Pueblos se levantan contra narcos

 

En México se activan focos rojos en la sierra de Guerrero, en el Pacífico mexicano, donde se mezclan diversos fenómenos sociales como la guerrilla donde han surgido organizaciones como el Ejército Popular Revolucionario y sus escisiones, los cárteles, los grupos paramilitares y policías comunitarias  que enfrentan a la delincuencia organizada con sus usos y costumbres. La desconfianza de los habitantes hacia las policías a los que relacionan como empleados de los jefes del narcotráfico no es algo que sólo ocurre en Ayutla, uno de los más de 2200 ayuntamientos que tiene el país.

Esta es la crónica de uno de los primeros juicios por parte de pobladores a delincuentes con la vigilancia distante de elementos militares, policías estatales y municipales:

Decenas de hombres encapuchados con pasamontañas o con paliacates cubriéndoles el rostro, resguardan los accesos y avenidas principales de Ayutla, en Guerrero. “Aquí no pueden hacer lo que quieran, este es un territorio comunitario”, dice un hombre armado con un rifle, chamarra gris y huaraches, dirigiéndose a los criminales que han asolado su región.

Él es parte de un comando, mayoritariamente integrado de campesinos. Desde hace dos meses se han convertido en el centro de atención al conformarse en un ejército ciudadano que persigue a narcomenudistas, violadores, secuestradores, halcones y extorsionadores.

Mientras un helicóptero Black Hawk de la Policía Federal realiza vuelos de reconocimiento, en la comunidad El Mezón, a 15 minutos de Ayutla, la Unión de Pueblos Organizados del Estado de Guerrero (UPOEG) presentaba ante vecinos y periodistas a 54 detenidos. En presencia de víctimas y familiares los fueron presentando de cinco en cinco. A las 12:13 horas empezó el juicio. Uno a uno los fueron mencionando. Había tres menores de 16 años, uno de ellos acusado de formar parte de una célula de sicarios que enfrentó al Ejército y otro de extorsionar a maestros y alumnos de bachillerato, un descuartizador, un abigeo, una persona que tenía “cuatro plantas de mariguana” y los plagiarios de un comisario.

 

 

A unos cientos de metros, alrededor de 50 taxis bloquearon los accesos al poblado para exigir la liberación de la familia de un prófugo apodado El Cholo, acusado de ser el jefe de plaza de una banda del narco que logró escapar tras el secuestro del comisario de El Mezón, pero los habitantes armados fueron a su casa y detuvieron a sus padres, dos hermanos y su novia. Según los vecinos, el papá de El Cholo es el dueño de un sitio de unidades de transporte público que le sirven para halconear (informar a narcos de movimientos inusuales).

En el sonido local se escucha el testimonio de uno de los secuestrados por El Cholo: “Nos cobraron 500 pesos a la semana de cuota, pero si se los dábamos luego nos iban a pedir mil y pues no. A mí me levantaron por andar aconsejando a la gente que no les pagáramos; por mi rescate exigieron 150 mil pesos, pero ante la presión ciudadana no les quedó de otra que dejarme en libertad”.

“Un territorio con seguridad es un territorio con justicia”, explica el presentador del tribunal popular, integrado por todos los sectores de la comunidad. Carmelo García, coordinador regional de la Policía Comunitaria, dice desde el micrófono: “Hoy nace la Policía Comunitaria en la región, ojalá que saque toda la chingadera de esos que hacen mal”.

La administración del gobernador Ángel Heladio Aguirre reconoce sólo a la policía comunitaria que aglutina la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, creada en San Luis Acatlán en 1995, cuando el actual mandatario era presidente estatal del PRI.

Ante esta postura gubernamental, el sacerdote Mario Campos dice: “Muchos creen que actuamos en la ilegalidad, pero las instancias oficiales no han funcionado”. Los policías comunitarios “son nuestros nuevos patriotas y no lo hacen por dinero, sino por conciencia”.

