Pluma de Condor – sobre la libertad

cuento 1 parte

Sábado al mediodía, la familia Gómez, se junta a almorzar. Un tema sucede al otro. Hacia un año que Nicolás ya no estaba con ellos y justamente hoy su equipo había ganado el campeonato de rugby. Claudio llego un poco mas tarde con la camiseta tricolor firmada por el equipo en honor a Nicolás. Bocha agarra la camiseta y la apoya sobre la foto de su hijo en el living. Mientras, Bauti y Rami jugaban con dos espadas de juguete a los piratas sin prestar atención a lo que hacían.

Al rato, Bautista, se cae sobre la remera, tirando la foto del tío sin darse cuenta. Pichi agarra la foto y le recalca “No se juega con eso”. Bauti, intentando que la abuela se olvidara de lo sucedido, y al recordar al tío, le pregunta ¿Donde esta Paola? La abuela le contesta que Paola finalmente había decidido viajar a Londres, pero les había dejado una sorpresa.

“Sorpresa” grita Bauti llamando la atención de la familia. La tía Paula, va a buscar la caja colorada al cuarto de sus padres. Al abrir el paquete, un pequeño libro llamado “Pluma de Cóndor” se encontraba. Los chicos no entendían de que se trataba pero la curiosidad los había apoderado. De esta forma, le pidieron a Claudio que les contara el cuento. Toda la familia se dispuso a escucharlo.

“Había una vez una familia que tuvo cuatro hijos, el mas pequeño de todos se llamo Nicolás al que llamaban “El Polaco”. Nació un 19 de mayo de 1975 y desde muy chiquito se mostraba intrépido y audaz. Desde niño se sentía un cóndor que volaba. Tomaba la bicicleta y salía a dar vueltas sin cesar planeando con sus brazos como si estuviera dando grandes vueltas en el aire. Le gustaba sentir que enfrentaba el viento. Saltaba grandes obstáculos que se le ponían en el camino, volviendo loco a más de un vecino por el temor de que se hiciera daño. Pero el Polaco no tenía miedo a nada.

El Polaco tuvo un sueño, un verano en el que se encontraba en Miramar, que le marcaría la vida. Soñó que un gran cóndor lo iba a buscar a su casa y lo llevaba con sus grandes alas por el cielo. El cóndor le mostró su destino y para que lo recordara le regalo una de sus plumas que lo acompañaría el resto de sus días. Cuando se despertó esa mañana, una pluma de cóndor dorada se encontraba sobre su almohada. ¡No se explicaba como había sucedido! Su mama vino a despertarlo y apresuradamente abrió un libro de la biblioteca y guardo el preciado hallazgo. A la tarde, luego de jugar con sus amigos, agarro el libro del Don Quijote de la Mancha, el cual había sido el elegido para guardar la pluma de su sueño extraño. Al abrirlo, en la pagina que la contenía leyó la siguiente frase de Cervantes: “La libertad, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por libertad así como por la honra, se puede aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. El sería libre y para ello sería marinero. El mar encerraba los misterios que su alma aventurera necesitaba para ser feliz. En el agua el encontraba la paz y la excitación de la vida.

Ni bien cumplió los veinte años, decidió tatuarse la pluma de cóndor, como símbolo. Sabía que cuando el cóndor apareciera, su sueño se cumpliría. Su pluma de cóndor le recordaba la importancia de ser libre, de elegir lo que su instinto, y no su cabeza, le dictaba. Fue pasando el tiempo y el Polaco sumaba experiencias. Como Marinero, aprendió a trabajar en equipo, todos tenían que tirar para el mismo lado para ser una fuerza y oponer resistencia. En consecuencia, entendió la importancia de ser responsable de sus actos. Él daba su palabra y cumplía con ella, lo cual le provoco varios contratiempos pero siempre lo llevaron a buen puerto. Le gustaba resolver los problemas ajenos. Siempre se destacaba interviniendo en alguna pelea de marineros en los bares, aunque él no la hubiera empezado. Su fuerza lo llevaba a poner fin a las contiendas. Piña para un lado, piña para el otro, terminaban todos compañeros del mismo ring, mientras rondas de cervezas fluían sin cesar. La vida era simple para él y la disfrutaba.

El Polaco, era una persona feliz, que tomaba lo que la vida le ofrecía y al mismo tiempo siempre estaba dispuesto a dar una mano al que lo necesitara. Mientras pudiera compartir con otros lo que vivía estaba hecho. De esta forma, la amistad era un pilar fundamental para su vida. Viajo a varios destinos con la tripulación de su barco. No tenía ningún lugar en particular. A él le gustaba viajar para conocer, solo por el placer mismo de descubrir algo más, de perderse en el mar sin saber bien a donde iba a llegar. En realidad descubrir nuevas sensaciones era la clave para entenderlo, no dejaba de experimentar nuevas cosas y nada lo saciaba.

Así fue como sin brújula timoneaba en las distintas aguas ascendentes o descendentes que se le presentaban. Las horas inmersas en ese líquido le daban lecciones sobre la vida. Las mareas crecían y se modificaban por acciones tan externas como el sol, la luna o el giro del globo terráqueo; indicándole que al igual que las mareas la vida a veces se altera por causas tan inexplicables. ¡La vida es para vivirla plenamente! porque uno nunca sabe lo que le puede pasar, decía incansablemente como si de alguna manera supiera su final.

