ATLÁNTIDA: la conexión con Latinoamérica y la Antártida (con Alex Chionetti y Debora Goldstern)

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La Atlántida es uno de los mitos antiguos más cargados de significados. Si bien se mantiene enmarcado dentro de las leyendas, existen serios indicios de su existencia fruto del incansable trabajo de personas que se han embarcado en la búsqueda del continente perdido de Platón. Pero pensemos por un momento que realmente existió para desaparecer bajo las aguas del Atlántico: bien podrían haber llegado supervivientes a las costas de Latinoamérica, o al menos así lo creen Alex Chionetti y Debora Goldstern. Y no, por supuesto que al exponer sus ideas no hacen ni un poco de agua.

DE ERAS, CATACLISMOS Y CONTINENTES PERDIDOS

PLAPLALa Atlántida, de haber existido, significaría no solo una revolución histórica sino también la posible explicación para algunos de los problemas que encuentran los investigadores alrededor del mundo. “Otra” humanidad podría arrojar luz sobre esa extraña manía de los pueblos primitivos de repetir patrones arquitectónicos y culturales. Así también, encontramos la posibilidad de que los supervivientes vinieran a parar a nuestro continente; entonces esta historia de la protohistoria comienza a tomar un vuelo inesperado y apasionante.

Pero ya nos ocuparemos de ese dato. Sucede que el primer problema a resolver tiene que ver con la época en la que podría haber existido la Atlántida y debo aclarar que la historia oficial no reconoce la existencia de este continente perdido: “Partiendo de ese punto no la podemos encajar en ninguna era o época más o menos conocida. Pero, si salimos de la historia oficial comenzamos a encontrar algunos puntos que quizás nos puedan ayudar y te diría que la Atlántida quizás pueda datar de la era Mesozoica”, dice Débora Goldstern quien me aclara que la idea es buscar un punto anterior a la última glaciación y que tampoco se puede saber bien si se habla de un continente, una isla u “otra cosa”.

Considerando el tiempo transcurrido el concepto de “otra” humanidad toma fuerza e incluso nos obliga a pensar en qué tan humanos serían los atlantes en caso de haber existido. Lo cierto es que el esoterismo los clasifica como la Cuarta Raza antes de nuestra humanidad actual y eso es algo en lo que Debora Goldstern hace hincapié. “Evidentemente hablamos de la misma humanidad pero con una evolución llena de enigmas ya que algunos dicen que superaban nuestros conocimientos actuales y otros que era menor a la que hemos alcanzado ahora. También se dice que los atlantes tenían una formación más conceptual y no tan matemática como la que nosotros utilizamos. Son muchas diferencias”.

Alex Chionetti me dice que muchos antropósofos pensaban por el 1900 que los atlantes no eran tan físicos como podemos pensar. “Tenemos un concepto de la Atlántida que es como el programa de los antiguos astronautas: totalmente materialista y mecanicista”, dice antes de agregar que piensa que los antiguos moradores del continente perdido habrían sido más etéreos que otra cosa.

¿ATLANTES EN LATINOAMERICA?

ALEX Cuando uno piensa en la Atlántida automáticamente llegan imágenes que apelan a Grecia, Platón y, gracias a sus historias, el antiguo Egipto. Pero el norte de la charla con Alex Chionetti y Débora Goldstern está en la posibilidad de que los atlantes hayan llegado a nuestro continente escapando del legendario cataclismo. “Siempre me interesó la Atlántida de niño pero hasta que no llegué a la meseta de Marcahuasi y vi esas construcciones en los Andes, que habían escapado del gran diluvio de hace entre 8000 y 12000 años, es que todo empezó a cuajar y vi que las aguas habían subido”.

Sucede que la teoría atlante es lo suficientemente rica como para incluir asentamientos satélite y la posibilidad de que el continente perdido estuviera bien inserto en el polo sur. Además, conecta la antropología, la geología, la arqueología y los investigadores de disciplinas no convencionales que aportan a su manera datos que muchas veces son decisivos. “La teosofía vio hace 200 años y trató de descifrar el enigma”, insiste Alex Chionetti antes de agregar que: “Nosotros estamos buscando desde el punto materialista a ver dónde están las columnas, donde está la comprobación de lo que dijo Platón y que venía de la tradición oral egipcia”.

