La Universidad Nacional de Rosario (UNR) tiene muchos problemas, pero algunos son tan sencillos de resolver y con un potencial de mejora tan claro que la inacción de sus autoridades es inexplicable.
Pertenece a esta categoría de oportunidades desaprovechadas la forma en que la UNR maneja la relación con sus ex-alumnos.
Recién llegado a Argentina en 2010, recuerdo una reunión con el Secretario Académico de Ingeniería Industrial en donde le manifesté mi preocupación por la total falta de contacto de la universidad con sus egresados. Más de 10 años pasaron desde que rendí la última materia y la Facultad me contactó una sóla vez (*). El contraste con MIT no puede se más grande: en un año típico recibo unas 4 cartas, me mandan 6 ediciones de la revista Technology Review, me invitan a una conferencia de actualización, solicitan mi opinión a través de una encuesta, y me piden que participe de la reunión que hacen con los aplicantes argentinos. Todas estas acciones hacen que yo me sienta “parte” de MIT, aún estando a más de ocho mil kilómetros de distancia de su campus.
En cambio vivo a 25 cuadras de la Facultad de Ingeniería y no me entero de nada, y ellos no saben nada de mi.
No hay conciencia en la facultad pública de las grandes ventajas de una política de contacto frecuente con el graduado. Para empezar está el fundraising. Sería muy lógico que luego de haberlos formado durante varios años, la facultad busque a sus egresados exitosos para solicitar aportes. Es el famoso “giving back”, que las universidades yanquis piden con un método muy aceitado. Para mi sería mucho más justo aportar a la UNR que a MIT, pero no tengo manera simple de hacerlo.
El graduado además puede proveer a la universidad de una mirada externa que aporta mucho al proceso educativo. Sirve para ayudar al docente a salir de la burbuja académica ¿No sería interesante saber que contenidos fueron los más útiles en la vida profesional? ¿Qué nuevas tendencias se ven en el mercado? ¿Qué nuevos saberes son más demandados? Con una simple encuesta se podría averiguar.
En tercer lugar, el ex-alumno podría colaborar en la inserción laboral de los nuevos graduados. La facultad debería facilitar el nexo entre las distintas generaciones que comparten alma máter. Mis compañeros de camada hoy tienen posiciones de liderazgo en las principales organizaciones del país y muchos deciden sobre incorporación de personal clave. No dudo que ellos contratarían más ingenieros industriales de la UNR si la facultad nos facilitara la búsqueda y el contacto (**). Y en las malas, este recurso es aún más valorado: ¡Cómo me hubiera gustado en 2001, en plena crisis, contar con una bolsa de trabajo donde poner mi CV y que sea visto por los gerentes y directores graduados de mi misma facultad!
Finalmente, los alumni sirven como modelos motivadores. A través de organización de charlas o seminarios, los estudiantes aprenden sobre los pasos concretos que otros, antes que ellos, dieron para poder alcanzar sus metas. De máxima, hasta pueden conseguir un mentor que los ayude a tomar decisiones importantes.
Todo esto podría lograrse con muy poco. Una oficina de ex-alumnos, al principio con un staff de una persona que se encargue de mantener las bases de datos, distribuir emails de actualización y novedades, armar eventos y hacer fundraising. Con este granito de arena la diferencia sería palpable. No tengo dudas que la inversión se pagaría con creces. ¿Alguien de la FCEIA / UNR con ganas y poder para hacerlo estará leyendo? Ojalá que si.
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(*) Ese único contacto, una excepción, fue para darme el premio al mejor promedio. Por eso estoy seguro que a la gran mayoría de ex alumnos no los contactaron nunca.
(**) MIT tiene un website dedicado a esto (Infinite Connection) que yo mismo usé cuando trabajaba en Cambridge para reclutar pasantes.