Luego de varios años de navegar por el mar, y de cultivar grandes amistades, se dio cuenta que le faltaba lo que mas quería, pero que no podía encontrar. En realidad, buscaba lo que todo ser necesita para sentirse completo cuando ya es feliz por ser sincero con su alma. ¡Una compañera de viaje! Él que llenaba todos los vacíos de los que lo rodeaban con su cariño y gracia ¡no encontraba a su alma gemela en ningún lado!

¡Ahí va el que exprime la vida!- decían al verlo pasar. Toda la gente que lo rodeaba lo quería porque se mostraba sincero y frontal. Era fuerte y rudo como un tótem de afuera pero por dentro era un niño que nunca había dejado de jugar.

cuento 2 parte

El Polaco solía caminar por el puerto cada vez que estaba en tierra. El día menos pensado vio a una mujer que le llamo la atención. Era determinante en su carácter y pasó con la velocidad de una gacela a su lado. El Polaco decidió seguirla, descubriendo que trabajaba cerca del puerto, en una florería que se llamaba “Lolita, la flor más linda”. Al principio, el Polaco se la cruzaba en el puerto como si el destino siempre lo condujera a salir a la hora que la vería. De esta forma tímidas miradas se intercambiaban una y otra vez. Finalmente, el día que el Polaco se había animado a decirle algo, ella aparece acompañada. Un morocho la escoltaba. El marinero apenado se va a juntarse con sus amigos al bar, a tratar de olvidarse de la muchacha que lo había encantado.

Pero un día a la muchacha, se le cayó la canasta con flores precisamente frente al marinero que la miraba sin cesar. Dándole la posibilidad a este de acercarse y presentarse. A partir de ese día siempre había un motivo para conversar y si no había lo inventaban. De esta manera, pasaron los días que se convirtieron en meses y la amistad entre Lolita y el Polaco se intensificaba. Él siempre que podía, le traía exóticos presentes de sus viajes. Sorprendiendo a Lolita ante elecciones tan acertadas. Mientras Lolita, que era la dueña de la florería, le regalaba plantas para decorar su barco, casa y la de sus familiares. Sus encuentros se limitaban a largos almuerzos en donde las charlas se desplegaban comiendo pizza napolitana con doble ajo. El Polaco veía en Lolita todo lo que pudiera pedir de una mujer. ¡Era tan femenina como la pluma que amaba! Pero ella estaba comprometida con otro hombre y él no podía intervenir en su libre albedrío a pesar de estar enamorado. Ella elegía a otro. Él tan solo se limitaba a decirle, “Si vos dudas, yo voy a estar”. Pero ella no entendía lo que estas palabras significaban. Siempre lo colocaba en una posición de “mírame y no me toques” y el marinero lo aceptaba por respeto a ambos.

Un día que el polaco había salido a navegar con su hermano y un amigo se perdieron en el mar. Vagaron con las corrientes sin saber a donde dirigirse. El radio se había roto hacia unas semanas y habían salido sin arreglarlo. De pronto del cielo surgió una gran ave. Los tres se quedaron en silencio contemplando el vuelo de ese cóndor dorado. Cada uno pensó en algo. El Polaco al verlo, miró la pluma grabada en su brazo y presintió que su ansiado sueño se estaba por cumplir. El pájaro les indico el camino de regreso y así como apareció de repente, desapareció en las alturas.

A las pocas semanas, las mareas llevaron al Polaco a Rió de Janeiro en su preciada lancha. Allí salio de paseo por las playas de Copacabana y a lo lejos diviso una cabellera que le era familiar. ¡Seria posible que ella estuviera en esas mismas tierras! Al mismo tiempo, se fueron acercando hasta que sus ojos se encontraron y ambos escondiendo ese fuego interno que se desbordaba como un volcán a punto de estallar, se saludaron. Lolita había decidido viajar con su tía Clara. La tía, percibió este fuego que manaba de ambos pero que ninguno reconocía. ¡Era tan evidente lo que pasaba! El Polaco se unió al programa de las dos mujeres ya que deambulaba sin planes. Llegó la noche y se fueron a un bar donde se podía bailar. Una brasilera de formas voluptuosa encaro al Polaco, que sin dudarlo salio a bailar. Mientras Lolita no sabía que excusa inventar para interrumpir el baile. Así fue como se acerco a donde estaban bailando y sin entender porque lo saco de los brazos de esta mujer. El Polaco sorprendido ante la acción de Lolita le pregunto: ¿Pero que haces?

“No lo se”- vocifero Lolita, poniéndose roja de vergüenza

Quem são você?, pronuncia la brasilera sin entender lo que pasaba.

Es una amiga muy querida que quiere bailar conmigo sino te molesta- dice el marinero

La brasilera se pierde en la pista de baile, mientras Lolita se queda indefensa frente a la mirada tierna del Polaco que le extiende los brazos y la saca a bailar. Al sentir sus brazos sobre sus hombros, su cuerpo reacciona.

“Lo nuestro es platónico” convencida pronuncia ella, sin poder mirarlo a los ojos

“Yo pienso que siempre me voy a poner celoso por los que se te acercan y viceversa. Pero, ¡no somos platónicos!-le contesta el Polaco con valentía

La frágil mujer lo mira y se deja llevar por primera vez por su impulso y le propicia un beso. Las grandes manos de Nicolás la tocan y Lolita se estremece al contacto, aceptando las caricias que estas le proporcionaban.

