Aunque a veces cueste.

Para las que la luchan. Y la siguen luchando.

Para las inconformistas que quieren cambiar el mundo.

Para las que aman con locura. Locura en serio.

Para las que inventan cuentos aunque esa noche las neuronas no respondan.

Para las que hacen el ridículo sin concesiones.

Para las que abrazan mucho (por las dudas).

Para las que no saben hacer cupcakes.

Para las que sí saben pero les dicen magdalenas.

Para las que no cambiarían su título de mamá por ningún motivo.

A todas ellas, y a cada una.

Feliz día. De mamá a mamá.

Adiós a la madre autosuficiente o cómo pedir lo que necesito

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“Cuando sos mamá si no sos la mujer maravilla parece que no sos moderna” -dice fastidiada una madre, sin saber que es un tema recurrente sobre el que escribo. Me quedo pensando.

A ella, como a tantas de nosotras, la vida actual le resulta “gorda”. Trabaja, estudia, tiene dos hijos y vive haciendo malabares para sentirse menos culposa. Y sí, junto con el mito de la madre abnegada está el paradigma arraigado de la “madre autosuficiente”. Aparentemente, todas las madres podemos (y debemos) cumplir con expectativas de lo más amplias y diversas.

Y todo, por supuesto, con una sonrisa publicitaria. ¡Nunca lo olviden!

La madre autosuficiente delega poco porque ella es capaz de ser cocinera, médica, remisera, maestra, mediadora, peluquera, asesora de imagen, artesana, kinesióloga, psicóloga, oradora motivacional, abogada defensora, secretaria, organizadora de eventos y docente, entre otras bellísimas profesiones. Y termina el día completamente satisfecha de su impecable labor. ¿Ah, no? Bueno, algo satisfecha. Bueno, tal vez un poco satisfecha pero despeinada y ojerosa. Bueno, puede haber otras opciones…

La madre autosuficiente se devora a cualquier madre. Por eso hoy propongo un ejercicio de coaching que me enseñaron. Aprendamos a pedir. Y a la hora de pedir tengamos claro:

¿Qué necesitamos? ¿Tiempo para nosotras? ¿Delegar tareas? ¿Hablar claramente de algo que molesta?

¿Quién es el destinatario del pedido? ¿La maestra, nuestras parejas, nuestros hijos, los abuelos?

No demos nada por obvio. Una profesora me contó que su hijo de 9 años se ofreció a lavar los platos. Cuando ella fue a la cocina, todavía temblando de la emoción, encontró todo sucio. El nene solamente había lavado (literalmente) los platos.

¿Qué resultado concreto esperamos? Seamos claras en esto, cuanta mayor claridad, menos margen de error.

¿Para cuándo lo queremos? ¿No les pasa que piden algo y pasan las horas y no se hace? Les suena, ¿no?

Este ejercicio no nos salva de la madre autosuficiente, pero nos invita a repensarla. ¿Qué les parece?

De cambios y nuevos significados

Foto: Ken Heyman

Foto: Ken Heyman

“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo.” Mahatma Gandhi

En este post conté cómo ser madre me cambió la vida. Suena a cliché pero es tan cierto… Y creo que #SerMadres nos obliga no sólo a cambiar, sino también a resignificar muchas palabras.

El cansancio, por ejemplo. ¿Cuántas veces pensaron “nunca supe lo que era estar cansada, me retracto por todas las veces que dije que estaba cansada antes de hoy”? ¿Y las preocupaciones? ¿Y el sentido de la responsabilidad? ¿Y el tiempo libre? A veces incluso nos cuesta acordarnos de cómo era antes. (¡¿Qué cuernos hacía antes con tanto tiempo libre y por qué no escalé el Everest ni aprendí mandarín?!)

