Cuento El hombre de traje verde

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“Buscando Paz”

En un país donde la pobreza y a la vez la tecnología inunda cada espacio mostrando la dualidad de dos mundos unidos pero tan distantes, la cultura de los indios se mezclaba con la modernidad de los tiempos que corren. Hacia solo dos días que había llegado a este país tan distinto, donde mis raíces se encontraban, la incertidumbre me inundaba completamente en cada momento. Solo observaba sin poder sacar conclusiones, era una contexto diferente, ajeno, que me abrumaba.
Esa mañana salimos muy temprano con mi mama, mi hermana pequeña y mi primo recién conocido, a caminar por las calles sin rumbo definido. Todo era desconocido. La capital de este país era como un gran hormiguero, donde los puestos estaban jerarquizados y donde se distinguían los manifiestos de cada individuo sin necesidad de preguntar nada, las diferencias eran muy claras. Luego de un largo recorrido nos encontramos a la hora del almuerzo con otra prima, para tal fin. Buscamos especialmente un lugar típico para comer las famosas empanadas salteñas.
El bar de dos pisos, enmarcaba nuestras conversaciones que no terminaban. Pensar que eran parte de mi familia que recién nos relacionábamos. Entre charla y charla, tres hombres de traje se sentaron en la mesa de al lado. Al mirarlos me sentí atraída por la mirada de uno de ellos de traje verde, de tez morena, cabello oscuro, mostraba tener alrededor de unos treinta años. Su perfil, su mirada profunda me resultaba atractiva. Su conversación lo mantenía concentrado, intentaba justificar ideas, planteaba argumentos que aunque no oía de que se trataba la charla eran notorios; la forma me daba indicios de su talante. Sentía vergüenza al querer observarlo ya que mi madre se encontraba a mi lado y a pesar de mis veintidós años, mi inocencia todavía se manifestaba como una adolescente en sus primeros bailes. La experiencia no había logrado perder mi ruborización inicial y sentía que la mantendría como un rasgo característico de mi personalidad, que no se modificaría a pesar de los años. La timidez de la atracción no la podía vencer, lo observaba atónita y al mismo tiempo indiferente, ya que mi mirada se perdía en el aire pensando en que era una doncella de los cuentos de hadas, esperando que el príncipe viniera a buscarme, él tendría que dar el primer paso mientras ella esperaría encerrada en la torre sin dar mas que suspiros al aire, creyendo que el viento se encargaría de llevarlos a su encuentro, atrayéndolo a sus encantos.
En un momento sentí que él también me observaba y a partir de entonces un juego de seducción sorpresivamente despertó entre los dos. Nuestras miradas se cruzaban y como en un hechizo nos observábamos, no necesitábamos las palabras. Paralelamente, él dialogo de mi mesa se desarrollaba. Sabia que no me encontraba en esa mesa, mi mente vagaba por la profundidad de mis pensamientos, el pudor de mi interior afloraba incontrolablemente. Para que mis nervios no fueran visibles, ya que su mirada me intimidaba, tome unas hojas de papel y me puse a dibujar. El juego, me parecía asombroso, indescriptible y a la vez divertido. Tenia cerca a mi madre, el límite de que nada pasaría, todo quedaría en un intercambio de miradas; pero me equivoque.
Los minutos pasaron y el almuerzo había llegado a su fin teníamos que continuar nuestra jornada, así que nos dispusimos a irnos. Al levantarse todos, junte apresuradamente mis lápices ya que inconscientemente tenia miedo de que pasaría si me quedaba. Al disponerme a ir para la escalera, siento una mano en mi hombro. Era el hombre del traje verde con mirada profunda que me tomaba desprevenidamente, no podía creerlo.
Estaba nerviosa, la situación me parecía inmanejable. Mi mama a pocos metros se encontraba; pero parecía que a él no lo intimidaba ya que me mira y me dice: “No quieres que nos conozcamos”. Me pidió el teléfono, pero realmente no lo sabía, hacia solo un día que habíamos llegado a esta ciudad tan alta. Asimismo, me resultaba totalmente sin importancia saber el teléfono de donde nos alojábamos, y no podía pedírselo a mi madre ya que la conocía y sabia que nunca me comprendería que ese hombre realmente me atraía aunque ni supiera su nombre. Pensé en una alternativa. Tímidamente le dije que escribiera el suyo en una de mis hojas.
Su nombre apareció en mi cuaderno, su letra lo reflejaba, acompañado de dos números telefónicos que quizás propiciarían un encuentro. No podía creer lo que estaba sucediendo, mi mente no podía emitir palabras ya que estaba totalmente inmersa en una carrera de sensaciones y de pensamientos. Ese hombre se había animado a hablarme adelante de todos y a la vez de nadie, la atracción había sido más fuerte que cualquier obstáculo. No puedo negar que me tomo de sorpresa y quede muda mientras él me observaba y me hablaba, no podía hilar oraciones. Estaba atónita, me dijo unas cuantas frases mas, a las que no podía darle una respuesta. Los nervios me invadieron aunque su mirada me hacia recordar cuanto lo deseaba. Era como que aunque quisiera salir de la torre del castillo donde me encontraba sin cadenas, me encontrara apresada.