“A mi siempre me pareció que yo podía protegerte” le dice el marinero.

No digas nada. Lo que siento trasciende las palabras. Es como si siempre hubiera sido tuya y no hubiera querido mirarte- aclaro ella sin poder desprenderse de sus brazos

A mi me gusto tu manera de ser y a medida que fue pasando el tiempo yo pensaba ¡tiene que ser mi mujer!- confiesa el Polaco.

Desde ese viaje, nunca más pudieron separarse. No entendían como habían tardado tanto en darse cuenta de lo que les pasaba. Lo bueno es que se habían dado cuenta y lo vivían sin cansarse. El amor los había unido, y como la pluma de cóndor, flotaban por el aire cuando se encontraban. Se compensaban y se cuidaban mutuamente. De esta suerte, el Polaco, paulatinamente, cambio su rutina. La necesidad de compartir su tiempo con su compañera de alma ¡lo ameritaba!. Sus amigos marineros no entendían lo que pasaba. Creían que Lolita le había dado alguna pócima para hechizarlo y se lo remarcaban. Estaban celosos, ya que no disponían de su amigo incondicionalmente para sus peleas de bares y sus noches de tragos. Ahora tenían que aprender a compartirlo con alguien que no era de la manada. Para Lolita, él fue también un gran cambio. Empezó a hacer cosas que antes no se animaba a hacer, él le daba la seguridad para que pudiera realizarlo. Aprendió a confiar en ella misma al verlo como él actuaba.

Su amor les daba fuerza y los completaba. El Polaco sentía que ya no le faltaba nada. Lolita ya no quería separarse. Justamente, la primavera se aproximaba, y el Polaco solo pensaba en salir a navegar por las aguas en su lancha, con su compañera de alma. Inesperadamente, surgió un viaje con sus quince camaradas del barco. Hacia un tiempo que no compartían un trayecto y a él le daba mucha ilusión hacer ese viaje. El Polaco sintió que era hora que le dijera unas palabras a Lolita. Esa mañana, antes de partir, llevo a su mujer al puerto, sin una razón aparente. Las gaviotas revoloteaban sobre los mástiles de los barcos, el sol recién se asomaba sobre el mar y la quietud de la mañana se percibía por doquier.

¡Lolita, mira el horizonte en el mar!- dice el Polaco.

“Lo estoy viendo, pero porque me traes hoy acá. Estoy aún dormida” – le contesta Lolita

Míralo, porque al verlo me recordaras. Es un sin fin de puntos azules que se unen y forman una línea constante. Así es nuestro amor, permanecerá firme a pesar de las circunstancias. Nunca lo dudes. Mi corazón siente a tu lado esa interminable línea de puntos que forman este gran sentimiento que nos une.

“Por que me dices esto”- susurra Lolita

Porque lo siento así. Quiero vivir este amor hasta el día que me muera y lo mejor de todo esto es saber que lo que vivo con vos es lo mas fuerte que me paso en esta vida. De esta forma, cada vez que me extrañes o me necesites y no pueda estar cerca; me podrás sentir en esa línea invisible que se encuentra en todos lados y que une o divide al cielo de la tierra.- El polaco la abraza fuertemente, y le da un calido beso.

“¿No quieres que te acompañe en este viaje?”- propone Lolita sabiendo la respuesta

Esta vez no. Tu tienes que hacer tus cosas y a mi vuelta festejaremos por todos los horizontes que nos faltan por ver- dice el polaco con tono rotundo

Lolita se despidió de él, convencida que el viento lo traería de regreso antes de que lo viera perderlo en ese misma línea que le había definido. El Polaco se interno con su nave en el mar con sus queridos compañeros. Esa tarde, una gran tormenta se desato y aunque el equipo se mantuvo unido, el Polaco desapareció en el mar sin explicación. La tormenta se lo trago.

Así fue como el Polaco que amaba el mar, fue llevado por este a sus profundidades. Dejando a su mujer endeble en un subibaja de sentimientos indescifrables. Lolita, luego de enterarse de la noticia, se fue a su casa con una tristeza insuperable. Las ventanas estaban abiertas y el viento entro sin su permiso. Los papeles se habían desparramado por toda la casa. Sintió que al igual que el viento desordenaba los papeles, en su vida se llevaban los proyectos que juntos habían delineado, y ella no sabia por donde empezar. Decidió ordenarlos. Así fue como una pluma dorada surgió de los papeles. Al querer agarrarla, esta empezó a volar por el ambiente, saliendo por la ventana. Lolita la miro como desapareció por los aires y recién ahí, al ver la línea del horizonte, entendió que el siempre estaría allí, firme, a su lado.

Pluma dorada, pluma anhelada, pluma que el viento te lleva despreocupada, vuela sin rumbo prefijado, siempre el destino tiene sus cauces y aunque duela siempre hay mensaje”…este cuento se ha acabado… dice Claudio emocionado por el recuerdo de esa alma libre que los había dejado.

