Finalizado

#BosteroSoy

Esa parece la palabra exacta para definir el ciclo de Julio César Falcioni como entrenador de Boca. El desgano de varios jugadores -que el propio Angelici salió a poner sobre el tapete- la pérdida de identidad futbolística, la salida del mejor jugador de la historia del club (¿hay que aclarar que es Riquelme?) y las finales pérdidas de un modo inesperado dejaron al DT con un pie afuera…

Aquel técnico de la cara de “pocos amigos” que nunca se pudo meter en nuestro corazón, pero que supo sobrevivir en Boca a duros y variados golpes que hubiesen volteado a más de uno –sobre todo tomando en cuenta que no era alguien con historia en el club-, parece que está a punto de agotar su última vida en la ribera…

Repasemos. Apenas llegado al club, en diciembre de 2010, jugó en el verano con un esquema 4-4-2, sin Riquelme. Luego, en el inicio del Clausura 2011 puso al “10” de titular, pero en la primera de cambio lo sacó del equipo, algo que generó nuestro repudio, sumado a la pobreza del juego y los resultados. Tras una breve paz con Román, buscó apoyo en Martín Palermo para equilibrar el vestuario, pero el equipo no levantaba y llegó a mitad de año a sólo siete puntos de los puestos de promoción.

El fantasma de lo que le pasó a River sobrevoló levemente por nuestras mentes, pero luego, y tras el retiro de Palermo, llegó lo mejor de la mano de Falcioni, ya que logró conformar un equipo muy sólido desde lo defensivo, con Román como capitán y conductor. Resultado: campeón invicto y un poco de paz.

Sin embargo, todos nos dabamos cuenta que la armonía con Riquelme siempre dejaba la sensación de ser transitoria y cada declaración o gesto eran tomados como llamados de atención. Apenas empezada la Copa Libertadores, explotó el famoso vestuario de Barinas y Falcioni llegó a Buenos Aires renunciado.

Así y todo el “Emperador” logró sobrevivir a eso también, el equipo siguió adelante y quedó a las puertas de la famosa “triple corona”. Pero….con la gloria al alcance de las manos, Ar-se-nal nos dio una páliza en la Bombonera, se “filtró” la renuncia de Riquelme y fuimos una sombra en el Pacaembú, donde el equipo no mostró reacción.

Este doble golpe, sumado a que todos los ojos se posaron en Falcioni por la salida de Román, pareció ser letal para el DT. Pero…no. Nuevamente sobrevivió y siguió al frente del equipo. Con la final de la Copa Argentina en las puertas, muchos pensamos que una coronación serviría para que Falcioni se retire ganador y dejando una buena imagen.

Tampoco ocurrió eso. “Pelusa” decidió seguir, ya sin Román en el vestuario y prometiendo otra vez un Boca en los primeros planos. Nada de eso pasó. Un equipo sin alma, vulnerable desde lo defensivo, desarmado, desganado y sin respuestas es lo que vemos actualmente.

Fue llamativo el gesto del último partido. Falcioni no hizo declaraciones luego de caer en Córdoba con Belgrano. Anteriormente había dado la cara en situaciones más comprometidas, como cuando Riquelme se bajó del barco.

Ahora el presidente salió a pedirle actitud a los jugadores. Con River a la vuelta de la esquina, es inevitable pensar en lo que pasó con Brindisi y Borghi cuando fueron al Monumental.

La camiseta de Boca es más grande que todos, que los jugadores, que el técnico y que los dirigentes. Hagamos honor a los colores y la historia y no repitamos viejos y dolorosos errores.