El fuerte sol de la tarde sin viento de la sierra pega en la tierra suelta que se levanta con el paso de los vehículos. Han pasado 159 años desde que se firmara en Ayutla el plan para quitarle el poder al dictador Antonio López de Santa Anna; ahora, cientos de hombres acordaron otro pacto: el de defenderse ellos mismos, para hacerle honor al nombre de la cabecera municipal: Ayutla de los Libres.

Desde el cielo, el Black Hawk vigila a la distancia el juicio contra los 54 procesados. En tierra, rostros morenos y cuerpos que dejaron los cultivos para portar las armas observan a los extraños que han llegado a su comunidad a presenciar uno de los primeros juicios populares sin linchamiento de delincuentes.

 

Los fotógrafos del siglo XIX

 

La historia de la fotografía mexicana en el siglo XIX es poco conocida, es una imagen borrosa, un espacio poco explorado aunque se encuentran las investigaciones de Francisco Montellanos sobre Charles B. Waite; la obra de Patricia Massé sobre el estudio Cruces y Campa y el trabajo de Arturo Aguilar sobre el Imperio de Maximiliano.

Era una época en la que las novedades tecnológicas llegaban rapidísimo; el descubrimiento del daguerrotipo, en Francia, ocurre en 1839, pero ya para diciembre de ese mismo año se encuentran los primeros registros tomados en Veracruz y en la catedral Metropolitana del DF. Éstas imágenes se encontraron tiempo después en Rochester. Esto significa que el génesis de la fotografía mexicana arranca pocos meses después del descubrimiento de Louis Daguerre, en 1839, quien inventa el daguerrotipo, un objeto con un positivo y un negativo a la vez y donde las imágenes quedan atrapadas en una placa de cobre cubierta con plata bruñida, parecido a un espejo. Será hasta los años 60 cuando en papel se comenzarán a imprimir las primeras imágenes.

Los hermanos Julio, Guillermo y Ricardo Valleto abrieron su estudio fotográfico en 1865 en la calle Plateros -ahora Madero- del Centro. Eran tiempos en los que el poder político lo tenía el emperador Maximiliano de Habsburgo. Ellos nacen en los años 40, una fecha convulsa en la historia de ese país; viven la invasión norteamericana en 1847, la guerra entre liberales y conservadores, la guerra civil, la invasión francesa, todo el porfirismo con el que también al asomarse la revolución. La casa fotográfica permaneció abierta durante 50 años.

Hay que recordar que la fotografía de estudio del siglo XIX tiene una poderosa carga teatral: telón, manejo de unificación virtual, objetos que forman parte de la representación, como son la pose de los personajes, el vestuario y un director de escena, que en este caso es el fotógrafo. Allí está el nexo. Los hermanos llevaron el arte escénico a la fotografía de manera muy exitosa aunque no hayan sido los únicos en haberla referenciado. Tenían una relación próxima y cotidiana con el teatro lo cual se refleja en sus imágenes ya que fueron hijos de un actor español que vino a México en los años 30. Resulta sorprendente su llegada porque en esa época hay leyes para expulsar a los españoles. Y, es justamente extraño que, en ese periodo independista y antiespañol, en ese ambiente social, un hispano buscara vivir en el país.

En sus retratos emulaban a la pintura de retrato de gente influyente y adinerada; copiaban las representaciones pictóricas de las cortes con sus reyes y princesas, porque las burguesías buscaban imitar a la aristocracia europea y a sus códigos. Por ejemplo, una mujer de clase alta quería un retrato como la moda fotográfica dictaba desde París y eso lo podían hacer los hermanos Valleto y hasta mejor. Por supuesto no se trata de sólo imitación o colonialismo cultural. Es una forma de pertenecer a la Modernidad, de tener una adscripción a la vanguardia. Aunque predominaba este tipo de trabajo otros le dedicaron más tiempo al paisaje, la estereoscopia (una especie de new master de otros lugares del mundo; otra forma de conocer otros sitios a los cuales no se podía uno trasladar muy fácil), el fotoperiodismo, la fotografía publicitaria o la científica. Ahora casi ha desaparecido la totalidad del archivo Valleto, los que sobreviven se encuentran en manos de coleccionistas privados.