 

Al cerrar el libro, un sobre con una pluma color dorada dibujada vuela por los aires. Ramiro se apresura a agarrarlo y se lo da a su tío Juancho que estaba a su lado. En su interior una nota de Paola decía así: El cuento ha terminado y espero que les haya gustado. Lolita aprendió lo importante que es poder vivir un gran amor y también entendió que a pesar de que parezca que el tiempo no les alcanzo, como el horizonte siempre el Polaco estará presente en su corazón. Quiero que ustedes, no se olviden del gran amor que les tenía su tío Nicolás, y por ello este cuento ha sido escrito. El les hubiera dicho que busquen su pluma de cóndor, ya que admiraba que ustedes, sus sobrinos, tuvieran personalidad, que fueran determinantes a la hora de alcanzar sus sueños. Nicolás tuvo un sueño y el día que murió en sus últimos minutos entendió que lo había alcanzado. Espero que ustedes, al igual que él, sean libres de encontrarlo.

cuento 3 parte

Cuento “UN ALMA EN VELA”

tino(Inspirado en la imagen de Linda Bergkvist)
Los rayos de luz comienzan a asomarse en el bosque dormido. Todavía no se ha despertado. Su guardián espera solitario la hora de partida. Tan solo segundos faltan para que se desvanezca hasta la hora del crepúsculo donde comienza de nuevo su accionar. Una y otra vez, cíclicamente.
A pesar de las ataduras de su alma, sus alas se extienden como notas musicales atrayendo a los pájaros en su andar. La noche lo seduce, lo pierde por laberintos de abetos que se adentran hasta el interior donde se encuentra solo. En esa máxima soledad encuentra su creatividad, su vuelo, sus recuerdos.
Recuerdos de una libertad que añora ahora al estar preso de las penumbras, de la oscuridad tan plena. Se ha olvidado de las caricias que brindan los rayos del sol, de los colores vibrantes de las flores, del color cristalino de las aguas del rió.

Su nombre es Tino hace cien años que su alma esta en vela, vaga por las noches siendo el encargado de que en los bosques reine el silencio para que los seres oscuros puedan crear sus conjuros. Antes, sus alas se encontraban llenas de colores y con un arpa en sus manos tocaba las dulces melodías de la mañana. Era angelical en todos sus poros, enamoraba por su belleza con solo suspirar. Aprovechando de sus dotes, comenzó a seducir a cuanta doncella de aire, fuego o agua encontrara en su camino.
Las horas del día no le alcanzaban para entrelazarse entre los encantos de alguna de sus beldades. En cada una encontraba algo, una esencia única, que hacia que no pudiera dejar de probarla. Así engañaba a la hada de las rosas con la ondina de la cascada mas alejada, a la hada dorada con la Ariane mas joven y así. Nunca se satisfacía, ninguna le era adecuada.
A su vez, cada encuentro, le hacia crear nuevas melodías que luego disfrutarían todos los seres que vivían en el bosque y eso agravaba la situación de sus búsquedas. Jóvenes, viejas, coloradas o rubias, esbeltas o fornidas, todas se convertían en notas musicales que intensificaban o endulzaban a una de las melodías.
Las primaveras y veranos pasaron, Tito no dejaba de engañar a sus princesas que duraban cada vez menos como sus compañeras diarias. Su fama se fue esparciendo por todos los límites del bosque pero así también su ingenio. Cada vez resultaba mas atrayente para él cazar una doncella con sus encantos que empezó a olvidarse para que lo hacia. Así las notas musicales se fueron desordenando, hasta que su arpa fue incapaz de tocar alguna bella melodía. Pero su ansía por poseer mas encantos vírgenes superaba su deseo de creación lo que lo llevo a cometer un grave error.

Una mañana en la que ya no podía tocar por faltarle melodías, decidió salir de paseo por las praderas de flores. Su vanidad cada vez era más grande ya que nadie se resistía ante sus encantos hasta conocer a Clara. Clara era el hada de las margaritas mas joven, de alma pura y de una ingenuidad avasallante. Esa mañana, Clara, estaba acariciando los pétalos de una margarita marchita tratando de revivirla con su magia cuando Tino la diviso. Por unos segundos se quedo escondido atrás de una seta observando sus movimientos. Creyó que la gracia de esa hada tan pura le devolvería su amor por la música que había perdido. Cuando estaba preparado para abalanzarse a su nueva presa, como el mejor cazador; la hada del tiempo Clarividencia se presentó. Clarividencia, una de las hadas más viejas y de mayor sabiduría le advirtió que hacia tiempo que sabía de sus picardías con las bellas del bosque pero ante Clara sus intenciones se reflejarían como un espejo perdiendo lo que más deseaba. No podía precipitarse esta vez porque su alma quedaría presa en su peor tormento. Clara era el hada de la verdad más pura y solo podían mirarla a los ojos los de corazón puro. Así Tino por primera vez en mucho tiempo contuvo su impulso y volvió a su refugio entre los árboles.