Baje las escaleras del lugar como si me escapara de algo; realmente me había sentido invadida mientras no me encontraba preparada, me sentía indefensa ante la sorpresa de su acción. Salí de ese bar con la mirada perdida, mientras mi madre hablaba comentando lo atrevido de ese hombre desconocido, pero dentro de mí sentía que su acción había sido totalmente fascinante. Si no lo hubiera hecho, la situación se habría reducido a algo sin relevancia, tal vez la hubiera recordado como algo que podría haber sido creada por mí desarrollada imaginación. A pesar de que las horas pasaron y los lugares cambiaron, su mirada me perseguía con el solo movimiento de cerrar los ojos. Preguntas sin respuestas encontraba, recordaba el bar nosotros dos enfrentados y me daba cuenta que no le había dado ni una señal de lo que me pasaba.
La tarde transcurrió, me sentía mareada invadida, perdida era una ciudad que parecía sin rumbo. Observaba su gente, mientras tanto comenzó a lloviznar por esa gran avenida, donde la mirada de una pequeña de unos solo siete años aproximadamente, llamo mi atención. Sus ropas eran raídas por la pobreza y a la vez coloridas, sus hojotas sucias y viejas mostraban la calidad de su vida. Era tan solo una niña que me sonreía y se escondía atrás de unas columnas, pero detrás de esa sonrisa podías observar su tristeza, su falta de alimentos, su madurez a pesar de sus pocos años, la gran cantidad de vivencias que ha tenido que enfrentar para sobrevivir en este mundo tan desigual. Su inocencia no la encontraba, ya la había perdido, la calle la había hecho crecer sin respetar esa instancia, sus juegos no habían existido dada la necesidad de pedir una beneficencia. Fueron solo unos segundos donde nuestras miradas se cruzaron, ella desapareció entre el tumulto de la gente, sin que ni pudiera ayudarla con unas monedas que a mi no me hubieran significado nada y tal vez a ella tanto. Pero sus ojos perdidos sin esperanzas se mantendrían vigentes en mi memoria para alertarme cuando sintiera que no tenga posibilidades de cambio.
Los lugares turísticos transcurrieron a lo largo de la tarde. Mi mente se encontraba en otro lugar. Quería llamar al hombre del bar, pero sentía a mama detrás de mí a cada instante. Sentía mi libertad coartada. Las salidas se programaban constantemente, y todas eran en torno familiar. Al otro día, marque ese número con expectativas contrariadas, cierta vergüenza me dominaba, ya que realmente no sabía quien era ese extraño. Pero aunque insistí, no hubo respuesta, él no se encontraba. Cuando ya me encontraba acostada dispuesta a dormirme, me dieron ganas de llamarlo pero en vez de seguir mis instintos preferí que la vergüenza me dominara.
Los días pasaron y recién intente volver a llamarlo una noche a dos días de volverme. Nuevamente no tuve contestación, no entendía porque el destino no quería que nos juntáramos. Aunque sea quería saber quien era, que hacia, a que se dedicaba; pero parecía que no iba a poder averiguarlo.
El fin del viaje era el casamiento de mi prima, por lo tanto el
acontecimiento sucedió y yo ya tenia que volver a mi país a cumplir con mis obligaciones. Pero el recuerdo de la mirada de ese hombre no había desaparecido, aunque tan solo supiera su nombre.
El día de mi partida me levante con la necesidad de probar marcar nuevamente esos números pero ya sin esperanzas. Era la ultima chance, solo horas me quedaban en este sitio, tenía la sensación de que ya no tenía sentido volver a intentarlo, pero nuevamente me equivoque. Una voz se escucha a través del tubo, era él, y nuevamente los nervios surgieron. Una energía brota y me recorre internamente por todo mi cuerpo. Era un fuego de pasión postergado, no consumido que quedaba pendiente. No tenia lógica lo que me sucedía, no tenía tiempo, éramos totalmente desconocidos por los parámetros externos.
La charla transcurrió sin darme cuenta, las preguntas sucedieron sin ni siquiera reflexionarlo. Mi nombre recién entra en escena. Todo era tan extraño, y tan solo fue un llamado para cerrar algo si realmente algo había pasado. Las elecciones presidenciales se habían desarrollado en Bolivia mientras me encontraba y él estaba en una de las listas que había ganado, por eso no había podido contactarlo. Si hubiera dejado un mensaje con un teléfono me hubiera localizado. Los minutos pasaron y al cortar el teléfono sentí que me había perdido de algo, que realmente tenia que aprender a no dejar de pasar el tiempo. Llegue al aeropuerto con la mirada perdida. No podía dejar de pensar en que tal vez apareciera por esas grandes puertas para buscarme, porque no le dije que fuera al aeropuerto, por que el silencio le gano la batalla al vuelo, porque la timidez de no conocerlo pudo mas que las ansias de querer verlo. Quería que el avión no saliera, soñaba con cambiar la historia, un día mas pedía, una oportunidad solicitaba.

