Apps, para cuidarse en una ciudad peligrosa

Xabier Pérez (País Vaco, 1984) le alertaron en Europa que la Ciudad de México era un campo de guerra, un entorno hostil y muy peligroso si pensaba radicar en ella, por eso se puso a trabajar en una plataforma virtual que guiara a los extranjeros o visitantes por los lugares no-violentos o sin altos índices de robos o secuestros. Así fue como construyó SureDF,  una página basada en la realidad aumentada con datos oficiales proporcionados por la Secretaría de Seguridad Pública capitalina y la Procuraduría de Justicia local en 2010 y que terminó en septiembre de 2011.

 

 

Relata que cuando llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “me asusté mucho al ver encendidas la mayoría de las sirenas de las patrullas; de donde vengo sólo las prenden en momentos de emergencia. Con el paso de los meses me fui acoplando a la vida cotidiana y me di cuenta que me habían mentido en España: los capitalinos no te asaltan en las calles ni las calles son un campo de guerra“.  Es por eso que SureDF tiene como objetivo brindar información a los extranjeros o visitantes una guía para recorrer la NeoTenochtitlán sin problemas.

 

 

SureDF basa su operatividad en Layar, un navegador para Realidad Aumentada que recopila toda la información disponible sobre entornos no virtuales y muestra a los usuarios datos históricos, oficiales y comentarios de los internautas. Lo que al principio sirvió como referencia con el paso del tiempo se transformó en algo no preciso: los datos que daban la SSP-DF y la PGJDF no tenían la exactitud que requiere un caminante, sus datos eran muy generales y no detallaban qué calles eran las zonas de peligro por lo que poco a poco fueron sustituidas por los comentarios de amigos y  usuarios que alertaban no sólo las colonias y delegaciones con índices delictivos por tomar en cuenta.

 

 

“Eso es lo que ahora me interesa: que los cibernautas realicen un mapa colaborativo de zonas inseguras; los de las autoridades son muy generales, por lo tanto poco precisas. SureDF busca la especificidad para ser una herramienta de ayuda para la gente”.  El nuevo modelo de vigilancia de la ciudad, creado por el secretario de Seguridad Pública, Manuel Mondragón, consiste en dividir al Distrito Federal en 865 cuadrantes que cuentan con un jefe cada uno que supuestamente debía presentarse con cada uno de los vecinos para fortalecer la figura del policía de barrio en los 75 sectores de las 15 regiones de seguridad que hay en la metrópoli.

 

 

Ante el éxito de esta plataforma de PlaceMaking,  Xabier Pérez prepara la segunda versión de este programa que no cuenta con aplicación para smartphone para convertirla en un espacio colaborativo donde los usuarios podrán crear el  mapa delictivo de cada una de las calles, colonias, pero que no sólo será el mapamundi del delito sino una agenda de actividades culturales y turísticas por lo que ya buscan entablar convenios con los gobiernos del DF y Querétaro. Para consultarlo desde el móvil hay que descargar la capa de realidad aumentada que sureDF tiene en Layar;  en Twitter lo encuentran como @SureDF.

 

 ciudadmonstrvo.wordpress.com

Tepito: Los ahijados de la Santa Muerte

 

Dios hace los milagros, pero la Santa Muerte te hace el paro, dicen en el barrio de Tepito, en la ciudad de México. Alfonso Hernández, cronista de Tepito y Hojalatero Social, explica que es un culto que ha adoptado la “barriada” luego de que ha perdido la confianza y la fe en las instituciones como la Iglesia Católica, pero no busca rivalizar con el mainstream religioso, comenta. A ella recurren lo que buscan dejar los vicios y piden protección.