La imagen de Clara lo atravesó por todos sus poros, logrando componer nuevas melodías de nuevo. La magia había retornado en su arpa, tocando como solía hacerlo antes de perderse por las pasiones carnales. Desde esa mañana, todos los días luego de expandir sus nuevas canciones al amor iba a contemplar a Clara desde cierta distancia porque temía ver lo que su reflejo mostrara. Las canciones volvieron a fluir, la inspiración no paraba de crecer y su amor por Clara ya no lo podía contener. Las lagrimas que fluían por no poder estar cerca de ella al verla empezaron a limpiar su corazón nuevamente, día tras día se purificaba. Así fue como el día menos pensado, Clara lo sorprendió a él. “Tus melodías han llegado a mis oídos, encantas todas las mañanas con tus notas musicales y deseaba conocer al portador de tanta inspiración”, le dijo ella al presentarse. Sus ojos se reflejaron al fin en los de ella y una lágrima termino de depurar las manchas de su alma. Así Tino y Clara comenzaron a vivir el amor, ella desde la ingenuidad más pura, él desde un sentimiento que desconocía hasta ese momento.
El bosque nunca tuvo tantos colores desde la visión de los enamorados, cada uno brindaba lo mejor de sí a su alrededor, reflejo de sus almas. Eran la envidia del bosque, lo que Tino no sabía era que las beldades que él había seducido no podían olvidarlo. Estas decidieron juntarse para llevar a cabo un plan, cuyo propósito era probar hasta cuanto podía resistirse de su propia vanidad que parecía haber desaparecido por su amor a Clara. Así decidieron tenderle una trampa, buscaron las cosas más bellas del mundo y las llevaron al interior de un abeto, al cual usando conjuros lo decoraron de color rojo escarlata.
Así fue como una tarde luego de separarse de Clara, Tino escucho una melodía muy particular que lo sedujo hasta el interior del abeto. Su curiosidad lo llevo a entrar sin percatarse de la conspiración que había detrás. Las hadas que alguna vez lo habían alucinado desfilaban una detrás de otra por todos los recovecos del árbol ofreciéndole las mas ricas comidas llevadas a cabo con los frutos mas extraordinarios, las mas bellas joyas, y trajes hilados por las arañas de las cuevas oscuras, casi imposibles de conseguir. Una a una iban pasando las beldades, y aunque la imagen de Clara estaba presente en su alma con gran ahínco, su ego empezó a tomarlo de rehén. Su propia vanidad no lo dejaba salir del árbol, dejándose persuadir por tantos placeres. Así se dejo perder de nuevo, y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo ya era demasiado tarde.
A la mañana siguiente, su arpa no pudo tocar de nuevo, lo que atrajo a la niebla que se expandió por todo el bosque. Tino no sabía que hacer, el recuerdo de la noche anterior le dolía en su alma. ¿Le contaría a su amor de su engaño o le mentiría por temor a perderla por haber sido tan débil de alma? Tino trato de esconderse todo el día de Clara, pero la joven hada no entendía porque las melodías no habían llegado hasta sus oídos esa mañana y temió que le hubiera ocurrido algo a su amor; lo que la hizo buscar con más empeño. Así fue como en el crepúsculo, Clara se le apareció y Tino no pudo mirarla a los ojos perdiendo la oportunidad de decirle la verdad para que su corazón quedara puro de nuevo. Tino calló y Clara busco contemplar los ojos de su amado encontrando el reflejo de su engaño en él. Una ráfaga de las profundidades de la tierra surgió tomando a Tino de rehén, confiscándole a las tinieblas de la noche, a la soledad más absoluta, al silencio de las almas que vagan. Así, Tino no solo perdió el amor de Clara sino también su amor por las notas musicales, su esencia, su don.
Las hadas traviesas que llevaron a cabo el complot se apenaron del dolor de Clara por perder a su amor, y de vez en cuando se dan cuenta de la perdida de esas bellas melodías apasionadas que se escuchaban a la mañana que solo Tino podía tocar tan bien por su gran poder de seducción.

Entre tanto, a Tino la tristeza lo inunda por doquier. Su espíritu se ha desvanecido al igual que él lo hace con la luz del día. En las horas más oscuras, antes de salir el sol, su mirada se pierde, la melancolía lo inunda. Algunos pajaritos se le acercan, asombrados lo contemplan. ¿Reconocerán a Tino, por lo que fue algún día? Ni él ya puedo recordarlo. A veces, las pequeñas aves lo enfrentan y en algún destello de sus ojos todavía se encuentra presente la leyenda del creador de las más bellas melodías de la mañana que no supo cuidar del don que poseía y ahora tenia que cuidar del silencio, palabra que en su nacimiento desconocía.

Cuento RETAZOS DE TELA

retazos

Laura iba por la vida juntando retazos de tela. Buscaba los retazos por todas partes pero no todos podían ser parte. Ella se encargaba de que la forma, los colores y la composición combinaran con el resto. Un resto que empezó por casualidad.

Un día Laura se encontraba en la casa de su abuela tratando de encontrar la llave que abriera la puerta del mueblecito marrón donde su abuela Ana escondía los caramelos y bombones para que Laura los encontrara una y otra vez. Pero esa vez, cuando encontró el primer retazo, se le hizo difícil encontrar la llave, busco como siempre dentro de las copas de cristal del otro mueble marrón que siempre estaba con llave. Pero la llave siempre se encontraba dentro de la cajita de porcelana en la mesita ratona. La abuela Ana se destacaba por tener llaves para todo y por todo, en realidad le encantaban los secretos y cada vez que Laura se quedaba a dormir en la casa, ella le contaba la historia de la llave mágica que abría todas las puertas pero solo las personas buenas podían recibirla algún día y encontrar el paraíso.
Pero volviendo a Laura ese martes caluroso de marzo le fue difícil encontrar la llave, busco en los lugares usuales hasta terminar pensando en los atípicos. Así fue como termino buscando en uno de los armarios del altillo. Primero habría que encontrar la llave, donde la habría guardado esta vez la abuelita, pensaba. Altillo viene de altura, así que pensó que estaría en el marco de la puerta que sobresalía con disimulo. Busco una silla para poder treparse en el escondite perfecto de esa llave y no se equivoco. La llave pequeña con cordel dorado se encontraba allí. Al abrir la puerta, Laura sintió que sus rodillas temblequeaban, que escondería la abuela allí, tal vez ricos bombones de chocolate rellenos de Mouse o licores prohibidos de los cuales no podría consumir. Pero a sorpresa de Laura, esta encontró un armario lleno de sombreros. Sombreros con plumas, con perlas, con bouquet, de fiesta, de campo, de placer, de todas las formas, tamaños y color. Laura se quedo maravillada al abrir una por una las cajas encontrando sombreros tan hermosos. No sabía que la abuela los guardaba, porque nunca se los había mostrado.