Como un llamado al cielo, no había lugar para mi hermana ni para mí en el avión que supuestamente nos llevaba de regreso. Los minutos pasaron entre discusiones de mi madre con las señoritas de la compañía aérea, mientras mis ojitos vislumbraban una esperanza. Sin dudarlo busque las ultimas monedas que tenia en mi bolsillo para llamarlo, para que viniera a buscarme, o aunque solo para que volviéramos a encontrarnos. Marque esos números con una ansiedad tacita que no podía disimular, no contestaba nadie, creí que había marcado erróneamente así que con suma calma volví a repetir el procedimiento sin obtener respuesta. Sin poder comunicarme. No podía entenderlo por mas que intente ya no estaba. El problema con la compañía aérea se arreglo y hubo lugar en el avión. No podía disimular mi decepción, no quería volver, quería solo un día más, pero no pudo ser.

Al llegar a mi hogar, y prender la computadora para ver los emails, en la casilla tenia un mensaje de él que me daba esperanza. Tal vez porque no necesitaba más que esas palabras para saber que los caminos tal vez nos cruzarían, tal vez porque me di cuenta que no todo esta perdido aunque uno a veces no das ciertos pasos. En todo caso ¿cómo es eso de que las cosas no siempre tienen un final feliz?
Si tal vez recién empiezan.

Misterio

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“Encuentro sanador”

Para empezar a contar una historia siempre necesitamos de la historia precedente, aunque a veces las historias se mezclan para que una comience a relatar la siguiente y la nueva surja a partir de que vuelven a reencontrarse las piezas.

Todo lo que alguna vez he pensado nunca ha sucedido con este hombre, por alguna razón especial cada vez que aparece todo lo imaginado se moldea antes sus palabras y el río de las emociones barre con todo lo prescripto para volver a empezar.

Así es como nuevamente A entra en mi vida, dos veces de intentos que quedaron en nada pero en donde yo tome la ola y me hice cargo de lo que me pasaba aún no sabiendo si me interesaba surfear esa ola, pero una certeza de un lugar casi inequívoco me decía que probará. En realidad él entra en mi vida cada vez que pido cambiar, cada vez que decido correrme al costado y no tratar de avanzar o correr al destino. En la calma de mis días, conectada con mi voz interior, vuelve él a surgir de la nada.

Esta vez ya sin saber si valía o no la pena darle una oportunidad, sin saber si nuevamente quedaría a mitad del camino nuestro encuentro, en charlas sin consistencia mas que las de nuestra imaginación, pero como un toro embravecido él entra a la carga, como si le gustara desafiar al destino y tratar de delinear lo que no tiene forma o tacto.

Nuevamente transite la incertidumbre de nuestro encuentro, nuevamente espere a que su vela se dirigiera a mi puerto, nuevamente espere a que sucediera lo que tenia que suceder.

Me dijo que vendría un sábado y me cambio a un martes, y sin darle más importancia al hecho de que después de casi dos años, tres días más no cambiarían la historia si hubiera alguna que contar. Llego el día indicado, un martes, para ello el lunes hubo eclipse y  él ya se encontraba en buenos aires, en algún rapto de mi imaginación imagine un montón de situaciones que no sucedieron y que deje reposar en mi mente como un saquito de te bien usado. Si realmente quiere lo va a hacer posible y tendrá sus razones para no lanzarse a lo desconocido como lo hace con sus palabras. Sus acciones no se encuentran sincronizadas con sus palabras escritas en donde parece que un remolino lleva en su cuerpo que lo hace cabalgar entre truenos y relámpagos y saltar nubes sin cesar, pero a la hora de ver sus acciones en la realidad se desvanecen sin saber porque. Me pregunte muchísimas veces si estaría jugando a las escondidas con mí ser, o si solo es una luz que se enciende para mostrarme que hay esperanza y que siga moviéndome, que siga avanzando.

El martes me levante emocionada, finalmente llegaría el día del encuentro, ¿que sucedería?, ya habíamos imaginado este día muchísimas otras veces y no sabia que me sucedería, ¿que haría?, ¿tal vez simplemente nos habíamos equivocado después de tanto tiempo?, ¿tal vez todo había sido un malentendido?, tres horas en una plaza habían construido dos años de intercambios con pausas continuas, pero las ganas tal vez de ambos es lo que provocaba las chispas de fuego de cada intercambio que hemos producido con palabras escritas.

A las dos de la tarde, el tiempo no avanzaba y las ganas de verlo me podían, fui a comprar cosas para mimarlo con todos los sentidos, y el degustativo es fundamental para completar a un encuentro. El vino estaba guardado y otras sorpresas en caso de que se convirtiera solo en un amigo. Le mande una foto para que supiera en que estado me encontraba cuando recibo un tal vez tendremos que pasar el encuentro para mañana. Mi desilución y mi cara se cayeron al abismo, otra vez pospuesta por un destino que parecía que jugaba con nosotros una broma pesada. La verdad mucho no podía decirle si ni sabia que me pasaría, y la verdad esta vez con A no hice nada, mas que una pulsión inicial de demostrarle mi interés en la plaza, luego él ha ido y venido con aceleradores y frenos continuos sin terminar estacionando en ningún lado, y parece que el auto nuevamente no encuentra lugar y yo no se que hacer.

Sentí que me pinchaba como un globo, no quería sentirme abatida pero las expectativas y las ganas eran grandes y ahora solo quedaba un nuevo esperar y la verdad ya ni ganas tenia. Su mensaje me había dejado en blanco. Pensé que tal vez era una señal por la energía del eclipse o que tenia que asistir a la meditación de luna llena que había cancelado, así que empecé a activar a gente para que fuera. Siempre mirando el vaso medio lleno, es mi lema, es mi virtud. Fui a pagar unas cuentas, y a organizar para dar la clase del taller, que aunque imaginaba dar una clase termine cambiándola dada mi necesidad interna de soltar las emociones estancadas. Y cuando faltaban cinco minutos para empezar las clases un mensaje de A llego, preguntándome si todavía estaban abiertas las puertas de mi casa para recibirlo. Para esto ya lo había soltado, ya había dejado de pensar en el encuentro, ya sentía que no me correspondía esta vez hacer mas nada.  Un calido cosquilleo en todo mi cuerpo activo mi sonrisa para contestarle que claro, y todas las ganas que se habían quedado atascadas, salieron como unas cataratas a pasear por todo mi ser.