¡Oh, sí! Existe el cielo

Algo le está pasando a la Ciudad de México a comienzos de año: sus amaneceres son poderosamente brillantes, llenos de esperanza, rojos, amarillos, como si buscaran despertar de algún sueño profundo a sus habitantes, que se han olvidado de que tienen cielo. O es eso o es que ahora me he mudado a un departamento que tiene vistas que dan a los despertares y atardeceres, lo cual es un lujo para los individuos que se desplazan a una velocidad mental enfurecida que deja de lado todos los pequeños detalles de que se compone la vida. El Distrito Federal, capital política-económica y social de México, tiene una superficie de 148,655.32 hectáreas, de las cuales 65182 son de suelo urbano y 88473, suelo de conservación. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 en esta megalópolis hay 8,851080 habitantes que generan el 18% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Carlos Monsiváis por eso decía que la Neo Gran Tenochtitlan es el espacio donde lo imposible sería que no hubiera gente en cualquier lado, es lo que sobra, te subes al Metro y está tan lleno que los chilangos (así se les llama a los pobladores de este metaciudad) han aprendido a ser contorsionistas y hacerse lo más delgados posible para que quepan más en 20 centímetros cuadrados. Lo mismo pasa en los camiones de transporte público, pero se encuentran tan concentrados a nivel piso que han olvidado voltear hacia arriba para observar un fenómeno natural y cotidiano siempre presente: el cielo.

“Bolaño nos salvó del tedio de la literatura del boom”

 

Roberto Bolaño (1953-2003) nos salvó de la literatura que perdió vitalidad, dice la periodista y escritora Mónica Maristain desde una incómoda silla de una cafrelibrería usada por las editoriales como sala de entrevistas. “Vino a salvarnos justo en el momento que estábamos boqueando en los últimos estertores; cuando nos hallábamos entregados a la muerte, a releer a los clásicos porque sabíamos todos los pocos secretos del boom y cuando ya habíamos perdido la fe.  Con Los detectives salvajes nos levantó; nos hizo volver a caminar y buscar nuestro destino. Él hizo más que décadas de escritores latinoamericanos inventando brujas que hacían brebajes extraños o fantasmas caminando por el desierto”.

 

Ella fue la última que entrevistó al también autor de Nocturno de Chile y Putas asesinas, quien junto con Mario Santiago Papasquiaro y Bruno Montané fundó el movimiento Infrarrealista en la ciudad de México. Ahora vive a cuatro calles de donde vivió Bolaño: “todos los días paso por allí con mis perros”. Vive en la Peralvillo,  calles de riesgo, donde algunos presumen sus logros delincuenciales, donde hay que repetir las mismas respuestas a las mismas preguntas que le hacen todo el tiempo”. Pero esa residencia es más una ética que una estética, una forma de vivir en la ciudad.

 

¿Cómo me encontré con Bolaño? La primera vez fue cuando una amiga me dio Los detectives salvajes en un momento en que me había divorciado; me hizo reír tanto que me dije “tengo que leer más de él”. Años después lo entrevistó a través de correos y llamadas telefónicas.  De esa comunicación surgió, precisamente, La última entrevista a Roberto Bolaño. La figura del novelista, poeta y cuentista es ahora una especie de nuevo dios de las letras en español a casi 10 años de su muerte. Maristain ahora presenta su libro El Hijo de Míster Playa. Una semblanza de Roberto Bolaño  (Almadía), un texto sobre el autor de Los detectives salvajes a partir de las personas que fueron importantes en su vida. “La primera vez que escribí sobre él dije que la calle Bucareli, en la ciudad de México, algún día debería de llevar su nombre” y es que el mito del escritor chileno se expande cada vez más gracias a sus seguidores, un efecto al que por cierto compara con los de Borges o Cortázar, a quien sus lectores honraban al sentarse en los parques de París a esperar a que pasara en cualquier momento La Maga. “Ése es el mito del lector. Eso es el posible, lo demás no me interesa a mí”.

