Zapateros, vuelvan a sus zapatos

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Walter Bressia tiene el foco puesto en hacer vinos en familia.
Sabe que alguien se los vende muy bien, y que otros escriben lo que se merecen sus vinos

Los dichos tienen tanto de cierto como de viejos, y en este caso me sirve de mucho para analizar lo que está pasando hoy en el mercado del vino. La evolución supone cambios, y por su nombre, también una mejora. Eso se ve nítidamente en la calidad de los vinos. Algo que ya esta fuera de toda discusión y que ya no es un tema, sino que viene implícito en cada vino, sin importar su rango de precio. Hoy, gracias a la evolución, los vinos van en busca de ganar en sutilezas, en aspectos diferenciales a partir de un terruño específico y de elaboraciones menos intervencionistas. Claro que para no meter la mano, hay que saber mucho. Y en eso están los enólogo, estudiando suelos, influencias de temperaturas, optimización es de riegos, probando con diferentes recipientes de elaboración y crianza, etc.

Pero al mismo tiempo las mismas bodegas que marcan el camino de la evolución, no están contentas con sus volúmenes de venta. En el mercado externo, porque no pueden aumentar los precios como quieren y la inflación les ha erosionado el margen, y por ende la motivación. En el ámbito local, si bien pueden tocar los precios a gusto y piacere, el consumidor nunca llega a alcanzarlos. Porque cuando se está empezando a enamorar de una etiqueta, se la corren un poquito más allá, hablando del precio. Pero la problemática es más profunda, y tiene que ver con lo cultural. Esta claro que vivimos en un país con situaciones que modifican constantemente nuestros usos y costumbres, y que siempre estamos preocupados por llegar a fin de mes lo mejor parados posible. Y el vino, como cualquier otro producto  sufre esos vaivenes.

Pero yo me pregunto como puede ser que se haya desperdiciado la década ganada del vino. A esta altura deberíamos estar tomando todos, mucho mas y mejor. Sin embargo estamos estancados. Y la culpa es un poco de todos.

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Las bodegas, porque salieron a vender vinos en forma directa por donde se pueda, ya sea puerta a puerta, a través de valijeros o de manera virtual. Las vinotecas por su parte se metieron en el mundo de las revistas;  tal punto que hoy todas tiene su propia publicación. Algunas más dedicadas a los contenidos pensando en el cliente mientras que otras son catálogos de venta disfrazados. Pero la realidad es que son revistas de buena calidad y gratuitas al alcance de los clientes. Sumado a la falta de tiempo relajado para leer, estas se han convertido en el único material de lectura especializada en las casas de los enófilos. ¿puede haber sido esto una revancha hacia aquellas revistas que se metieron a vender vinos? Quizás. Porque existen varias publicaciones que juntan distintas botellas, la mayoría hoy a la venta en vinotecas y restaurantes, y se las hacen llegar a la casa de sus socios y/o suscriptores. Hace mucho, cuando sólo existía el Club del Vino del recordado Cacho Vázquez, la idea es ofrecer vinos exclusivos, entendiéndose por ello vinos in conseguibles en Capital y alrededores. Pero hoy, esa exclusividad la tenemos en todos lados, porque a donde vamos siempre encontramos vinos que no conocemos. Me pasa a mi diariamente que me dedico a esto, y por eso me imagino lo que le pasa al consumidor. Esto, que parece un dato menor no lo es. Porque la venta de vinos es un arte tan importante como la elaboración. Lo mismo que editar una publicación. No es algo sencillo, debe haber una línea editorial, un respeto por el lector una distancia crítica y una consistencia en el mensaje. Algo que es imposible si se está de ambos lados del mostrador.

Por ultimo las exposiciones de vino. Hoy, todos hacen una, y el resultado está lejos de ser un beneficio para todos. Porque más allá de lo atractivo que significa tener eventos todos los días cerca de casa, hay que pensar en los que exponen y esa gran cantidad de vino regalado. Hay que preguntarse si se cumple el objetivo. Algo que claramente no está pasando, porque si no las bodegas no se quejarían de sus magras ventas actuales. Hay bodegas que hacen su propia feria, hay distribuidores que juntas a sus bodegas clientes para dar de degustar sus vinos a clientes y aficionados y surgieron organizadores de ferias de todos lados, más como oportunistas de un negocio que como verdaderos promotores del vino argentino.