Laura entretenida se había olvidado de encontrar la llave del armario de abajo, así que volvió acomodar las cajas para que la abuela no lo notara y al hacerlo sus pies en punta de pie perdieron el equilibrio y termino abalanzándose sobre las cajas de los sombreros. Provocando que una de ellas cayera con gran presión. Laura se apresuro a ver el contenido de la caja y descubrió al sacar el sombrero que este había sobrevivido a su caída. Ana al escuchar el ruido subió y encontró a la niña mirando el sombrero.
¿Que haces? – pregunto
Estoy mirando la tela del sombrero abuelita, ¡que tela mas bonita!- contesto Laura
Cuidado Laura con ese sombrero, son frágiles y ante el menor descuido se rompen, advirtió la abuela,
¡Pero que hacen aquí abuelita, nunca me habías contado de ellos!
La abuela se acerco a donde estaba su nieta, y agarro con delicadeza el sombrero de campo floreado de raso azul, que se había caído y al hacerlo un retazo perfecto cuadrado se deslizo hacia el piso sin que Ana lo viera. Laura, cada uno de ellos han sido guardados por tres generaciones y seguirán guardados en algún otro altillo por la familia. Los sombreros son preciados para mí. Ese sombrero lo uso tu bisabuela cuando su familia decidió venir a Argentina, la subieron a ella y a sus hermanos en un barco con un rumbo definido: nunca volver atrás. Ese sombrero refleja ese momento.
¡Que historia abuelita! No sabía que cada sombrero tenía una, pensé que los guardabas porque eran bonitos- dijo Laura
Claro que son bonitos, pero muchos lo son. Cada uno de estos sombreros cuentan un poco de mi historia, de quien soy, de donde vengo. Estos sombreros me hacen viajar por el tiempo, me hacen imaginar que soy mi madre en un baile de charlestón en los años 20 o que estoy en la boda de la tía Paula cuando era pequeña. Cada sombrero fue elegido por algo en particular.- le contesto Ana
¡Que interesante! A mi me encantaría poder coleccionar recuerdos como tu. ¿Pero que podría ser? No tengo tanto espacio para guardar sombreros.
En realidad Laura, los recuerdos siempre te acompañan en tu vida, lo importante es saber encontrar las llaves mágicas para que salgan a la luz, cualquier cosa pueda ser hasta lo que te parezca más insignificante. Hay gente que colecciona piedras, estampillas, dedales o hasta las cucharitas de te. Cada uno de esos objetos se convierten en grandes objetos porque tienen una historia que contar, es importante que guardes las historias nunca sabes a quien algún día se las vas a contar, como en este momento te las estoy contando a vos.
Gracias abuelita, que lindo escucharte. Como siempre en tus historias hay llaves mágicas, por tratar de encontrar la llave de los dulces termine encontrando el armario de los sombreros.
Pero la llave del armario no la guarde esta vez, esta abierto. Compre unos bombones rellenos que se que te gustarían. Pero antes de ir a comerlos, guardemos el sombrero.
¡Viva mi abuela Ana! ¡Viva los bombones! grito Laura.
Cuando estaban por apagar la luz del ático, Laura vio el cuadradito de tela floreado en el piso y lo agarro. ¡Abuelita mira lo que se ha caído!
Ana tomo al retazo entre sus manos y se lo devolvió a Laura. Te lo regalo, este cuadradito será tu primer recuerdo del día que descubriste los sombreros del ático de tu abuela.
A Laura se le redondearon los ojos de emoción, tenía su primer recuerdo contenido en un pedazo de tela, un retazo insignificante para otros pero para ella tan preciado como era ese. Los años pasaron, su abuela se despidió, pero Laura no dejaba de guardar retazos de su vida. Cada lugar, persona o situación importante en el que había conocido, había estado o vivido siempre le dejaba un retazo de tela. A veces de una cortina de un hotel, otras de la campera de ski, otras del vestido a lunares que llevaba el día que conoció a Tom.
Retazos que guardaba cariñosamente en cajas forradas de tela que se acomodaban en su placard, una tras otra sin volver atrás. En su cartera siempre llevaba una tijera pequeña para apropiarse de esos retazos cuando la vida no se los daba naturalmente. A veces un pañuelo encontraba por la calle luego de una gran emoción, o perdían un saco el mismo día que se graduó, cada acontecimiento mágicamente era acompañado por un retazo de tela que sin dudarlo tomaba. A veces la pescaron en actos de apropiación pero Laura siempre lograba salir airosa de la situación como si hubiera encontrado la llave mágica de su abuela que la rescataba cada vez.