 

La Santa Muerte abre las celebraciones del Día de los Santos Difuntos. Ella es la que inaugura las fiestas donde los espíritus conviven con los vivos, por que ella es “pura y no prejuicia, lo mismo se lleva a un niño que a un anciano, a un pobre que a un rico”. Al final de cuentas es una ceremonia en honor a ella que “está aquí con nosotros hermanitos, nos cubre con el manto de su infinito amor”, dice la voz de Chucho Romero que se dispersa con ayuda de un sonido por la calle Alfarería, en donde se encuentra instalada la “capilla”, considerada como una de las más importantes de toda la capital.  Ese santuario está en el número 12, a sus lados se encuentran un adoratorio repleto de veladoras prendidas y la casa de Doña Queta, la sacerdotisa de la Niña Blanca.

En México en los días 1 y 2 de noviembre se realizan los festejos de día de los santos difuntos en los que los familiares y amigos regresan a los cementerios a convivir toda la noche con sus muertitos, les llevan la comida que tanto les gustaban, les ponen música, serenata y vino a la luz de los cirios. Los panteones se convierten en estas fechas en los lugares más concurridos y decorados. La relación de los mexicanos con la muerte es de respeto, pero también de festividad.

 

 

Alfonso Hernández destaca que fue doña Queta quien “hizo que la imagen de la Santa Muerte dejara los rincones de las casas y viera la luz en las calles tan urgidas de su amparo y protección”. Este es un culto casero e íntimo que nació en Tepito, aunque en muchas partes de la república mexicana se encuentran huellas de esta devoción que viene de los antiguos pueblos que dominaron el país en los tiempos precolombinos. La muerte era vista como un tránsito, un paraíso. “El origen de esta devoción es más misterioso que antropológico, pues si al final de la vida todos la hemos de conocer, qué de malo tiene hacerla presente, si desde siempre la vida y la muerte han sido buenas comadres. Es por ello que la imagen de la Santa Muerte es atractiva para quienes la consideran su madrina protectora, y es repulsiva para quienes padecen bruma mental y nebulosas en el alma”, explica el Hojalatero Social.

 

El miércoles 31 de octubre a las 17:52 horas cientos de imágenes de la Santa Muerte se elevan apoyadas sobre las manos morenas de los devotos que cierran los ojos y rezan. Otros se toman de las manos para formar una cadena multitudinaria. Cada 31 de octubre se realiza el ya tradicional rosario, uno comienza a las cinco de la tarde, el otro a las 12 de la noche.  El Padre Nuestro es el mantra que cubre de paz a todas las personas que se han congregado frente a la capilla, una especie de Meca a la que todo el año y a todas horas llegan los fieles a depositar flores, encender veladoras y implorar protección, bendiciones, trabajo, salud y dinero. Durante las oraciones algunos acarician el ropaje de lujo que Ella luce este día, “ella que representa y conceptualiza lo único que tenemos seguro en esta vida: la Muerte”.

 

Alfonso Hernández, cronista y Hojalatero Social de Tepito, explica que es un culto fomentado por la misma gente del barrio; una vez mi hijo dejó una escultura de tamaño natural en la calle y los que pasaban por allí se persignaban y dejaban flores. Es el culto de todos aquellos que han perdido la fe en las instituciones, pero no es algo nuevo, en la época prehispánica formó parte del ADN teológico de nuestros antepasados, que tenían una percepción de la muerte un proceso no tan negativo como lo tiene el cristianismo. Así se ve al finalizar el rosario que cumple 11 años en la calle Alfarería, que al concluir le cantan una porra a la Nina Santa, porque esto también es una fiesta, una ceremonia que camina al margen de los canones, que corre en la sangre de sus fieles que retan a la vida porque saben que la huesuda los protege.

 

 

Rostros morenos de ojos violentos hacen una larga fila para pasar al altar donde se encuentra La Flaquita. “Pasen rápido, pasen rápido”, les ordenan dos voces que ponen en orden. Uno a uno niños, jóvenes y viejos llegan a la vitrina donde la imagen de la Santa Muerte los observa con distante amor y candorosa lejanía. Los devotos a veces pronuncian algunos deseos en voz alta, pero la mayoría lo dice mentalmente. Una chica llega hasta ella, se detiene. De su mochila saca unas tijeras con las que comienza a cortarse un largo mechón de su cabello. Entre las prisas, cantos y veladoras ella termina de cortarse el cabello, da la media vuelta y se pierde entre los otros devotos de este infierno urbano que necesita de una divinidad que les dé el salvoconducto para seguir retando los riesgos que conlleva la vida en esta plancha de asfalto.