Todo esto explica nuestra coyuntura. Si cada uno retrocediera algunos pasos y pudiera volver a poner foco en lo suyo, en lo que verdaderamente sabe hacer y por lo que se ha ganado el respeto del consumidor, todo seria distinto. Por Ejemplo, no  habría vinos por todos lados sin precios de referencia, habría vinos donde corresponde y al precio adecuado; léase no tan inflados. O las bodegas podrían pagar una publicidad como corresponde en un diario o en las revistas especializadas, sin necesidad de recurrir a entregar miles de botellas en canje que deambulan por ahí. Sin dudas, todo sería más claro si los zapateros volvieran a sus zapatos.

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Más respeto a los mayores

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En las últimas semanas tuve la oportunidad de degustar varios vinos de cosechas anteriores. Y con eso me refiero a vinos de 5 a 25 años de vida. Para muchos, son vinos viejos, para otros tesoros bebibles, y para la mayoría vinos que no se tienen en cuenta hasta que llegan a la mesa de uno.

Todo vale en cuánto a gustos, y nadie es quien para decirnos que preferimos, pero si me parece interesante destacar que todos los vinos que he degustado, con varios años en botella, demostraron que evolucionan muy bien. Más allá que muchos no hayan sido concebido para tal fin. Como por ejemplo el caso de la magnum de Chandon Extra Brut, corte 2004, que descorcharon para celebrar en la embajada francesa, los 40 años de Onofre Arcos en la bodega y Chef de Cave desde hace 20 años. El espumante estaba maduro, pero con una acidez, una fineza de burbujas y unas notas complejas que a ciegas muchos hubieran apostado que se trataba de un reconocido Champagne.

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Otro espumante de la misma cosecha, y en este caso con mayores pretensiones de guarda, fue el Rosell Boher Brut. Delicado y profundo, con agradables notas de evolución. De López, qué más se puede agregar en este contexto. Todos sus vinos están concebidos para que al llegar a la copa regalen equilibrio y consistencia, con la complejidad que sólo le da el tiempo a los grandes vinos. Me gustó la evolución del Montchenot 115 años, cosecha 1988. Porque pasaron 27 años desde que nació, y sigue diciendo cosas, más allá de ser fiel a un estilo único. Con Sebastián Zuccardi pude degustar muchas cosas en estos días. Y algunas de ellas fueron traídas especialmente de la cava de la bodega. Así, el Chardonnay 2006 de Q, el primero elaborado con uvas del Valle de Uco, y el que inauguró la nueva era de los blancos de alta gama de la casa, se mostró expresivo y refrescante. Pero la joya guardada de la noche (en Oviedo) fue el Tempranillo Q 1999. Un vino que emocionó al joven wine maker de la bodega. Y claro, no es para menos; porque allí está la historia de sus antecesores, los que forjaron la empresa en la cual él está escribiendo la suya propia. Un tino que sigue regalando estructura y un final de boca complejo. Y, como a Emilio Garip (dueño del restaurante Oviedo) le encantan los vinos bien añejados, trajo de su cava propia dos exponentes para confirmar que los buenos vinos nacionales, evolucionan muy bien. Descorchó el primer Trapiche Medalla Blanco, un Chardonnay 1995 vivito y coleando. Y un Pérez Cuestas 1986, elaborado en su momento por Carmelo Patti. Y hablando de blends y grandes enólogos, Roberto de la Mota fue otro de los que estuvo paseando por buenos aires y, entre tantos vinos, descorchó a la luz de la vela en los jardines del Palacio Duhau, una magnum (botella de 1,5 litros) de su Mendel Unus 2004. Uno de sus dos primeros vinos en Mendel. Y recordó la gran cantidad de vinos, dentro de un estilo pensado más para la evolución que para el consumo joven, que elaboró junto a su padre (don Raúl) en Weinert.

