Estado embarazoso

#MamáPor2

“Estar embarazada es mi mejor estado”.  Me lo dijo una conocida que me crucé en la calle y, desde aquel entonces, la frase quedó dando vueltas en mi cabeza. ¿La razón de mi obsesión? Con la mano en el corazón, la dulce espera en mi caso no fue ni dulce, ni salada: fue espantosa.

Durante los últimos días empecé a investigar sobre el tema. ¿Cómo vive cada mujer el embarazo? Indagué a mis amigas del alma, a mis ex compañeras de colegio, a mis tías, a las mamás de la plaza. A todas les pregunté cómo la habían pasado durante los nueve meses y las respuestas fueron tan dispares que hicieron darme cuenta que, al fin y al cabo, cada una lo vive a su manera.

Si hablamos de los cambios físicos,  el embarazo estuvo lejos de ser mi mejor estado. Me había olvidado  lo mal la pasé pero haciendo un racconto me veo a mi misma inmensísima, acostada en la cama de un sanatorio, con los pies en alto, esperando la bendita cesárea como se aguarda al Godot que nunca llega.

Los primeros meses estaba bárbara, con una pancita redondita y divina  y siguiendo a rajatabla los consejos del doc de engordar un kilo por mes. No tuve nauseas ni vómitos ni los males que suelen aquejar a las mujeres durante el primer trimestre.

Pero con el reposo absoluto me desbarranqué y empecé a comer y comer hasta engordar ¡cinco kilos por semana! Me hacía pis a cada rato, me dolía la cintura y empecé a retener líquido. Lo bueno es que llegué a tener la boca como Angelina Jolie  pero jamás me voy a olvidar la inmensidad de mis tobillos los días previos a dar a luz.

Ni hablar de las hormonas que me hicieron jugar tantas malas pasadas. Sensible, de pésimo humor, quejosa. Si era difícil antes de estar embarazada, durante este período me volví una bruja y, además, ciclotímica (¡pobre mi marido!).

Del postparto  ya hablamos pero lo traigo a colación porque el espejo me lo recuerda constantemente.  Yo pensaba que, con los mellizos casi de un año y medio, todo iba a ser diferente. Gran decepción gran la mía: las huellas del embarazo siguen ahí, casi intactas, ¿será que son imborrables?

Odio las estrías, las detesto con todo mi corazón. Y miren que me embadurné con cremas mañana y noche pero tanto se estiró la panza que fue imposible frenar el avance de estas marcas rojas que ahora son blancas y no sé cómo borrarlas. ¿Y la piel del abdomen? Tan tersa que lucía antes del embarazo y tan flojita que quedó.

En fin, el embarazo estuvo a kilómetros de ser mi mejor estado. Entiendo que fue el trace que tuve que atravesar para tener a las personitas que más quiero en la vida pero poco tuve que ver con las  chicas que van por la vida felices con sus panzas, impecables, impolutas, como si nada les pesara.

Ustedes, ¿cómo vivieron el embarazo? ¿Fue un lindo estado o embarazoso como el mío?