Tenemos miedos. Muchos. Miedos que nos enceguecen, que nos paralizan, que nos hacen pensar que no vale la pena intentar ser feliz. Convivir con esos miedos es, quizás, el trabajo más arduo de nuestras vidas. Porque el miedo se presenta todos los días, es el enemigo más porfiado e insistente, más cruel y sanguinario, más feroz y fatal. El miedo es miedo a lo desconocido, porque el temor a ser dañados por aquello que nunca creímos capaz es lo que nos hace sentir más vulnerables. Le tenemos miedo al abandono de quien más necesitamos, a la traición del lobo con piel de cordero, a la violencia de ese monstruo agazapado en la oscuridad. Pero al miedo solamente lo vence la valentía, y no hay nada en este mundo que nos dé más valor que el amor. Porque el amor te transforma en un caballero medieval, te protege con una armadura que parece indestructible y te infla el pecho haciéndote capaz de enfrentarte a lo que sea por conseguirlo. Porque por amor uno termina haciendo cosas que nunca jamás imaginó.