Y ya que estamos vamos a otro cliché: la felicidad. Mi felicidad hoy sin duda tiene otro significado. Porque es una felicidad inmaterial, intangible, invisible, inmediata. Una felicidad que no tiene barreras y que nos hermana a todas por igual, sin importar la edad, las circunstancias económicas ni el modo en que nuestros hijos vinieron al mundo. Porque, ¿a quién le importa? Es una felicidad construida de esos momentos cotidianos y aparentemente insignificantes. De esas que te atraviesan de punta a punta. Una sonrisa, alguna palabra, un gesto, un garabato, una mirada. Un simple acto que te llena. ¿Qué es eso sino amor? ¿Dónde está el amor si no es ahí mismo, en ese segundo que quisieras guardar para siempre, pero que cuando pestañeás ya pasó?

Resignificamos estas palabras porque resignificamos nuestras vidas. Porque ya las piezas de la construcción de nuestra identidad no son las mismas. Se reacomodaron. #SerMadres nos hace pensar y sentir de otro modo. Y aprender. Aprender a que a cada paso hay algo nuevo para aprender. A que cada hijo es un mundo aparte. A que la vida tiene muchas más aristas de las que creíamos posibles.

Y es así, aprendiendo, maternando y cambiando, que le doy un nuevo significado a estas (y muchas otras) palabras. ¿Y ustedes? ¡Muy buena semana para todas!

Super Mamá VS Madres Reales

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¿Cuántas mamás cansadas ven a lo largo de su día? Haciendo malabares para conciliar el trabajo con la vida familiar, corriendo para cumplir un esquema de horarios digno de un conferencista internacional, pensando en que hay que festejar de nuevo un cumpleaños (dios mío), o comer más sano (nota mental: los chicos hoy comieron 15 alfajores, intentemos cenar algo digno), cargando mochilas de Hello Kitty con rueditas, rogando que la escuela no haga paro o la abuela de turno no se enferme (porque en ese caso ya con malabares no alcanza y habrá que inventar algo nuevo).

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Ser padre es un privilegio

 Foto: Kambrosis
Foto: Kambrosis

 

Esta  frase hermosa no es mía. La tomo prestada de un médico pediatra español a quien admiro, leo y escucho. El Dr. Carlos González. Hace muy poco asistí a sus conferencias en Buenos Aires y leí su libro más nuevo: Creciendo Juntos.

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S.O.S. ¡Le tengo pánico al control pediátrico!

Imagen: Propiedad de Fox Broadcasting Company

Imagen: Propiedad de Fox Broadcasting Company

Entramos al pediatra con pie de plomo. No sabemos bien qué nos va a deparar: el consultorio puede llegar a ser una pesadilla llena de pestes, el terror de la madre germofóbica. Y ahí te encontrás con la realidad de la consulta pediátrica: horas de espera, niños aburridos (y con razón), padres exasperados (y con razón), juguetes de dudosa procedencia e higiene, recepcionistas de mal humor, teléfonos que estallan, bebés que lloran.

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El tiempo vuela (¡y nuestros bebés crecen!)

Foto: Kambrosis

Foto: Kambrosis

Lo miro a Octavio y suspiro. Hace tan poquito era un bebé. Una bolita acurrucada en mi pecho, día y noche. Mi mitad inseparable. Y hoy es un NENE: corre, salta, dice cosas, tiene una memoria de elefante, dibuja rayas torcidas (en la pared, por supuesto), come solo. ¡Y pensar que te dicen que se malacostumbran! ¡Que no lo dejes dormir en tu cama, que le saques la teta (o le des más teta o le des mamadera o Nestum), que no le hagas tanta upa, que le pongas límites, que lo dejes llorar, que “establezcas rutinas adecuadas de comportamiento” y no sé qué más! Te dicen tantas cosas contradictorias y una, primeriza, duda. Porque todas dudamos. Aunque hayamos leído setecientos libros y estemos convencidas de algunas cosas, en el fondo dudamos mucho más de lo que quisiéramos.

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#SerMadres nos cambia la vida

Foto: Kambrosis

Foto: Octavio by Kambrosis

A pesar del famoso saber popular que reza que la maternidad te cambia la vida; yo solía ser arrogante. Era de esas que pensaban que cualquiera puede ser madre, que no es algo especial, que el embarazo es natural y sencillísimo y que iba a poder con todo. Embarazada de 8 semanas, me fui de viaje sin pensarlo demasiado. “Estar embarazada no es estar enferma”, me había dicho el obstetra.

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