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Todas estas degustaciones me llevaron a reflexionar mucho sobre el tema. Ya que como conocedor y curioso, soy de analizar mucho cada vino y a veces no les tengo el respeto que se merecen a los mayores. Porque más a allá de tener o no la intensión de evolucionar sana, digna y atractivamente con la estiba, son vinos que van más allá de las sensaciones que puedan brindar en el momento de degustarlos. Porque ese momento, sin dudas se extiende, ya que los vinos, sus sabores diferentes y sus cosechas, quedan flotando en la mente y el paladar. Y los recuerdos remueven muchas cosas, muchos sentimientos. Por eso a Sebastián Zuccardi le emociona la evolución del Tempranillo Q 1999, o a Eduardo López anunciar que lanzan su ciclo de degustaciones verticales partiendo de un vino con 40 años, sí el Montchenot 1975 (del Centenario). Ya sean blancos, tintos o espumantes, la experiencia de disfrutarlos, compartirlos y dejar fluir los recuerdos con otros amantes del vino, es una experiencia que los vinos actuales, por más impactantes, elegantes, expresivos y complejos que sean, no pueden ofrecer. Ya lo dice mi gran maestro de los vinos guardados, Víctor Dayan (quien ostenta la mayor colección de estos vinos en nuestro país) de Ligier; después de un vino maduro, no se puede tomar otro vino. Porque te lleva a otra parte, en todo sentido. Y si bien es imposible hacer un análisis justo de la relación calidad precio cuando el tiempo juega un rol importante, él tiene una muy buena explicación; “siempre vale más el vino que lo que cuesta. Cuando lo puedas pagar, no me vas a preguntar por el precio; y si te lo explico ahora, no me lo vas a entender”.

Si te gustó la nota te invito a visitar www.fabricioportelli.com

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La calidad no, ellos sí

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El otro día, en la presentación en sociedad de Abremundos (te lo anticipé hace unos meses en http://blogs.infobae.com/vinos/2014/06/19/musica-para-beber-by-pedro-aznar-y-cia/), entendí algo que, al menos para mí, es interesante. Y por eso lo comparto aquí.

La calidad ya no hace la diferencia, ya no es un valor agregado. Y por qué digo esto. Porque todos los vinos de hoy, aquellos que podemos disfrutar más allá del consumo cotidiano, son de calidad. Es más. Si hablamos de vinos top, como es el caso de los flamantes vinos de Pedro Aznar y Marcelo Pelleriti, esa calidad es muy alta. Tanto que no imagino una más allá en el corto plazo. Pero esto no es malo. Muy por el contrario, es una gran noticia.

Porque si la calidad se define como un conjunto de elementos capaces de llevar la sensación de consumo a un nivel superior, eso lo han logrado todos.

Entonces me di cuenta, al escuchar el origen de Abremundos y la inspiración de Pedro Aznar, que la diferencia hoy la hacen ellos. Los hombres detrás de los vinos. Esto abre una nueva discusión, hombre o terroir.

Hoy, no hay dudas que los vinos argentinos están marcados a fuego por sus hacedores, y son ellos los que hacen la diferencia. Con sus ideales y sus intensiones, con sus locuras y creatividades. Que si pueden llegar al consumidor a través de la copa y tocar sus sensaciones, habrán logrado su objetivo.

Hoy el hombre elige donde, como y cuando. El hombre persigue un ideal. Claro que el lugar; léase terruño; es muy importante. Pero hoy es muy prematuro hablar de vinos en los que el terroir sea más que el hombre. Seguro que ese será el destino de los grandes vinos argentinos. Ese momento en el cual el hombre sólo sea un guía y la naturaleza lo ayude a mejorar su vino, año tras año. Esa será la conclusión del trabajo de muchos años. Es decir, no serán vinos de una cosecha, sino el producto de una vida dedicada a las cosechas. Y a fundar la Argentina vínica del terroir. Veo en el horizonte muchos grandes vinos, e imagino que en algún momento las (be)bibliotecas de todos se llenarán de esos libros para beber, de diferentes años, y que evolucionen diferente por el sólo capricho de la naturaleza.

Hoy, tenemos muchos grandes vinos que simbolizan esa búsqueda. Que van cambiando año tras año porque su hacedor quiere cambiar, está aprendiendo o simplemente busca crear algo diferente. Estos vinos, con el paso de las añadas, se multiplican. Pero por más que ostenten la misma etiqueta, son vinos diferentes. Y hay que tomarlos como tales. Son vinos de transición.