Empezó mi clase y por mas que quería concentrarme en lo que estaba haciendo lo pensaba, me desconcentraba sabiendo que llegaría en medio de la clase y que no lo podría atender como quería, pero también entendía que por algo se daban las cosas de esta forma, era natural, como un amigo que venia a visitarme después de un tiempo. A la hora ni noticias de A, y la ansiedad me había raptado, así que decidí escribirle y me contesto que estaba llegando.

Toco el timbre mientras mi clase de arte sucedía, y sin vacilar baje por el ascensor entre mezcla de nervios y ansiedad por mirarlo de nuevo, ¿que me sucedería? ¿Qué pasaría? Pero sin tener tiempo a responder la pregunta, sus ojos se encontraron con los míos y un balanceo natural como de dos hamacas meciéndose por el viento hizo que nuestros labios sellaran el encuentro. Beso largo, interminable, brazos entrelazados, terminar acorralada en la pared, no alcance a decirle hola que nuestros cuerpos hablaron por si mismos. Casi dos años, desde ese encuentro de casualidad en una plaza y un cúmulo de emociones compartidas al vernos frente a frente, su cuerpo era conocido. Su rostro era mas lindo de lo que recordaba, su ser me era familiar.

En el ascensor seguimos besándonos y lo conduje a mi cuarto casi a escondidas, no quería que lo vieran, quería que fuera mi secreto todavía. Le lleve algunas cosas para que se entretuviera pero en realidad quería quedarme con él, entre sus brazos. Sus ojos picaros, su sonrisa tierna, y su ser tirado en mi cama es una postal para mi recuerdo. Volví al taller, volví a conectarme con el final de la clase, y el cambio de alumnado, por suerte este martes fue menos concurrido que lo natural, porque mi energía no estaba a disposición para tener entretenidos a mas personas.

En un  momento volví al cuarto y me había escrito pero no había leído, no quería que empezara a sentirme sin mí, esta vez quería correspondencia y sincronía para mimarnos a la vez, esta vez era real en tiempo real. Unos minutos mas y podríamos pertenecernos. Así fue como a las 22 en punto se fueron los del taller, sin entender nada, porque no iba a la meditación promocionada. Menos explicaciones y mas vivencias. Ni bien las despedí, entre al cuarto en penumbras ya que se encontraba dormitando y me metí en la cama y comenzamos a besarnos y a mimarnos, y a desprendernos de las capas de telas que nos cubrían para sentir nuestra piel. Me mira y me dice “me gusta tu aroma, soy sensible a los olores y tu aroma me es familiar”, y la verdad que su ser lo era para mi. Nos dejamos llevar y nuestros cuerpos hablaban, y lo hicimos por primera vez. Ni bien acabo, se fue al baño y llore, llore porque estaba feliz y satisfecha y porque mi certeza de esperarlo y de actuar bien tenia un porque. No sabia que me traía a mi vida, si había futuro pero me había echo mejor persona, me había podido ver en su reflejo y me había vuelto leal y fiel a mi misma. Me había dado la excusa a mi misma de querer ver y escuchar al otro y no solo saborearlo y en ese estado desechar a muchos mas de los que me hubiera imaginado, y también me había permitido conocer a mi ex de la forma que lo conocí gracias a él porque en algún punto entendí que a veces el encontrarse no tiene que ver con el afuera sino con el adentro, con un motor interior que te hace sentir al otro a pesar de no haberlo sentido nunca dentro ni saborear sus labios, pero que su energía como un imán se pega a la tuya y podes vibrar a la distancia y a través de una maquina por las palabras que se intercambian.

Ni bien volvió del baño, sentí que un tapón salía de mi corazón y de mi boca y empecé a hablar sin parar, como desahogándome sin saber bien porque, le conté una y otra historia sin rumbo y que se mezclaban pero en una suerte de laberinto de personas quería explicarle lo importante que había sido para mi sin ni siquiera conocerlo. Era tan extraño de explicar pero en la cama pegados uno al otro todo tenia sentido. Luego volvimos a enredarnos entre las sabanas, y esta vez lo sentí más en mí, lo disfrute y lo vibre, quería explicarle tantas cosas que no tenían palabras para especificar tantas sensaciones instantáneas. Parecía que nos conocíamos de toda la vida, nuestros cuerpos se conectaban, pero el sentimiento era que nos habíamos visto hace poco y no que recién nos conocíamos. ¿Cómo explicar lo inexplicable de los encuentros?

Luego no podíamos despegarnos, teníamos que bañarnos, comer, y la verdad a mi el tiempo no me pesaba, pero el tenia que manejar a la mañana siguiente y trabajar. Volvimos a la cama y nos dormimos instantáneamente. A la mañana siguiente se despertó y entre dormida le hice unos masajes para que pudiera estar en la ruta mas descansado. El encuentro me quedo chico. Se fue y me quede con ganas de mas, y la verdad no hablamos de futuro, ni de pasado, ni de su situación, pero esta vez yo quería decirle que estaba dispuesta, que quería probar el todo con él, que estaba, y sentí que al mismo tiempo el tenia que haberse dado cuenta y que en sus manos estaban las cartas. ¿Cuantas ganas de apostarme tendría? ¿Cómo seria esta relación a la distancia? ¿Qué realmente le había pasado al verme? ¿Qué había sentido al tocarme?

