Un escupitajo de oro

#EnClaveLiterari@

Entre tantas revistas literarias digitales, los nostálgicos del papel nos emocionamos cuando podemos tocar y pasar las páginas de una revista concreta, con peso y textura, que viaja de mano en mano.

Al escribir sobre El Escupitajo de oro, violo las dos primeras reglas que la publicación impone:
1) Nadie habla de El Escupitajo de oro.
2) NADIE habla de El Escupitajo de oro.

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Sí, exactamente como el Club de la pelea, aunque las demás normas no tienen relación con la violencia, si no más bien con la lectura y el placer que esta trae aparejado.

Sin embargo, me siento libre de culpa al hacerlo porque su director y creador, Jonatan Lipner, habla libremente de ella en las redes sociales. Incluso, en un periplo impensable para una revista sin sponsor ni padrinos, recorre el país paseando a El Escupitajo de oro. Rafaela, Córdoba, el 5 de marzo en Buenos Aires, próximamente Resistencia, Paraná y los destinos se irán sumando.

Rosario lo recibió el 8 de febrero, inaugurando la temporada de presentaciones que suele comenzar en marzo. En Bienvenida Casandra, conocí a Jonatan y me hice de la publicación más otro ejemplar, el Año Cero, que reúne los textos que salieron, durante el año 2012, en un formato diferente al de la revista actual, junto a comentarios del editor y materiales que no llegaron a aparecer en esos prototipos de El Escupitajo.

Aunque el título recuerde a la publicación que Abelardo Castillo y Liliana Heker realizaron entre 1961 y 1974, el modelo declarado de la revista es Orsai, proyecto que llevó adelante Hernán Casciari, y si bien la estética es diferente, el compromiso con la calidad literaria es semejante.

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Reconozco que es imposible hacer una reseña honesta de 200 páginas tan heterogéneas, considerando El Escupitajo + Año Cero, en apenas unos párrafos. Por eso, me limito a destacar aquello que, en mi opinión, son sus notas más altas:

- El diseño y la calidad de su impresión.
- La variedad y distribución geográfica de los autores, desde Santa Cruz hasta Formosa y desde Mendoza hasta Entre Ríos; en su mayoría, con trabajos de muy buena factura, tanto en poesía como en narrativa y en las secciones que invitan al humor y a la reflexión.
- La presencia de figuras literarias. Siendo injusto, solamente nombro a dos ─para no ser más injusto─ que leo y admiro: Beatriz Vignoli y Ana María Shua.
- Las secciones Consultorio Sentimental, que ingeniosamente recupera el tono de escritores célebres y los aplica en consejos para amantes desahuciados, y Los detestados de la cultura, espacio destinado a defenestrar a libros, discos y películas que representan lo más prescindible de la producción artística contemporánea.

Creo que todos los escritores sueñan, además de con publicar libros y vivir de lo que escriben, con inventar una revista y lograr que sobreviva a los números iniciales. Las editoriales de Lipner, en ambos ejemplares, dan cuenta tanto de ese anhelo, como de lo que hay que padecer para concretarlo. Por lo pronto, celebremos que exista y larga vida a El Escupitajo.