Vivir de la alegría: cómo se profesionaliza una fábrica de narices

Orly Issaharoff es actriz. Y, después de hacer teatro callejero durante un viaje a Europa, se dio cuenta de que hacer reír a su audiencia era lo mejor que le podía pasar.

Comenzó a especializarse en Clown y fue ahí cuando notó que había un serio faltante en el mercado: narices rojas. “No había narices buenas. Sólo de cotillón”, relata. Lejos de desanimarla, Orly puso manos a la obra y comenzó a fabricarlas (no le fue difícil porque se dedica a las artes plásticas y de chica siempre tuvo contacto con las máquinas de coser Singer que usaban las mujeres de su familia). Terminó las primeras y se las ofreció a conocidos. El boca a boca de sus colegas provocó que muchos le encargaran narices de distintos modelos.

 

 

 

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