 

El autor de 2666 era “un hombre que vivía de forma intensa la vida. El murió muy joven, falleció muy pronto, cuando no tenía que morirse”. Maristain  parafrasea la cita de una canción de Luis Alberto Spinetta: “aunque me esfuerce, yo nunca voy a decir que el tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor”, para enfatizar que  “el Bolaño de mañana me interesa más.  El pasado es una ausencia; el presente es un nido de buitres peleándose cada pedazo de su herencia, que los Infrarrealistas, que la mujer, que la novia. El futuro es el joven que lo descubre sin ningún filtro”.

 

¿Qué me deja Bolaño? Pregunta y se responde a si misma: “La vida posible que plantea es la de vivir en rebeldía, con intensidad. Esa es la imagen que más me queda, la de Rodrigo Quijadas diciendo: cada vez que alguien se nos hacía insoportable en una discusión uno pensaba aquí debería estar bolaño, pero no está. Esa certeza de la ausencia”. ¿Qué nos deja a los demás, a los que no lo conocimos pero que sus textos nos arrojan a un mundo inconmesurable, vasto, trepidante, extralingüístico? Eso cada uno lo tiene que responder, ya que su mito no se crea ni se destruye, sólo se expande.

Papasquiaro: un indomable de las letras chilangas

De lo profundo del drenaje profundo de la literatura chilanga ha regresado Mario Santiago Papasquiaro; el río de aguas negras de la letras lo han devuelto a la superficie, lanzado hacia afuera de la piel de la ballena. Las constelaciones desde aquí no parecían sino microbios voladores, dice en uno de los poemas reunidos en Arte & Basura, compilación a cargo de Luis Felipe Fabre (Almadía, 2012).

Moriré sorbiendo pulque de ajo
haciendo piruetas de Cirquera. 

Luces de neón. Cigarrillos. Alcohol. Letras desveladas. Caminatas por la calle Bucareli y viejas casonas aledañas a un Monumento de la Revolución que aún no significan nada para los habitantes de esta desahuciada ciudad. Arte y basura. Recuerdos escritos sobre papel de estraza de los tacos para romper la monotonía de la muerte con unas líneas así:

There is a revolution going on in our skins: todavía puedo leer a Darío leyendo Auden, Lewis Carroll, Marqués de Sade, paseándose como la Divina de Genet por las azoteas, los subterráneos de la preparatoria 1.

Para José Alfredo Zendejas, su nombre de pila, las únicas dos familias galácticas son los Flores Magón y los Revueltas, de ahí viene el Santiago Papasquiaro, lugar donde nacieron José y Silvestre. El chileno Roberto Bolaño, su amigo, lo volvió uno de los personajes de su novela Los detectives salvajes con el nombre de Ulises Lima. “Escribió en un momento en que las cosas aparentemente estaban más claras; en tiempos en los que había una institución literaria y los marginales. Una de las cosas que se le achacan a la poesía mexicana es que le falte calle. En los años 90 los autores sudamericanos criticaban a los poetas mexicanos jóvenes de que en sus textos les faltaba calle, que parecía que todo sucedía en el Edén, Olimpo, Topus Uranus, pero no conocían a Mario Santiago, con quien te das cuenta que a las letras locales no les falta calle. Mezcla el lenguaje popular con el de las vanguardias”, dice Luis Felipe Fabre.