Puros interrogantes y claro la vida inexplicable como un misterio se posa por delante.

 

TERRENO NEUTRAL final

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“El hombre atraviesa el presente con los ojos cerrados. Solo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo y después cuando le quitan la venda de los ojos puede mirar el pasado, comprobar que es lo que ha vivido, cual era su sentido”. 

                                                                                                          Milan Kundera

 

Al otro día el ensueño todavía me atrapaba en sus redes pensaba en lo que no había acontecido y en lo que había sucedido. A la tarde, sin estar a la expectativa, suena el teléfono de mi casa. Era mi acompañante de viaje, que tímidamente quería saber como había llegado. Sentía en su voz su lucha interna, podía adivinar que no había podido dormir pensando en lo vivido y en la decisión que había tomado. Sentía que quería volver atrás el tiempo pero ya era muy tarde. Sin seguridad, con su voz temblorosa me dijo de vernos al otro día, que iba a volver a llamarme. Cortó y quede pensativa ante este llamado inesperado. Pensaba que tal vez el río nos llevaría más lejos de lo que quisiera, y cambiaria el curso de mi vida de una forma que no buscaba.

El otro día pasó sin que su voz apareciera, sin que nos encontráramos. Esta ausencia produjo que pensara si valía la pena terminar este sueño, o si dejarlo pasar era lo más indicado. Él tenía su vida e interrumpirla solo porque nuestros caminos se habían cruzado no creía que era suficiente, que fuera una razón valida.

 

El tercer día llego y como si el día anterior no hubiera existido, llamo a la hora prefijada anteriormente con voz decidida de no haber dormido pensando en lo que quería. Me dijo “quiero verte, nos encontramos, voy a la plaza donde nos separamos”. Así fue como salí caminando hacia ese espacio neutral. Estaba ansiosa por volverlo a ver luego de todo lo vivido, pero a la vez conciente de que no jugaría con sus sentimientos si no estaba convencida. Él ya me estaba esperando, podía verlo desde la lejanía. Cruzo la calle a mi encuentro, seguro de sí mismo, convencido de que tenia que encontrarme, de que quería seguir soñando. Al verlo, sentí que de alguna forma ya me había despertado, no podíamos retomar el sueño ya que una distancia nos separaba. Los prejuicios está vez nos separaban, formaban una cortina invisible que nos alejaban, a pesar de que quisiera no darle importancia. Habíamos recobrado nuestra piel.

Le sugerí sentarnos en un banco de la plaza dado que el día era soleado, y así podríamos conversar. Dudaba en llevarlo a mi casa, sentía que de esta forma conocería mi yo interno y sería mucho más difícil olvidarme. Podía ver en su mirada que lo había desconcertado, que un terremoto había hecho estragos en sus entrañas, que una puerta se le había abierto y que ahora no quería parar hasta terminar lo empezado. Me miraba a los ojos y me contaba que desde que había regresado no dejaba de pensar en lo que compartimos, que se reía solo al recordarlo, que no había pasado sin dejar rastro. “no quise dejar pasar más el tiempo, desde que nos despedimos en este mismo lugar no he dejado de pensar en vos. Tenia que verte”. Íntimamente, yo sabía que tampoco había dejado de pensar en él.

Al tenerlo tan cerca y tan sólido me dio miedo a que tuviera esperanzas en un futuro juntos el cual no podía darle. Tenía miedo de que creyera que el sueño podía convertirse en realidad. Tal vez yo era la que estaba más aterrada.

Estaba completamente entregado a mis brazos, me agarraba la mano con firmeza, me planteaba sus sentimientos desde lo profundo de su alma. Desde hacia dos años y medio que le era fiel a su mujer, y nadie más le había importado hasta cruzarme en su paso. Sentía que no tenía que rendirle cuentas a nadie, que no tenía hijos, y que lo nuestro era obra del destino y creía en que todo es por algo. Quería llegar al fondo de esta historia porque sino sabia que nunca iba a poder cerrar la historia, archivar mi recuerdo.

Hacia calor, el sol estaba fuerte y brillaba a nuestras espaldas. Me dice ¿Comemos una ensalada de fruta con helado? Era tan simple y eso me encantaba. Lo miraba y no sabía lo que quería. Me atraía pero sabía que éramos de mundos diferentes, de mundos irreconciliables. Recién se había bañado y vestido para la ocasión, estaba perfumado y con la ropa recién planchada, de alguna forma brillaba con su prolijidad premeditada. Quería seducirme, poseerme, se arrepentía de haberse ido el lunes sin terminar lo comenzado. Con el paso del tiempo, volví a encantarme de su mirada sincera, de sus rasgos masculinos, de su primate interno. Yo necesitaba ser sincera, decirle que no teníamos futuro, que yo quería estar sola porque tenia que pensar en mí, que el no conocía mi realidad, y en ella no entraba.

 

Los naipes estaban sobre la mesa. Sabíamos que si no consumábamos lo que se había iniciado, nos quedaríamos siempre con la incertidumbre de lo que hubiera acontecido si hubiéramos decidido diferente. Me dijo que le hubiera gustado poder dejarme ir sin llamarme, pero que no podía. Estaba claro que nos atraíamos y que ahora solo estaba en juego consumarlo, no teníamos que seguir dando vueltas, charlando sobre una amistad que nunca llegaría a buen puerto, que siempre se desviaría o estancaría en otro lado.

