Los libros de mi tía

#EscritosDeLaVida

Mi tía preferida no ha parado desde hace años de regalarme libros para Navidad.

Cada 24 de diciembre es la fecha indicada para dejarme ese regalo en manos de mi madre, que luego me entrega con una sonrisa.

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-Este es de Alicia –me dice.

Y el paquete es, como no puede ser de otra manera, con forma de libro.

Desenvuelvo, y ahí está. Otro libro de mi tía preferida, que piensa que ha acertado una vez más y supone con confiada certeza que es el regalo más indicado que podría hacerme.

No se equivoca.

Abro el paquete con preocupación, temo que otra vez sea un libro desmedido, repleto de páginas interminables. De hojas y hojas que exceden la voluntad de ofrecerle mi tiempo. Y que pondrían en riesgo la posibilidad de leerlo con la atención que merece.

Mi tía preferida, que es además la más culta de la familia, piensa que soy un escritor y que no podría hacer menos que aportarme libros desmedidos, para saciar mi sed insaciable de leer desde primera hora del día hasta última hora de la noche.

Y de escribir en gran parte de mi tiempo.

Jamás sospecharía que escribo como raptos de un loco, que vino la escritura a provocarlo y lo hizo despachar en forma espontánea y compulsiva uno o dos textitos que a veces en apariencias son pretenciosos.

Ni que escribo tal vez pocos minutos al día y no todos los días. Ni todas las semanas.

Ni que construí una filosofía narrativa de la espontaneidad, como única posibilidad virtuosa del narrador, para evadirme de las propagadas lógicas sufridas y sacrificadas de releer el escrito una y otra vez para trabajarlo con esforzada obsesión.

Pero mi tía es tan buena que aun sabiendo de mis perspectivas irrenunciables, no desistiría jamás en empujarme por el buen camino y motivarme para que me discipline detrás del éxito que ella percibe, porque varias de sus amigas y libreros de su ciudad, cada vez que la ven le dicen que no paran de leer los escritos de su sobrino, que las divierte, que las impulsa a pensar, y no sé cuántas otras cosas más elogiosas que luego me cuenta a hurtadillas en forma confidencial, como si lo transmitido fuera un secreto irreproducible, que con complicidad tenemos que silenciar.

Yo la escucho y pienso que le mienten para lograr sus favores. Y motivarla a comprar más libros u obtener otros beneficios que desconozco. Pero no digo nada. Sólo disfruto ese momento sublime, al percibir su felicidad, que pareciera consecuencia de ver en mí a un Sabato o un Cortázar.

Aunque quizás detrás de esa sana intención de regalarme libros elogiables, quiere aportarme la plataforma propicia para que escriba cosas razonables, que no deterioren el honor de la familia, manchen la reputación de los Valentini, y contribuyan a evitar que se hagan traslúcidas ciertas limitaciones o zonceras que pueden emerger como consecuencia de que un integrante de la familia, sienta la confianza necesaria para abrir la boca, escribirlo todo y decir lo que piensa.

Mi madre me da el paquete.

Rompo el papel verde de regalo y veo que el libro tiene menos de 200 páginas. Es de un premio nobel, no podía ser de otra manera.

Agarro el celular y le escribo a mi tía para agradecerle.

Ella me dice que luego le comente, y me exceptúa así de relatarle el libro anterior, que tiene más de 700 páginas y que seguramente dice cosas interesantes.

-Ya te comentaré -le digo con la convicción de quien sabe que va a leerlo.

 

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tapa2 para faceEscritos de la Vida - Juan Valentini