Por eso, si la calidad ya no hace la diferencia, y el terroir aún está en una etapa inicial, es el hombre el que marca la diferencia. Y con sus intensiones le da valor a cada botella. Y más allá de lo que cada uno pueda pagar por un vino, los hacedores son conscientes de las reglas del juego. Y a la hora de fijar los precios, saben que están justificados. Siempre y cuando conlleven un significado que los consumidores aprecien y puedan valorar a la hora de descorchar y brindar.

Si disfrutan del vino tanto como yo, los espero en WWW.FABRICIOPORTELLI.COM 

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A mi no me importa

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A la hora del vino, tu gusto es tuyo y el mío es mío. Y así como a vos no te importa el mío (o no debería), a mi tampoco el tuyo. Porque cuando te hablo de un vino que conocí, que degusté o tomé en alguna situación, trato de compartírtelo desde un lugar objetivo. Ya se que me vas a decir que la degustación y la apreciación de aromas y sabores son subjetivas. Y tenes razón. Pero mi punto de partida no es mi gusto sino la calidad del vino. Y a partir de allí trato de describirlo acabadamente, basado en la experiencia, el conocimiento de la etiqueta, del enólogo, del terruño, y sobre todo de la intensión del vino. Con todo eso me formo una opinión y le pongo un puntaje. Y mi gusto no cuenta, porque yo no vengo a imponer nada, sino a compartir mis experiencias con el único objetivo de los que me lean, como vos, les den ganas de descorcharse un vino y disfrutarlo.

Estoy seguro que esa es la mejor manera de poder aportar algo para que el consumidor, que no tiene tiempo de probar tantos vinos como yo; porque simplemente se dedica a otra cosa; sienta curiosidad. Y en todo caso, cuando está tomando un vino recuerde algo de mis palabras, y que las mismas lo ayuden a determinar cuánto le gusta tal o cual vino. Una vez más mi gusto no cuenta, sino el tuyo; al menos para vos.

Por más líder de opinión o referente que uno sea, no hay que tomar partido, no hay que involucrarse con el vino desde lo personal sino desde lo profesional. Si yo quiero imponer mi gusto, y califico un vino en base a eso, seguramente te estaré dejando afuera muchos vinos que puedan llegar a ser de tu agrado. Dicho de otra forma, si a mi no me gustan los vinos concentrados, o alcohólicos o los que vienen en botellas pesadas, y por eso los mato con los puntajes, estoy siendo muy subjetivo. Y por lo que yo entiendo, también poco profesional. Porque ese vino concentrado puede ser redondo, puede tener mucho potencial, e incluso puede tener aromas y sabores agradables. Y hasta ser más envuelto que un vino liviano, con mucha acidez y que raspe el paladar con sus texturas “atizadas”, como los que hoy están de moda.

Hablando de eso, el gusto amplificado por la comunicación, también fomenta modas. Si hoy me cansé de tal o cual vino, y descubrí la novedad, todo lo anterior no es tan bueno como este. Algo así como borrar con el codo lo escrito. Es cierto que todos vamos cambiando, creciendo, y el paladar también. Pero no hay nada mejor, para un periodista al menos, que ser consistente. Pero no con su gusto personal, sino con los vinos. Si un vino es bueno, lo es, guste o no. Cuántas veces estuviste frente a una copa de vino que todos alrededor ponderaban y a vos no te gustó. Hay vinos de calidad que seguramente no son de tu gusto, ni del mío. Pero sabes una cosa, yo estoy acá para probarlos a todos y contarte como son, darte tips, informarte de lanzamientos o simplemente recordarte que existen, de una manera atractiva para poder captar tu atención. Allí sí uno puede demostrar sus talentos y lograr un estilo. Pero una vez más, mi gusto no cuenta.

Referentes, periodistas y comunicadores que hablen de vinos hay muchos, y todos son profesionales. Algunos con estilo, otros se apoyan 100% en su gusto esperando que sus seguidores y la industria los avalen. Otros toman más distancia, e incluso viven lejos de donde se hacen los vinos, o hasta nunca nos visitaron. Sin embargo hablan de los vinos argentinos con gran influencia.

Yo vivo acá, tomo diariamente vinos argentinos y trato de conocer cada día un poco más. Comparto muchas cosas con los que hacen los vinos que degusto, porque somos de aquí o habitamos en el mismo lugar, comemos las mismas comidas, sentimos el fútbol de la misma manera. Y por eso tenemos las mismas costumbres. Las mismas que las tuyas. Compartir todo eso me da una visión tan global como nuestra, de los vinos argentinos. Algo muy difícil siendo extranjero y de visita, o degustando a la distancia.