La amistad entre un hombre y una mujer luego de haber pasado el limite se convierte en casi una utopía, una ilusión, siempre hay una ventana abierta a una nueva oportunidad. Le fui sincera, desde el fondo de mi alma quise decirle todo lo que me pasaba, y en ello estaba implicado llevarlo a mi casa. Le di las razones que hacían que nos hubiéramos detenido en la plaza. Hablábamos con las miradas, los tambores comenzaron a escucharse nuevamente haciendo mi cuerpo tambalearse hacia sus brazos. Él me agarraba con determinación y me besaba, y yo aunque indecisa no podía separarme. No podía resistirme a sus encantos. No dejábamos de pensar en supuestos, dejando pasar el tiempo sin aprovecharlo cuando era claro que lo nuestro se resolvería entre las sabanas.

 

Llevarlo a mi casa implicaba un coste que no sabia si quería afrontarlo, la posibilidad de que me buscara nuevamente, sabiendo que no era lo que quería me imposibilitaba desearlo. ¿Cual era la otra opción que nos quedaba?, un albergue transitorio era lo único que quedaba ya que su casa no estaba considerada como opción a pesar de que el la sugirió ante mi indecisión. El problema residía en que nunca había estado en un albergue transitorio, y el hecho de que el fuera el primero, y por la historia como se planteaba, resultaba tan explicito el acto que me disgustaba. A su vez el hecho de encontrarme tan cerca de mi casa me planteaba la disyuntiva de que alguien me viera al entrar al hotel de parejas clandestinas o que conociera mi casa. Así que decidimos dejarlo a la fortuna.

Dos papelitos escritos en la mano con dos espacios para concretar lo que ya estaba decidido de antemano. Lo que había llevado a que me buscara. No cansaba de repetir”Morocha estoy acá, vine, te busque, no dejemos pasar esto que nos ha pasado”. Al sacudir mis manos se cae uno de los papelitos sin buscarlo y espío el cual se había quedado en mis manos: “en el telo” decía. Volví a tomar los dos papelitos y le dije que el tenía que sacar uno. Me mira y me dice que estábamos dejando nuestro destino en manos de dos papeles que no valían nada. A lo que le contesto, que no estaba preguntando si lo haríamos ya que eso ya estaba decidido, sino el lugar en donde lo llevaríamos a cabo. Así fue como volvió a sacar el mismo papelito que había quedado entre mis manos.

Me dice de ir a tomar un helado, y lo miro y le digo los dos sabemos que es lo que nos esta esperando y lo que buscamos, vayamos al grano. Así fue como luego de unos minutos de tubetear en la esquina del albergue transitorio, dada mi vergüenza y ante su incertidumbre dado mi accionar, nos embarcamos en la canoa que volvía a retomar el curso del rió que habíamos dejado unos días atrás, desconociendo que la corriente ya no era la misma, y que no la podríamos recuperar.

 

Entramos por un pasillo largo a la recepción, un hombre detrás de una ventanilla de vidrios oscuros, con luz tenue nos preguntaba cual habitación deseábamos, y sin muchos rodeos elegimos la más barata. Habitación numero trece, primer piso al fondo escuche de un hombre mayor al cual de la vergüenza no pude verle la cara. Había un cuadro de Pérez Celiz, pintor argentino de trayectoria en la entrada, imagen que no pegaba con el lugar de lamparitas rojas y paredes negras. Subimos la escalera, una pareja mayor nos cruzamos que bajaban luego de consumar su acto. Recordándome, a pesar de mi sorpresa,  que no había edad para hacer el amor, que es una necesidad constante.

Mi vergüenza me superaba, era la primera vez que recurría a un lugar de estos para consumar el acto. Llegamos a la habitación, abrimos la puerta, y espejos por doquier nos encontramos, en el techo en la pared de enfrente y en la del costado. Un baño con ducha y toallas embolsadas se encontraban esperándonos. Lo mire, y mi cara me develo como una niña inocente que se encontraba en un lugar que no le gustaba. Él me mira y me agarra de la mano. Me dice, no es el mejor lugar pero es lo que necesitábamos. Yo seguía dudando pero ya me encontraba en ese lugar, así que decidí seguir lo que había empezado.

Dulcemente me beso en la boca, y me tomo de las manos mirando con una profundidad que me asustaba por el temor de que su vida se cayera en un abismo que le destruyera la felicidad, la cual me había conquistado. Su cuerpo se unía al mío y me llevaba a sentarme sobre la cama ancha de dos plazas. Podía observarme por el espejo del techo que me mostraba temerosa al punto que me pregunto si era virgen, ya que me sonrojaba. Nos besamos hasta apasionarnos, las manos comenzaron a encontrarse con el cuerpo del otro, las ropas se fueron saliendo con cierta reticencia y calma. Sus manos me agarraban con una firmeza y un deseo casi incontrolable. Yo me sentía deseada a un punto inimaginable, no podía esconder su deseo que se había despertado. De a poco fuimos quedando desnudos, pero la pasión ya nos había inundado. Mi sexo ya se había despertado y podía sentir que el suyo también lo estaba. Todavía nuestras prendas íntimas nos separaban y de esta forma concentrada estaba.