 

 

Optó por una vida más allá de la telebasura

Al 10 para las nueve lo despierta de súbito el golpe de las zapatillas contra la banqueta de las oficinistas que pasan junto a él. Su casa es un rincón de la calle Londres y avenida México, a cinco minutos del centro histórico de Coyoacán.  El Arqui trabajaba hace 20 años para un importante despacho para el cual elaboraba el proyecto arquitectónico en Polonia, pero una tarde entró a la recámara a buscar algo que había olvidado y encontró a su esposa, en la cama, con otro hombre. En ese instante todo pasó. Cruzó por su mente matarlos, pero no lo hizo. Optó por suicidarse paulatinamente. Las pretenciones sociales delniño bien, de familia culta y con seductoras ideas de arquitecto vanguardista vagan por las calles desde entonces. Duermen en la calle, sobre frías bancas metálicas. Pese a todo, la familia no lo abandonó.

 

Vecinos de Coyoacán han sido testigos de cómo un señor bien trajeado bajaba de un vehículo de lujo cada mes y le daba dinero, comida y trajes muy caros.

En su sucio morral guarda dos fotografías viejas y arrugadas, pero dice que ya no se acuerda quiénes son. En una imagen color sepia hay una mujer como de 24 años corriendo de frente a la cámara; está en traje de baño y parece la playa de Acapulco.

 

En la otra, un joven de la misma edad se abraza a una mujer adulta en alguna fiesta familiar. Aparte de estos fragmentos de la vida de una persona hay tres trajes sucios Giorgio Armani, unos zapatos rotos color negro, periódicos, sus cobijas y otra chamarra que hace las veces de pijama. El Arqui siempre se le puede ver dormir en el jardín del barrio La Conchita, sobre la avenida Miguel Ángel de Quevedo o en las esquinas de gigantes mansiones. Siempre está solo, no se junta con los otros vagos. No toma alcohol, no pide limosnas y no le gusta hablar con nadie. En su rostro y manos la mugre ha formado sobre su piel hasta tres capas de costras.

 

A las 10:15 ya se ha levantado. Ha mirado a su alrededor, ha ido a la pequeña fuente que tiene a cuatro pasos y se refresca el rostro con el agua estancada como si fuera loción. Recoge sus cobijas, maleta y envases tirados en el mismo suelo que le sirve de colchón. Han pasado tantos años desde esa infidelidad y desde sus épocas de virtuoso de la arquitectura, que ahora nadie recuerda cuáles son las obras que legó al DF este vagabundo que deambula por las calles en plena soledad, abstraído, disperso y a paso lento, como un rezo que demanda la fulminante muerte para acabar de una vez por todas con toda esta situación. Los indigentes están ahí pese a que los transeúntes hacen lo posible por evitarlos.
En esa zona de sur de la Ciudad Monstruo hay demasiados porque nunca falta quien les dé un trozo de pan o unas monedas. Hace pocos años en el jardín Centenario dormían hasta 20homeless que sólo se drogaban y tocaban las puertas de los conventos de la calle Francisco Sosa para pedir comida; nunca se las negaron. El Changoleón, es el más famoso de todo el clan coyoacanense gracias a los programas que difunde la telebasura.

El peor periodismo es el de sólo contar muertos de la narcoguerra: Javier Valdez


Los Zetas, el grupo paramilitar del narcotráfico mexicano, es producto del olvido a los pobres, los marginados, los niños que se mueren de diarrea en la sierra de Guerrero, dice Javier Valdez Cárdenas (Culiacán, 1967), autor de Levantones. Historias reales de desaparecidos y víctimas del narco.