Le pregunto a Alex si existe una tradición oral latinoamericana que hable de los atlantes y destaca el punto del gran diluvio, que aparece reflejado en las costumbres nativas además de escritos y leyendas sobre una raza extraña. “El tema es que en los últimos 200 años tuvimos 200.000 libros hablando de distintas locaciones”, lo que sin dudas termina por significar un problema a la hora de dar una dirección cierta a las investigaciones y proponer un lugar físico definitivo para el mito. Sin embargo, Alex habla del trabajo de Jim Allen quien sostiene que la Atlántida se encontraba en la zona de Oruro (Bolivia), cerca del lago Poopó, en pleno altiplano boliviano. La hipótesis de Allen se basa en que la descripción platónica de la Atlántida —“una planicie rodeada de montañas” y situada por encima del nivel del mar— encaja con la geografía de este enclave sudamericano. Platón se refirió asimismo a la capital del continente atlante, que ubicó en una isla volcánica denominada también Atlántida. Según Allen, tal circunstancia resolvería el enigma de la repentina desaparición, ya que –explica– lo que se hundió no fue el continente, sino la isla-capital. Alex Chionetti remarca entonces otro dato mayor y es una aleación de cobre y plata llamada “Oricalco”: “solo la encontramos en el mediterráneo y en la zona de Oruro, Potosí y Pampas de Aullagas. Sin embargo cuando hice mi expedición me parecieron fascinantes algunas coincidencias pero si me preguntas no pude encontrar un solo vestigio de que la Atlántida haya existido en Bolivia, entonces lo descarto porque ese territorio no ha sido alterado. Si hubiera construcciones de algún tipo seguirían allí. Lo que si se me hace interesante es que en esta zona encontramos una serie de líneas y geoglifos, que vienen del norte, de Nazca”, mismos que también encontró en Chile por lo que todo el altiplano estaría conectado. “Nazca se proyecta hacia Bolivia, Chile y Brasil pero cercanos a las Pampas de Aullagas y pienso que no tiene nada que ver con la aridez y la falta de agua, que es una teoría que siempre están machacando, sino que es algo que tiene una interpretación más cercana a la arqueoastronómica. En todo caso es una zona muy misteriosa”.

DEBORAPor su lado Debora Goldstern destaca el trabajo de Gabriele D’Annunzio Baraldi quien, en un artículo del año 1983 ya decía que: “Debajo de las rocas del Parque Nacional de Sete Cidades, a 26 kilómetros de Piriri en Piauí (Brasil), pueden estar escondidas las más importantes pistas sobre la existencia de Atlántida, el Continente Desaparecido. Su localización está en el mismo punto, donde hace millones de años se levantara la mayor ciudad de aquel Continente. Sete Cidades, tiene debajo del subsuelo ruinas de casas y construcciones donde puede haber vivido parte de la extinta civilización Atlante”. También fue llamado el “último atlantólogo” y debemos recordar que sigue existiendo el debate sobre la utilización de la mitología como dato que complemente allí donde no existe historia escrita. A todo esto, Debora piensa que “la Atlántida aún se puede seguir rastreando bajo agua”.

LOS ATLANTES

Ahora bien, si consideramos estos indicios de la presencia atlante en Latinoamérica es justo preguntarse cómo se verían, al menos si ponemos el objetivo en encontrar representaciones de sus figuras en las culturas antiguas. Para, Débora, fueron básicamente gigantes: “Si, como dice Alex, se toma lo que decía Rudolf Steiner, podemos agregar que durante el día dormían para estar despiertos de noche y recibir la inspiración de otras entidades que ayudaban a su cultura, lo que habla de una especie de inteligencia que nosotros todavía no manejamos o hemos perdido. Que tuvieran acceso a otras realidades me hace pensar en un pueblo muy diferente de todo lo conocido, distinto a lo que somos ahora”. Debora Goldstern se toma el tiempo para una reflexión y me dice que piensa que así como los Atlantes recibían esta información nosotros nacimos para llegar a las mismas conclusiones pero por el camino de la prueba y el error, del aprendizaje no tan espiritual sino ligado a lo que llegamos a percibir desde el plano físico y sin ayuda alguna.

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 AL SUR DEL SUR

La Atlántida en la Antártida, más que un juego de palabras, es una teoría en la que Alex Chionetti ha trabajado por mucho tiempo. Como base, el enigmático mapa de Piri Reis, que se destaca por incluir un continente antártico libre de hielo, y todos los problemas de interpretación y adjudicación si ponemos como dato principal que fue confeccionado (o copiado) entre 1501 y 1513.

“Muchos de los cartógrafos e historiadores ortodoxos se tiran de los pelos pero está ahí (el mapa) y si, este mapa del almirante turco conecta con la Atlántida de Egipto porque estos mapas, lo decía el mismo Piri Reis, venían de otros mapas y estos de otros que pertenecían a Egipto. Por eso podemos conectar a Solón con Piri Reis, haciendo una interesante triangulación. Este mapa recrea las costas americanas al milímetro y cómo hubiera sido la Antártida antes de ser cubierta por el hielo… o sea que estamos en 40.000 años, ¿y cómo lo explicamos?” se pregunta Chionetti, y agrega que las investigaciones geodésicas lanzan como resultado que la Antártida se mapeó antes que los hielos se acumularan.