Me tocaba como si fuera porcelana, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando. Sus besos a diferencia de lo que pensaba eran dulces, tranquilos se desparramaban por todo mi cuerpo sin descanso. Mi timidez era evidente, no podía soltar mi mujer interna. Aferrada a que no lograra conocerme me encontraba. Estaba poseída por una mezcla explosiva de deseo carnal mezclado con novedad. Yo no hacia nada, dejaba que sus manos hicieran todo el trabajo, miraba mí alrededor y me desconcertaba. ¿Qué estaba haciendo?- me preguntaba. Desnuda sobre el acolchado de seda dorado, donde miles de parejas se habrían consumido en el deseo, me miraba por el espejo del techo; mi alma se encontraba lejos. Lo observaba como si no pudiera cambiar la situación dada, y tampoco sabía si quería dejarlo pasar.

Me penetro aunque mi mente se encontraba separada de mi cuerpo. Aunque me estremeció tenerlo dentro de mis entrañas, había algo que lo rechazaba que no podía controlarlo. Su cuerpo se movía como si los tambores tocaban. Pero con el paso de los minutos, a pesar de que juntos nos encontrábamos mi mente impedía sentirlo, gozarlo. Era como si hubiera pausas en la fusión tan esperada. Cambiamos de posición, yo arriba el abajo y viceversa pero ninguno de los dos estaba conectado, los fantasmas de ambos no dejaban consumirnos en la pasión que existía.

 

Había algo en su cuerpo que me disgustaba, no podía definirlo, su olor no era de mi agrado. El aroma que desprendía su cuerpo al rozarnos me impregnaba, sentía que no era mío. Su cuerpo no me pertenecía, podía percibir que era a su mujer a la que amaba y que solo la fruta prohibida era lo que lo había llevado a mis brazos. A pesar de estar unidos me sentía separada, lejos en otro lugar donde mi mente solo me decía que no tenía sentido estar a su lado. Así fue como se freno todo, la mente pudo más que el cuerpo, y no dejamos llevar a la explosión de nuestra alma. Aunque él intento volver a crear el clima, yo ya me había despertado. No había futuro, y por lo tanto el presente ya se nos había marchado.

El lunes la corriente me había llevado a sus brazos, y la consumación de lo vivido, lo cual él no se había animado, hubiera sido la culminación de la alucinación en la que nos hallábamos. Ahora estábamos de nuevo en Buenos Aires, de nuevo con las riendas de nuestras vidas en la mano, era difícil dejarnos llevar sin pensar en nuestra realidad cotidiana. Me sentía que ya había crecido, ya era adulta, y no me satisfacía compartir una cama sin poder llenar mi alma. Sabía lo que quería y sabía que él no me significaba nada, solo el actor principal de una historia de cuentos de hadas pero a la cual yo quería ponerle final, ya estaba predeterminado de antemano. Él se arrepentía de no haberse decidido en ese momento, sentía que había dejado pasar la oportunidad y que nunca se lo perdonaría, que yo quedaría como un trofeo en la estantería de su vida, fijo, preciado. Le conteste, que no olvidara que la vida muchas veces nos pone piedras que parecen esmeraldas y que no siempre hay que agarrarlas.

Me mira intensamente y me dice no sabes todo lo que aprendí con esta situación. Yo me drogaba y ahora hace ya varios años que deje de hacerlo. Pero ahora muchas veces estoy con mis amigos, rodeado de gente que se droga y pienso en volver a hacerlo, pienso que con una vez no pasa nada, y seguramente  luego me llevaría una desilusión. Porque eso es parte de mi pasado, que gracias al amor he podido superar y ahora gracias a esta situación lo puedo observar. Vos me hiciste renacer, volver a recordar lo que era desear a una mujer, ya que con mi novia la rutina me había hecho olvidarlo. Tenía tantas expectativas y al final nada es lo que resulta, ella aparecía en mi mente en cada momento que te tocaba. No te preocupes que continuare mi vida, no iba a tomar mi bolso y mudarme a tu lado, me costo trabajo construir todo lo que tengo, y no voy a perderlo en la primera oportunidad que se me presenta. Eso si, te tengo que ser sincero, siento que toda mi vida voy a arrepentirme de no haberme arriesgado el lunes de no haber llegado al fondo. Lo abrace fuerte y le dije que le deseaba lo mejor, que a veces no había que desviarse del camino a pesar de las tentaciones que se nos presentan. Había sido un placer conocerlo, pero no tenía sentido continuar el sueño.

 

El río te trae cosas y te deja pasar otras, no todas hay que agarrarlas, cuesta pensar como saber cual es la correcta, cual es la que te conviene. Sentía que ya habíamos llegado demasiado lejos, y que al no haber un futuro compartido, ya no tenía sentido consumir algo que solo nos dejaría con un sabor dulce que con el paso de los días se convertiría en amargo. Hablamos y nos abrazamos fuertemente, había sido hermoso conocernos, pero no tenia sentido continuarlo. La magia que nos había omnibulado se había terminado, la realidad nos inundaba. No podíamos continuar el sueño, ya era tarde, ya nos habíamos despertado. Cada uno ya era el mismo que había dejado de ser ante las circunstancias. Mi vida no tenía ni un punto de intersección con la de él, y eso imposibilitaba que mi mente me dejara en paz. El cuerpo unido al alma esta y no se pueden separar.