Papasquiaro se asumió marginal (cuando la palabra aún significaba algo) de tiempo completo; adoptó una postura contestaría que llevó hasta las últimas consecuencias. Este halo de lumpen ha sido también una capa de sus seguidores, donde es un poeta de culto, quienes impiden que sus letras lleguen a ámbitos que no sea la tradición del Infrarrealismo.

¿Pero qué es el Real Visceralismo? Nació en la casa del chileno Bruno Montané en 1976 en la ciudad de México. Bolaño lo define así: “lo que molestaba mucho al estatus de la literatura mexicana de la época era que no estábamos con una mafia, ningún grupo de poder. En la literatura mexicana siempre ha habido parcelas con señores de guerra y sus samuráis. Nosotros no estábamos con ninguno. No estábamos con la izquierda, una izquierda stalinista, dogmática, dirigista, bueno, una izquierda espantosa, vaya. Ni con derecha exquisita que de exquisitez no tenía nada, era una exquisitez llena de polvo. No estábamos con los vanguardistas, a quienes lo único que les interesaba era ganar dinero y además hacían vanguardia piramidal hacia mucho tiempo atrás”. La cita es del libro El hijo de míster playa. Una semblanza de Roberto Bolaño, de Mónica Maristáin (Almadía).

Aun antes de nacer
huelo el milagro de ser 1 hijo real de esta caída
Los oráculos La Prensa, Alarma, Historia Semanal
Son las únicas tres patas de mi epiléptico pesebre
Que nada como gargajo de los dipos
Entre las sombras-matadero del Canal
Chilango de verdad
:zopilotito: dentro de nuestra santísima chiripa.

 

Arte & Basura más que una nueva reunión de poemas es una puesta en escena de los textos descartados por la antología realizada por la viuda de Papasquiaro, Rebeca López García y el escritor Mario Raúl Guzmán en Jeta de Santo (FCE, 2008). Es más, es todo aquello que fue descartado, pero que tiene gran importancia porque el tono de su escritura es más vitalista que estética al tratarse de un outsider que escribía sobre lo que tenía en la mano y a la mano. “La fuerza está en esa fuerza continúa que se niega a domesticarse en una obra maestra. Es una obra en continúa formación”, puntualiza Fabre desde la una silla incómoda de la cafelibrería de una zona no-lumpen de la metrópoli, alejada de las colonias donde el poeta maldito caminó: Tlatelolco, Peralvillo, Tepito. La Periferia. Como su vida.

La realidad no tiene por qué ser interesante, la crónica sí

La realidad no tiene por qué ser interesante, la crónica sí. La palabra crónica, además, contiene el tiempo en sus sílabas, por eso debe ser mejor para presentar ante nosotros la coherencia del caos, dice el catalán Jorge Carrión desde una mesa metálica instalada en un amplio jardín de un hotel de la colonia Cuauhtémoc. Mientras habla no deja de mirar a su alrededor como un gato al acecho de una presa que puede ser cualquier cosa. Esta es la primera vez que se encuentra en la ciudad de México para hablar del tema que tanto le gusta: la no-ficción periodística, un buen estilo.

 

Acostumbrado más a preguntar que a responder se cuestiona a sí mismo por qué insistir en la crónica cuando han pasado importantes autores que han inyectado en los últimos 100 años de vitalidad, fuerza y color como Rubén Darío, José Martí, Rodolfo Walsh, Truman Capote, Hunter S. Thompson, George Weller, Joseph Roth, Ryszard Kapuscinski, Martín Caparrós, Rodrigo Fresá, Luis Villoro, Julio Villanueva, Alberto Salcedo Ramos, Gabriela Wiener, Jon Lee Anderson, Alma Guillermoprieto, Charles Ferguson “que siguen contando historias con las herramientas de siempre”.