Pero un día sin nada en particular, Lucas al cual había conocido una tarde de polo del cual le había quedado un retazo verde brillante de una bandera del equipo que gano, desapareció para ya nunca mas volver. Laura se quedo pensando en porque no se había despedido, en porque siempre se ocultaba, en porque no tenia un final la relación. Lo que habían vivido se podía resumir en ese cuadradito de tela, nada más que un recuerdo de una noche apasionante que se transformo en una historia de encuentros y desencuentros que estaban más cerca de la fantasía que de la realidad porque ninguno de los dos se conocía mucho. Pero entonces se dio cuenta que a veces los recuerdos se conforman solo de retazos.

Así fue como Laura agarro las cajas donde contenía su preciado tesoro y pensó que era hora de darle uso a sus recuerdos y se puso a trabajar. Después de varios días de separar, elegir, acomodar, y coser. Laura tuvo en sus manos un gran acolchado de retazos para su casa que la llenaba de emoción. Ya no quedarían guardados en cajas escondidas bajo llave sino que libremente contaría su historia a quien le interesara preguntar de donde venia por ejemplo ese cuadradito perfecto floreado de raso azul.

FIN

Cuento: “Magia en la Caledoña”

infancia

“Magia, zapatitos de cristal, calabazas que se convierten en carruajes, duendes que se esconden en los bosques, niñas tan chiquitas que pueden volar en gorriones, casas hechas de dulces, princesas que encuentran a sus príncipes cuando ya no los están buscando…”.

Mi historia con la magia comienza de una forma muy peculiar. El secreto reside en un árbol con un gran agujero en su corazón del cual los pensamientos se convertían en las más bellas historias que jamás hubiera podido encontrar en un libro de cuentos y que ahora comenzare a relatar…

Había una vez en un pueblito muy chiquito rodeado de montañas, una casa muy grande que se llamada “La Caledoña”. Estaba rodeada de campos de avena color dorado y sin ninguna casa vecina, como si estuviera perdida dentro de los ramajes. Para llegar al pueblo había que cruzar por un puente de madera un arroyo con mucha corriente y grandes piedras. Tenía solo cinco años cuando fui a vivir durante todo un verano con mis papas y mi hermanita Paula. Además de nosotros, se sumo para vivir en la casa, una familia amiga de mis padres que tenían dos nenes y una nena; los cuales se convirtieron en tíos y primos postizos por la cercanía en el trato.
La Caledoña era una casa antigua, de más de cien años. Los fundadores del pueblo habían decidido construir una casa de verano alejada de este. Así fue como fue pasando de generación en generación hasta quedar durante varios años desabitada. Ese año habían decidido alquilarla después de varios arreglos que le habían llevado a cabo. La entrada de La Caledoña, tenía un gran portón de madera con un cartel colgado con su nombre escrito. Un caminito de tierra te conducía a una gran galería que se desplazaba alrededor de toda la casa hasta observar la puerta de entrada. En su interior, techos de gran altura y variedad de cuartos se desparramaban horizontal y verticalmente. La casa contaba con un molino que proporcionaba el agua fresca. Había un tanque que era utilizado como pileta para refrescarse del calor seco que predominaba.
La casa era tan grande que los padres de ambas familias dieron permiso a los chicos para elegir uno de los cuartos para que sea exclusivamente para ellos. Así fue como después de recorrer toda la casa elegimos un comedor muy amplio con grandes ventanales como tablero para nuestros juegos. Allí los grandes no tenían permiso de entrada, así el cuarto se transformaba continuamente sin cambiar de lugar, viajaba al compás de la imaginación de estos cinco niños que jugaban a ser piratas, extraterrestres o villanos de historietas. A veces, dábamos vueltas los sillones y los convertíamos en naves galácticas, siendo las patas de madera los controles de estas o los amontonábamos construyendo torres que se asemejaban a rascacielos. Los almohadones podían ser desde armas poderosas hasta el trono de un rey. Las mesas del lugar se transformaban en casitas y en helicópteros según el juego elegido para esa tarde. La imaginación reinaba por doquier y de la nada podíamos construir un mundo con elementos concretos y de uso cotidiano, solo había que definirlo para que se convirtiera en otra cosa.
La casa era una especie de paraíso para nosotros, ya que todo estaba permitido allí. Podíamos hacer ruidos a la hora de la siesta ya que los cuartos de los padres se encontraban muy alejados de los nuestros; pasillos y baños interminables separaban un ambiente del otro. Las nenas podíamos patinar por toda la casa sin problema, ya que los pisos eran de mármol y no se rayaban. Así Florencia, Paula y María -la que relata- nos levantábamos con los patines de tres ruedas como zapatos y andábamos durante todo el día con ellos; nos deslizábamos por todos lados, creando pasos y coreografías con estos y dando mas elementos para nuestro ensueño.