Hace 15 años que degusto vinos y los comparto aquí, comunicándolos a través de diferentes medios. Y quiero seguir haciéndolo.

Hoy comienzo una nueva etapa con www.fabricioportelli.com, te espero para recorrer juntos este fascinante mundo del vino.

Ojalá pueda ser un aliado en tu camino, alguien que te muestre las opciones para que puedas elegir mejor, y así disfrutar más. Eso sí me importa.

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¿Es un cuento chino?

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Claramente no, si nos estamos refiriendo al consumo actual de vinos, principalmente tintos. Porque China ya es el principal consumidor de vinos en este rubro, y quinto si le sumamos blancos, espumantes, rosados y dulces. Y si la tendencia se mantiene; ¿serán los salvadores de la categoría alrededor del mundo, tomándose los excedentes y potenciando la producción, o nos dejarán sin vinos para disfrutar a diario? Continuar leyendo

Malbequizar. Me gusta la idea.

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Esta semana, Mauricio Macri lanzó una frase (y varias explicaciones) que realmente motiva; al menos a los amantes del vino. Porque es una prueba de cómo aprovechar la (indudable) década ganada del vino argentino, en pos de mejorar la calidad de vida de todos. Continuar leyendo

Aristóteles sabía brindar

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Todo hombre por naturaleza tiene aspiración al conocimiento. Sabias palabras que desafía la máxima popular actual que asegura “el mejor vino es el que más te gusta”. ¿Por qué? Porque deja en evidencia que sin conocimiento no puede haber atracción verdadera, o duradera. Veámoslo de esta forma; nadie se enamora sin conocer. Se puede quedar flechado a primera vista o impactado a primera copa. También se puede disfrutar mucho de un vino la primera vez que se lo toma, incluso siendo un bebedor ocasional; de esos que no le prestan demasiada atención a la cosa (que está en la copa). Pero para disfrutar más hay que conocer. Continuar leyendo

Vení, hacete amigo del vino

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Se dicen tantas cosas del vino, pero por suerte no está todo dicho. Falta mucho para eso. Pero sigo sorprendido como aún al vino argentino le faltan amigos. Y con amigos me refiero a consumidores. Porque en los últimos años, el vino ha hecho mucho para acercarse a todos. Lejos quedaron los tiempos en los cuales sólo se lucían algunos pocos cuando se celebraba algo importante. O mejor dicho, se lucían todos y a diario en las mesas nacionales. Pero la evolución nos demostró que aquellos vinos omnipresentes no tenían los atributos de los actuales. Continuar leyendo

Un vino 100 puntos por favor

Cuando el lujo se convierte en vino

Está claro que a la mayoría de los que disfrutan del vino a diario, los puntajes les importan poco y nada. Sin embargo, a los que lo hacen, a los que lo venden y/o promueven, y a los enófilos, sí. Además, sigue siendo uno de los temas más polémicos por donde se lo mire. Ya sea por quien los otorga, o en donde sale publicado, o si el degustador de turno cató los vinos a ciegas, etc. Lo cierto es que lo importante no es el numerito al final del comentario de un vino, sino la consistencia que dichos dígitos pueden mostrar. Ya que de esa forma, ese dato pasa a ser confiable. Y convengamos que el puntaje de un vino, en todo caso, es una excusa más para adquirir una etiqueta determinada. Continuar leyendo

Francamente, no entiendo

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Hace tiempo que sigo de cerca a los vinos argentinos, y me siento el hincha número uno (aunque debemos ser miles). Es decir que soy testigo privilegiado de todo lo que pasa y siempre deseo lo mejor. Pero cuando algo no me cierra, lo digo. Me pasó dudar del Syrah en el pleno de su auge sanjuanino, por citar sólo un ejemplo. Hoy, muchos se llenan la boca con el Cabernet Franc. Los que lo hacen, muy entusiasmados con sus primeros grandes vinos logrados con dicho cepaje. Los que vienen de afuera, porque captan tal entusiasmo. Y muchos de los que están acá, porque se hacen eco de los que lo hacen y de los que vienen de afuera, más allá de sus opiniones y visiones. Continuar leyendo