 

El autor del diccionario de los cronistas de la lengua hispana, titulado, “Mejor que ficción” (Anagrama, 2012) añade que insistir en la no-ficción periodística es importante ya que es un espacio donde el comunicador proporciona más que datos duros a su texto y lo convierte en una máquina capaz de vencer la caducidad de las notas que emergen del diarismo. Deberíamos llamarla “no ficción” porque “la crónica no es un género: es un debate ya que la entendemos como la suma de diferentes artefactos en los que participan el periodismo, el testimonio, el documental, la autobiografía, el diario, la narrativa de la memoria; aquí, el único rasgo es que no haya ficción, mentiras, que todos los datos sean comprobables y demostrables”.

 

 

Hay una confusión de palabras que se vinculan con el documental, el testimonio, la crónica. Las palabras nos confunden ya que mientras en España un reportaje es una crónica, mientras que en algunos lugares de América Latina es una entrevista “En la distancia del cronista se cifra también la posibilidad de su independencia. El testimonio personal es siempre una alternativa al relato corporativo o político. El cronista trabaja en contra de la versión oficial, contra el comunicado de prensa, contra la simplicidad de cualquier marca”, agrega, vuelve a voltear hacia todas partes como un escolta militar que protege a un importante político. Se acaba su café y con su tono españocatalán le pide al “camarero” más café.

 

-¿En qué país se encuentran los mejores cronistas en este momento?
-En México y tiene que ver, digo, con su cercanía con Estados Unidos que ha creado un laboratorio, una zona de fricción y experimentación humana y artística que se refleja en las novelas de Yuli Herrera, Carlos Velázquez y Luis Humberto Crosthwaite. No es casual que algunos de los cronistas que más me interesan sean del norte y que trabajan con la violencia, los códigos, las migraciones, las mutaciones lingüísticas. Si en ficción me interesan autores como Yuli Herrera o Carlos Velázquez, en la no-ficcion me interesan Sergio González Rodríguez o Sanjuana Martínez.

 

Perfil. Retrato. Semblanza. Estampa. Cuadro de costumbres. Collage. Instantáneas. Polaroids. En resumen, concluye Carrión: la crónica es un debate que reclama otro tipo de palabras y que arranca desde el mismo nombre que la designa. Un debate que viene de tiempo atrás: crónico.

 

iPhonografía

 

 

La ciudad de México cabe en un teléfono celular, o mejor dicho, los smartphones capturan fragmentos visuales al Distrito Federal y los exhiben como trofeos en las redes sociales. Jacob Bañuelos (@jacobisrael), director de la maestría en Comunicación del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México, y uno de los teóricos sobre la iPhonografía defiende que este celular inteligente vino a cambiar nuestra forma de entender la fotografía, gracias a las cientos de aplicaciones especiales el aparato de Apple, ya que su plataforma hace que no sólo sea una simple cámara sino un laboratorio móvil.

 

La iPhonografia es el “arte” de sacar fotos con el iPhone y modificarlas sólo con las aplicaciones del teléfono; esto se puede lograr, de momento, sólo con este smartphone ya que otros no cuentan con la tecnología ni aplicaciones para igualar la calidad de los registros de este celular. En estos momentos se encuentra en proceso la construcción de un mapa visual de la ciudad de México que se almacena y se difunde a través de las redes sociales como Instagram o Flickr. Cientos de personas se han sumado a la iPhonografia y salen a fotografiar calles, edificios y personas.

 

Señala Bañuelos, quien además está a punto de sacar su libro sobre la iPhotografía que ahora el teléfono inteligente ya es una prótesis del cuerpo humano, nuestra conexión con el mundo físico y virtual; una brújula que, gracias a sus cámaras, vuelve más disfrutable la ciudad, porque nos reencontramos con ese universo de concreto, de ruidos, personas y vehículos que antes nos parecían ajenos, difusos y poco interesantes. De acuerdo con el teórico de la iPhonografia no falta mucho para que veamos en el Distrito Federal a personas que se implanten un iPhone en la cabeza, como ya sucedió con Waafa Bilal, un profesor de la Universidad de Nueva York que se hizo instalar una cámara en la parte posterior de la cabeza.