En la parte trasera de la casa había un jardín con flores de todos colores, dos hamacas antiguas que todavía podían utilizarse, y un pequeño bosquecito que parecía que había que pedirle permiso a los árboles para poder entrar. Para acceder a él había que pasar por el viejo garaje de cosas perdidas, el cual ningún mayor entraba por las telarañas y polvo que poseían las cosas en su interior y que podían observarse por una pequeña ventana que tenía. Era toda una aventura para nosotros, los niños, llegar al bosque donde jugábamos a las escondidas y nos trepábamos por los árboles.
Pero lo que mas me llamaba la atención era uno de los árboles que tenían un gran agujero en el centro y que mostraba que era muy viejo aunque eso no le hacia perder la fuerza de sus ramas que se mostraban frondosas. Mi interés residía en que ninguno de los dos niños podía treparse por sus ramas como si estuviera encantado, ya que por más esfuerzo que ponían era como si el árbol los expulsara.
Así fue como todas las tardes después de armar los ramitos con flores para los jarrones y floreros de toda la casa iba a escuchar las historias que el árbol me contaba. Era toda una ceremonia para mí. Primero que nada miraba el interior del agujero queriendo encontrar alguna hada dormida o algún duende escondido detrás de algunas de las ramitas que se observaban en el hueco de su interior. Luego me sentaba muy cerquita del mismo y cerraba mis ojos para empezar a escuchar las historias que empezaban a fluir como brisas en mis oídos. Cada día era una historia diferente, a veces las hadas madrinas se congregaban para escribir los nuevos conjuros mágicos para poder seguir ayudando a las princesitas perdidas o desorientadas de todo el mundo. Otras veces, las voz dulce de las brisa me contaba que había encontrado en la buhardilla de un castillo abandonado en tierras lejanas, un baúl antiguo con vestidos, joyas y objetos del pasado mas remoto. Entre todas esas cosas, había una foto de una doncella, que llevaba un diario escrito con pluma de color escarlata. Allí contaba los secretos de un amor eterno que no podía concretarse porque sus padres no la dejaban comprometerse con un muchacho sin titulo nobiliario. Así fue como una noche se escapo con su baúl lleno de sus recuerdos para nunca más volver. Deambulo hasta terminar convirtiéndose ella misma en ese viejo baúl donde en su interior se guardaban las riquezas más bellas que cualquier persona quisiera desear pero su exterior reflejaba abandono y tristeza ya que nunca más pudo ver a su amor. Solo en atardeceres encantados la doncella podía salir del baúl para jugar con su interior olvidándose de que alguna vez pudo vivir un amor y prefirió dejarlo sin luchar, transformándose así en un alma vagabunda, deseosa de algo que en su momento no aprovecho. Otras tardes, llegaban luciérnagas a mi alrededor y se convertían en pequeñas niñitas con sombreritos linternas que me hacían entrar por el agujero del árbol pudiendo llegar a un mundo mágico con puentes y castillos dorados con flores gigantes de muchos colores y arco iris en cada una de las hojas. Mostrándome los secretos escondidos del interior de este árbol tan especial para mí. Las luciérnagas iluminaban lo que deseaba ver.
Al cabo de un rato, de escuchar las historias que me contaba mi árbol mágico me levantaba y miraba nuevamente en su interior queriendo buscar al responsable de los cuentos tan maravillosos que acababa de escuchar. Pero por más que buscaba una y otra vez, nunca encontraba nada, a veces una flor que seguramente el viento había llevado volando o una ramita nueva que surgía de la nada. A nadie le contaba mis tardes escuchando al árbol encantado ya que era un secreto de los dos que quería ser guardado.

Los días pasaban entre juegos y aventuras. Ese verano, aprendí a andar en bicicleta sin rueditas. A pesar de los golpes tuve la persistencia para seguir probando. Mantenerme sin el sostén de las ruedas a las que estaba acostumbrada me costo tardes enteras. Nunca me hubiera imaginado el trabajo que lleva lograr el equilibrio, pero el deseo de poder alcanzar a mis primos en las idas al pueblo prevaleció para concretarlo.

Era una época en donde las serpientes las confundíamos con palos de madera, donde el arroyo era la piscina mas grande del mundo, donde al escalar un cerro creíamos haber cruzado la cordillera de los andes. Las arañas y alacranes eran visitantes comunes en la casa y habíamos perdido el miedo de encontrarlos. Todos los días había una aventura nueva, si no íbamos a pescar mojarritas al arroyo, agarrábamos los bichos canasta que encontrábamos en el piso y los devolvíamos a las ramas de los árboles pensando que eran bebes que se habían caído de su cuna. Jugábamos en el puente colgante del club de golf que tenia el pueblo o armábamos casas imaginarias dentro de los limites de los grandes sauces que delimitaban la cancha como si fueran grandes panales de abejas los imaginábamos. Los cuentos que me contaba el árbol del agujero pasaban desapercibidos entre la magia de todos los días que acontecía en ese verano. La realidad era mágica en ese entonces.

El termino del verano trajo consigo la enfermedad de uno de los niños de varicela, provocando que todos los integrantes de la casa cambiáramos la rutina diaria dado que el pequeño estaba en cuarentena, no podía salir. Así fue como una noche las dos familias decidieron armar un show para entretener al enfermo. Cada uno ocupaba un papel en una opera casera que se armo donde Ramiro-el hermano del enfermo- se puso la malla amarilla de su hermana Florencia y se convirtió en una bailarina de ballet. De esta forma se transformo en el personaje principal de “Sueños de una noche de verano”. Mientras nosotras, las nenas, lo seguíamos por detrás copiando los saltos bruscos de este y los pasos ingeniosos del novato. La risa envolvió al enfermo y contagio a todos los protagonistas que lo acompañaban. El enfermo se curo a los diez días dejando en su haber unas cuantas marquitas en su rostro y a Ramiro y a mí contagiados de varicela, los cuales luego contagiamos a Florencia y a Paula. Así, tuvimos que regresar a mi ciudad unas semanas antes de lo pensado. Pero de alguna forma la varicela nos dejo a cada uno de nosotros marquitas en el rostro, cicatrices, para no poder olvidar lo vivido durante ese verano soñado.
FIN