 

“Los Zetas somos nosotros, el olvido, el abandono del abandono, los desterrados de los desterrados, el vómito de la sociedad mexicana. Mientras haya estos niveles de marginación, hambre y la falta de oportunidades que alimentan el rencor y el resentimiento existirán las expresiones más violentas”.

 

El fundador y columnista del semanario Río Doce agrega que la tendencia natural de un gobierno preocupado por su gente sería eliminar a los malos, los más sanguinarios, controlarlos, desterrarlos y luego combatir a los demás poco a poco para que el Estado se eleve por encima de las organizaciones criminales como lo hizo Colombia. Sin embargo,añade, somos un país sin Estado, sin gobierno, sin ley.

 

“Siempre van a haber zetas mientras haya niños que se mueren de diarrea en la sierra de Guerrero, ante la falta de opciones y no haya alimentos ni lo más básico”.

 

El libro Levantones. Historias reales de desaparecidos y víctimas del narco, asegura, no es uno más de la profusa bibliografía que hay en las mesas de novedades, porque en él aborda el conflicto y sus secuelas más allá de los datos fríos proporcionados por funcionarios; “hay que hablar de las personas, sus historias, de las dimensiones ocultas”.

 

“Esta es una guerra que dejó de pertenecer al ámbito policiaco, un asunto entre buenos y malos. Mueren ancianos, adultos, jóvenes y niños. El narcotráfico domina todos los ámbitos de la vida del país. Todos los días las páginas de los diarios y los noticieros se encargan de ponernos al tanto de las pugnas de las organizaciones criminales y detenciones de supuestos jefes y lugartenientes, pero esas son sólo cifras de una guerra que ha dejado más de 70 mil muertos en seis años, miles de desaparecidos y desplazados.

 

“Más allá de las estadísticas que proporcionan las dependencias de seguridad se encuentra el dolor de familiares de víctimas delevantones o desapariciones forzosas sin encontrar respuesta a preguntas como ¿dónde buscar?, ¿pedir o no ayuda a las autoridades? ¿Y si están coludidas?”

 

Para Valdez Cárdenas es un error hablar de violencia en términos de números de muertos, porque en Culiacán el tejido social se encuentra cercenado, roto por una batalla cruenta que no deja necesariamente muertos, “pero que vive bajo el dominio del miedo cuando en el semáforo se te empareja una camioneta de lujo, cuando te enteras que los narcos le quitaron el vehículo a tu hermano o cuando las mujeres jóvenes no pueden ir a divertirse a algunas zonas porque los narcojuniors las violan y las matan. Nadie dice nada. El monopolio de la violencia la tiene el cártel de Sinaloa. Son ellos los que matan a los ladrones, violadores o rateros”.

 

Pide poner énfasis en como los menores se acostumbran a vivir en medio de un clima violento, pone de ejemplo a un niño de Culiacán que presume entre sus amigos de la escuela un video tomado con su teléfono, donde varios sujetos golpean a un hombre hasta derribarlo y en el piso lo rematan de un balazo. Ellos son mis amigos, dice feliz a sus compañeros.

 

“Qué clase de personas van a ser cuando crezcan si su ADN está marcado por la destrucción, la guerra; cuando asumen la muerte violenta como algo natural, normal. Van a ser violentas, como personas que crecieron en una sociedad violenta… y van a ser hasta peor”.

 

Los periodistas en Sinaloa no sufren el mismo flagelo que sus colegas de Veracruz, Tamaulipas o Ciudad Juárez, pero tienen que cuidarse, “no importa que uses chaleco antibalas o lleves escolta. Cuando ellos te persiguen no hay nada que los detenga”, agrega el autor de Miss Narco, finalista en 2010 del premio Rodolfo Walsh, que se entrega a la mejor obra de no ficción publicada en español en la Semana Negra de Gijón. En 2011 el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) le dio el Premio Internacional a la Libertad de Expresión.