 

Nos vestimos, y salimos del cuarto. Devolvimos la llave no usamos ni media hora de las tres que nos correspondían. Salimos apresurados a la calle. Llegamos a la esquina donde me miro y me dio un papel enrollado que guardaba en su billetera. Era el papel donde había anotado mi número de teléfono.

Al devolverme mi número de teléfono en el papelito de embarque con mi nombre y apellido, sentía que me estaba devolviendo la llave del cofre que de alguna forma le había dado y que sin saber me había arrepentido de entregársela. El curso del río me había llevado por la corriente, ciega sin ver me había entregado a su providencia y sentía que se había equivocado. De alguna forma me había devuelto mi identidad, ya no tendría forma de contactarme, ya no habría oportunidad para cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Su sombra desapareció por la misma plaza que nos sirvió de escondite para no traspasar más camino transitado, para no conocer mas historia, más vida del otro y terminar recordando más sin un futuro determinado. Mi número me devolvió la calma, el sueño de alguna forma en pesadilla podía convertirse y de esta forma todo estaba terminado. Nuestros caminos seguirían su curso, ya no había de que preocuparse.

FIN

 

María y sus historias de amor… 2 parte

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“YO TE VI EN INGLES, CAMINABAS NOMAS VI TU MIRADA Y YA ME ENAMORE”

Tenia diez años cuando le escribí esta canción y parece que a los once le reforme el final (de la original no quedan rastros): “Yo te vi en ingles, caminabas nomás, vi tu mirada y me enloquecí. / Te busque, te encontré, en un aula de mas, te dije Hola y ya me enamore. / Y así como me enamore de ti… después te desprecie.”

No podía encontrar mejor titulo para contar esta historia, el enamoramiento provoco que mi alma se convirtiera no solo en poeta sino en cantante aunque mi voz nunca pudiera encontrar un tono que lo representara. Seguramente la impotencia que me generaba no poder acompañar con mi voz a la guitarra que aprendía a tocar todos los jueves hizo que volcara mi creatividad a componer canciones. Recree la canción de moda contando mi amor hacia Fito, con solo ocho años mi artista ya se dejaba ver. Pero este enamoramiento había sido complicado desde el principio, por mas que había sido un secreto de estado durante muchos meses que solo conocía mi diario intimo, terminamos descubriendo con mis dos mejores amigas que nos gustaba el mismo chico. Lo cual a diferencia de lo que uno pensara decidimos compartirlo. Esto provocaba que nuestros diarios se llenaran con el mismo nombre  masculino multiplicado por tres femeninos y las tres nos sintiéramos agraciados que correspondiera a la mejor de las tres. Compartir y competir eran dos términos que desde muy temprana edad se confundían, solo podía elegir a una de nosotras pero hasta que no lo hiciera podíamos compartirlo.

Yo me había enamorada perdidamente cuando entre a la clase de ingles de mi segundo año y lo vi, como la canción que le había escrito. Mientras mis amigas habían sentido el flechazo porque iba al mismo club que frecuentábamos. Tenía el pelo castaños con toques colorados y unas pequitas muy simpáticas. En realidad no tuve la oportunidad de conocerlo mejor hasta que las casualidades de la vida hicieron que compartiéramos las clases particulares de ingles. Era tan mala con el idioma que además de ir al instituto de ingles tenía que ir a particular para poder aprobar. Lo cual provoco que las tres veces del instituto se convirtieran en ingles con doble escolaridad con la sumatoria de las dos de particular que asistía religiosamente desde que mi compañero de particular era el que me había robado el corazón. Durante dos horas tenia la posibilidad de sentarme al lado y practicar los ejercicios de ingles con el, era maravilloso.

Puedo cerrar los ojos y recordar mi cara cuando mi maestra particular me dijo que iban a empezar a venir dos nuevos compañeritos Pancho y Fito. Se abrió la puerta y pequitas simpáticas dejo ver su sonrisa, no lo podía creer. Las clases particulares fueron aun mas interesantes y entretenidas de lo que pudiera imaginarme, creo que no aprobaba el instituto para no dejar de asistir al apoyo. Pero sin lugar a dudas, el día cúspide de mi enamoramiento fue un jueves frío de invierno al cual Pancho no asistió por estar enfermo y mi mama en vez de pasarme a buscar por la puerta me pidió que fuera a esperarla a la casa de mis abuelos a cinco cuadras de la profesora particular. Pero la situación se convirtió en inolvidable al comprobar que justamente la casa de mi abuela quedaba en la misma dirección que la casa de Fito y él sin ni siquiera imaginar lo que eso significaba para mi me dijo de ir caminando juntos. Creo que mi corazón nunca latió tan fuerte, mi timidez extrema se desdibujaba en la escarcha de la tarde de ese día, en el cual me permití prestarle un guante para que no tuviera frío. Un guante sin dedos tejidos a mano de color azul, que acepto y se puso durante cinco cuadras para mantener sus dos manos calidas en el interior del mismo; y al cual le dejo su aroma impregnado por siete días. Conserve al guante como mi trofeo personal por haber podido conversar durante cinco interminables cuadras sin inmutarme y no tener que compartir con nadie ese momento.

Había representado un desafío para mí que recién ahora puedo admitir. Por primera vez la fantasía se convertía en realidad. En mi imaginario poder compartir esa caminata había sido como el mas maravilloso beso que me hubieran podido dar y se convirtió en un recuerdo para atesorar.