En el este, en el oeste, en el norte y en el sur

#LaAcadé

Cómo explicar que hoy no me importa Messi, Higuaín, Di María y Gago. A Sergio lo respeto mucho como jugador pero en este espacio no aparecerá. Es raro. Claro que me pondré de pie para una gran atajada de Romerito, una apilada messiana del mejor del mundo (valga la redundancia) y una bella definición de Pipita. Igual, no me voy a sentir pleno, como creo la mayoría de ustedes académicos, vamos a tener esa sensación de vacío existencial.

Este fin de semana nos va faltar Racing. Y que te falte Racing es como, es como… bah no sé como explicarlo con palabras, en realidad sí pero no quiero ser drástico. Porque entiende mi locura quien comparte mi pasión.No vamos a poder ir a nuestro lugar en el mundo. Nuestra casa. El hogar del primer campeón argentino del Universo. No vamos a pisar ese playón donde laten las emociones previas al encuentro. Ingresar por la puerta cabulera. Pasar por ese molinete de cuerpo entero como presidiario, porque vamos en busca de la ilusión que nos condena. Esos colores. Celestes y blancos. Los del cielo. Los de Argentina. Después del molinete las escaleritas. Y ahí, en un costadito a la derecha vemos los bombos reposando porque durante los 90 minutos son castigados ferozmente por la Nº 1. Cuando entrás la imagen es impactante. Ese Presidente Perón, te saluda con su mejor forma (con la v de victoria). El campo de juego parece el paño de una mesa de pool. La luz refracta en las tribunas. El mástil encontró la mejor posición para ver el cotejo. Buscás tu lugar, si el tuyo, porque es tan grande la casa, que nos puede albergar a todos. Si está la reserva te entretenés (un poco) mirando a las futuras promesas, sino empezás a recordar el historial con el adversario de turno y otra forma de pasar el tiempo es escuchar a la gente que te rodea. Ese fue mi caso. Lo escuché a él. Un añejo hincha de la Academia, desgarbado, con rostro elocuente y dedos finos como un pianista, que me hablaba de que Racing Club son 70 años de gloria y 30 de malaria. Que estamos cambiando la mentalidadad. Me quede perplejo si lo decía él, para mi era palabra santa. De repente, así como de un solo momento me empezó a recitar unas palabras:

Yo nací en Sarandí, partido de Avellaneda,
sobre una calle fulera, pero del lado de acá
porque del lado de allá podía nacer cualquiera.
Desde pibe fui travieso, no me gustaba estudiar
si me podía rajar me tomaba el colectivo
y aunque fuera en el estribo los iba a ver practicar.
Esperaba una semana para que llegue el partido
y salía como tiro para no llegar retrasado
porque sería un pecado, que no la haya recibido.
Señores yo soy de Racing, campeón mundial o en la “B”.
Desde pibe lo llevé, fue mi primer escarpín
un celeste berretín, blanco y celeste quedé.
Celeste tengo la sangre y blanco todos los huesos
tengo espíritu travieso, ser un hincha es mi virtud,
un hincha del Racing Club, los colores de mi viejo.
Blanco y celeste es el cielo, celeste y blanco nació,
Porque Racing es Dios, Gardel y San Martín
y el mundo será (ya es) de Racing después del año 2000.
Yo he nacido en Sarandí, partido de Avellaneda,
soy de una sola manera, de Racing de corazón;
los demás son un montón,
que agarran cualquier bandera.

La verdad, para qué negarlo, se me pusieron los ojos brillosos. Esas palabras habían calado hondo en mi interior. Me reflejó toda mi vida. Como la tuya. Todavía “shockeado” le pregunté como se llamaba pero había desaparecido. Lo busqué entre la multitud pero jamás pude encontrarlo. Faltaban 5 minutos y se venia Racing al campo de juego. Miré al cielo y encontré la respuesta. En el este, en el oeste, en el norte y en el sur, brillará blanca y celeste la Academia Racing Club.