 

“Estoy loco por vivir en Culiacán y encima practicar el periodismo. No me considero una persona valiente ni un héroe, sino alguien que tiene dignidad. No me parece que ser reportero es ser suicida, todos corren peligro en el norte del país donde zetas y chapos se disputan las rutas del trasiego de drogas. Para cualquier persona es una locura vivir en Ciudad Juárez, Tamaulipas o Veracruz donde se puede quedar atrapada entre el fuego de narcos y/o militares”.

 

Y lo resume afirmando que todo está tan descompuesto que, como reportero, cualquiera puede matarte: un militar, un político o un pistolero.

 

“Estos son tiempos propicios para la canallada, como dice una de las canciones de Serrat. Es un monstruo apocalíptico que está galopando a todo lo que da, pero yo siento que el peor periodismo es el de contar muertos, y yo no cuento muertos cuento historias de personas. Es mejor publicar una parte de este infierno a no publicar nada”

El desierto online de la ciudad

Sólo hay amigos en la realidad online, fuera del desierto de la pantalla deambulan personas enchufadas a los audífonos para evitar la socialización offline. Los únicos amigos que tienes son los que te aceptan en Facebook, te retuitean y whatsappean, lo demás es el desierto, eso que Paul Virilio define como “coexistencia, coincidencia entre el ser y su imagen a distancia”. Los traslados por la ciudad transcurren no sólo desde vehículos, trenes o aviones, sino por los toboganes de Twitter, Facebook o Whatsapp. La segunda piel de nosotros. La Ciudad Paralela que recorremos a la física, pero que ya no nos interesa, por eso nos hemos mudado a esa galaxia de hipertextos e imágenes que nos cubre la desnudez de la existencia solitaria. La ciudad apesta. La ciudad nos provoca deseo.

 

Abres Facebook para ver si alguien te ha escrito, negativo; buscas en Instagram, Vimeo. Como no has tenido suerte sientes de pronto que todos te han dejado solo, complemente abandonado a merced del abismo de la red. Tratas de recuperar la contraseña de tu cuenta de Hotmail para sentirte vivo aunque sea leyendo spam. Observas que en la calle nadie sabe caminar. Piensas “demonios, todos parecen zombis… incluso tú”. Observas que del camión del Metrobús desciende una señora que parece extraviada. Pregunta al policía por una dirección anotada en un papel que ella le extiende. El señor vestido de azul con hastío le señala con el dedo índice hacia el oriente, pero su gesticulación odiosa parece como si le ordenara retirarse. Ella le insiste, pero el sujeto ya ha regresado a su interior, da dos pasos hacia atrás y se aleja de allí, como si huyera de una granada a punto de explotar. Todos de avientan miradas de odio. Nadie deja pasar a los demás. Lástima, dices, por que el cielo azul se ha colocado encima nubes rojas. En el piso, las hojas secas adornan las calles; eso a nadie tampoco le importa. Quizá les llamarán la atención cuando las vean en Instagram, entonces allí las agregarán a sus favoritos y comentarán por que “el desierto es coincidencia entre el ser y su imagen a distancia”.

 

Subes las escaleras de la estación Iztacalco del Metro, pagas tu boleto y te subes a la ballena naranja. El rostro de los demás es un espejo del tuyo: vencido, triunfante, adormilado. Así es el ánimo en este momento en la ciudad de vanguardia, esa que antes fue la de la esperanza. Un niño de provincia pasa a tu lado y sin preguntarte te deja un papel sucio y usado sobre la pantalla del teléfono en el que vienes entretenido; el documento dice: “Vengo de la Sierra de Puebla no tengo casa ni dinero para comer. Le pido una ayuda”. Nadie lee lo que dice, muchos menos le dan lo que pide. Pero como todos saben: hasta el fastidio tiene fin y llega cuando un vagonero de pelo a rapa y playera sin mangas entra al vagón con sus bocinas aullantes que ponen los 20 éxitos de la salsa. Los pensamientos, como cucarachas, huyen hacia todas partes en busca de anonimato. Entra una hermosa mujer en la siguiente estación y se para junto a la puerta. Una señora con un niño en brazos le pide el asiento a una mujer como de 40 años, pero ésta cierra los ojos y se hace la dormida. Entre tuits y mensajes de Facebook el tren continúa su marcha por esa boca oscura de la ciudad donde nuestra individualidad se disuelve en imágenes captadas por unas perezosas videocámaras que no tienen memoria de disco duro.