 

Si bien es cierto que Google Earth ha logrado capturar a toda la ciudad de México con un software, no ha logrado completar el mapamundi ya que sus imágenes son planas, sin emoción y sin detalle, pues como dice Susan Sontag, la verdadera fotografía está en los pequeños fragmentos de realidad.

El silencio, lo más preciado en la ciudad de México

atmósfera jurásica
La ciudad de México seguro que es uno de los lugares más ruidosos del mundo, pero dentro de su burbuja sónica cuenta con algunos resquicios para escapar de la histeria que genera tanto escándalo. Uno de ellos se encuentra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el llamado Espacio Escultórico, la reserva ecológica más importante que tiene la metrópoli. Su rico ecosistema tiene especies animales y vegetales únicas en el planeta por su clima y suelo volcánico. Cuando los transeúntes se introducen en esa capa geológica el ruido de los automotores deja de proyectarse por el espacio. El silencio pasea sobre las piedras volcánicas del  Xitle [ombligo, en náhuatl] un volcán muerto que hizo erupción hace 2400 años y su lava cubrió parte del territorio de las delegaciones TlalpanCoyoacán y Magdalena Contreras.

 

incluso, mi corazón

La industrialización cada vez nos aleja más del contacto con la naturaleza; el avance asfáltico de la ciudad lo devora todo. Nuestras áreas verdes se limitan a zonas de un metro cuadrado. Resulta evidente que nos gangrena la enfermedad de la ciudadneurosis por la saturación de ruido; paranoia por el miedo que promueven los medios; esquizofrenia por una falta de identidad que se disuelve entre millones de personas que echan a andar el motor de un Distrito Federal que muestra su faceta más decadente atrás de gigantes edificios. Una enfermedad de asfalto, vehículos, muros, miradas de odio y desesperanza. Aquí no hay tiempo para nada, de hecho son pocos los que se dan tiempo ante las ocupaciones de la mente contemporánea dedicada a “cosas más importantes”: la televisión, la virtualidad, el fetichismo por los objetos de plástico y el vacío. Nuestros pensamientos se enferman en la bruma de ruido e imágenes. La ciudad nunca se olvida de su batalla contra la naturaleza. Por eso, el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM, en Ciudad Universitaria, es una cápsula de curación, una isla en el archipiélago del smog y un buen pretexto para desconectarse de internet.

La Ciudad Paralela

Jorge Luis Borges tiene un cuento que se llama “El Inmortal” que habla de un hombre, Marco Flaminio Rufo, a quien le fue revelado en un amanecer de los primeros años de la era cristiana que la muerte podía ser vencida con sólo beber el agua de un río que daba la inmortalidad (“La muerte hace preciosos a los hombres y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último”). Iluminado junta a mercenarios y soldados para ir en busca de ese caudal sagrado. No es fácil la búsqueda. En uno de los desiertos logra escapar de un motín de los hombres que lo acompañan. Pierde el conteo de los días y las noches, pero un día el tribuno romano llega a una ciudad circular “fundada sobre una meseta de piedra”. La rodea. En vano halla la entrada; por azar descubre un laberinto en el interior de una cueva. A la deriva entre estrechos caminos, pasillos sin salida, grutas inacabables y repetitivas. Cuando se descubre caminando delirante y cansado llega a un hueco de piedra iluminado por la luz del día. El cielo es azul. Sube por unas escaleras y pasea como explorador por una solitaria ciudad que le excita y da miedo. Los dioses que la edificaron han muerto, dice de primera impresión. Después corrige: Los dioses que la edificaron estaban locos. Estaba en la Ciudad de Los Inmortales. Si uno de nosotros fuera Marco Flaminio Rufo nos aburriríamos en esa arca de piedra desconectada de la energía eléctrica, sin internet y mapas de georreferenciación.