Alex me dice que esta es una historia que muy pocos conocen: la primera y única expedición italiana a la Antártida fue hecha con el afán de buscar y encontrar la Atlántida. “Un evento genial y de índole privada financiado por el deportista y aventurero Renato Cepparo. Se realizó entre el 1976 y 1978, una verdadera expedición romántico/científica más propia de los libros de Emilio Salgari, y Julio Verne, pero que casi termina en tragedia —como las expediciones clásicas— lindando con los conflictos geopolíticos de esa oscura década del setenta en el cono sur”.

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Por aquellos años, el gobierno argentino les negaría a los italianos la entrada legítima al territorio, por más que los expedicionarios esperaran la aprobación de lo que era el tratado antártico, vigente en ese periodo. “Aun así los italianos, una verdadera “armada brancaleone” polar, y después de lidiar con típicas burocracias del Instituto Antártico Argentino de ese entonces, llegaría a destino para encontrar vestigios de bosques tropicales en forma de fósiles. El equipo construyó una base la que donarían al gobierno argentino; solo para encontrar en un segundo viaje que había sido destruida en los dos años de ausencia. Las sospechas caían en los militares argentinos de la base más cercana y significa una vergüenza histórica nacional”.

La Antártida tiene un clima muy particular y sigue siendo uno de los lugares más secos del planeta, de hecho el centro del continente es un verdadero desierto nival. Esa aridez ha permitido que esos bosques fósiles se perpetúen casi intactos, como así restos de posibles de culturas que se hubieran desarrollado hace más de 10 mil años. “Recientes hallazgos a una profundidad de 3 kilómetros debajo de la capa de hielo donde son evidentes hojas de palmeras de color violeta y purpura, probarían que por miles de años no han habido lluvias. Desde mi punto de vista ha permanecido así como continente-placa por largo tiempo, si no son miles son millones de años. Estaba más arriba, más cerca de los trópicos donde fue manteniendo una civilización que había prosperado en esa ubicación sobre la línea del trópico de capricornio”.

Alex hace una pausa y sigue, se nota que lo que está narrando es parte de sus desvelos: “Lo interesante es que la teoría de la Atlántida en la Antártida nace con Flavio Barbiero, fraternal amigo que la desarrolla en los setentas, excitando el espíritu de exploración de Ciaparo, quien por entonces era un total escéptico. El Almirante Barbiero se basa en un documento del explorador antártico Capitan Carl Larsen, quien en el siglo XIX encuentra una estructura de 50 pilares de terracota, rematados con esferas del mismo material. Pese a sus dudas si son naturales, se inclina a que son artificiales, construidas de un material compuesto de arena y barro, como una especie de adobe o cerámica, dispuestas en una especie de cancha o recinto cuadrangular. Barbiero también se basa estudiando los mapas de Pire Reis, interpretados por Charles Hapgood, y por el mapa de Phineas. En ambos el relieve de la Antártida es detallado, convirtiendo a esos mapas en una rareza que antecede a los trabajos más modernos que coincidirán en ese relieve polar”.

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CAPSULA DEL TIEMPO

Es muy interesante considerar las teorías expuestas en el programa del jueves pasado de La Señal (ciencia y misterios), tanto por Alex Chionetti como por Débora Goldstern. La posibilidad de que la Atlántida haya sido un continente que (así como se separó la Pangea) haya “descendido” desde regiones más tropicales hasta ser parte de lo que hoy conocemos como la Antártida, no puede dejar indiferente a nadie. De descubrirse una civilización perdida bajo los hielos, de confirmarse la propuesta de Alex que sitúa el lugar más idóneo como el Mar de Weddell, las consecuencias serían fascinantes.

Claro que es necesario pensar en una serie de exploraciones serias y bien financiadas. Volver a invocar ese espíritu romántico que motivó a científicos y aventureros por igual, porque el premio puede ser grande. Es que la Antártida/Atlántida, podría esconder secretos conservados casi a la perfección gracias a ese efecto de “cápsula del tiempo” que propone lo encontrado hasta el momento.

Al final, el mito puede seguir siendo mito, pero cómo me gusta cuando los dioses antiguos hacen bramar sus cuernos para encender la llama de la curiosidad en los simples y limitados mortales que venimos a ser, al menos hoy.

Fernando Silva Hildebrandt.

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