La nueva cartografía literaria de Oaxaca

No importa que las ventas de libros vayan en picada, y que los libros electrónicos o ebooks vayan ganando terreno, hay que hacer más eventos para promocionar al libro, que seguirá siendo el mismo no importa que sea digital o impreso. Por lo menos, eso es lo que piensa Guillermo Quijas, director de la editorial Almadía y de la 32 Feria Internacional del Libro Oaxaca, que del 1 al 11 de noviembre, en la capital oaxaqueña, combinará literatura, mezcal y música dedicada al poeta, escritor, ensayista y traductor, José Emilio Pacheco.

 

“La feria está concebida como una fiesta, este estado da para todo eso, tiene muchas cosas que ofrecer en términos gastronómicos y artísticos”, explica. Los nombres de grandes escritores aparecen como invitados especiales: Margo Glantz, Sergio Pitol, Juan Villoro y Marcelo Uribe; pero también hay un espacio para los llamados “emergentes”.

 

 

“Es parte de nuestro proyecto. En esta ocasión van a participar alrededor de 40 escritores que no tienen posibilidad de promocionarse en ningún lado. Trabajamos en un libro, una especia de cartografía de los 60 nuevos escritores. No sólo queremos ponerles un foro dónde puedan hablar de sus trabajos, sino hacerles un texto que los compile”, informa Quijas.

Así, durante la feria, va a haber un foro de literatura en lenguas indígenas para juntar a las personas necesarias con la finalidad de que haya producción, difusión y distribución de los libros impresos.

 

¿Quiénes son las estrellas de esta nueva cartografía literaria de Oaxaca?
Entre los nuevos escritores hay gente que trabaja fuerte y de forma paralela al mainstream editorial, por ejemplo, el poeta César Rito Salinas; Pergentino José, un joven que escribe en zapoteco y presentará ahora su trabajo traducido al español; Guillermo Santos, un ensayista de 22 años; Alejandro Beteta;  Ulises Torrentera y Azael Rodríguez.

 

¿Cuáles son los temas sobre los que giran los nuevos narradores?
Hay dos rubros, los mayores de 40 continúan contando lo que sucede en Oaxaca, siguen tomando el mezcal como referencia, la gastronomía, sus tradiciones, los problemas sociales aunque ya más actualizados, pero siguen hablando de su tierra. En cambio, los más jóvenes están tratando de universalizar su literatura, sí la ubican en Oaxaca, pero sus historias podrían suceder en cualquier parte del mundo.

 

Además de los conciertos con Lila Downs y Michael Nyman, el músico de cabecera de Peter Greenaway, durante la FILO se llevarán a cabo las las conferencias Ciencia e imaginación y La lectura y el efecto imaginante, de José Gordon; así como Experimental Music: Cage and Beyond y Sublime, the book, a cargo de Michael Nyman. Se iniciará un compromiso social al apoyar a niños de comunidades marginadas con el programa de filantropía Mi Primer Encuentro Literario. El domingo 11 de noviembre, la edición 32 de la FILO cerrará con una lectura masiva de Las batallas en el desierto.

 

 

El programa completo 

La ciudad de México según Ricardo Legorreta

La ciudad está hecha de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado, señala Ítalo Calvino; Ricardo Legorreta (México, 1931-2011) dice que la ciudad es ese espacio donde el hombre imprime su paso por el tiempo. Así como Marco Polo le describe a Kublai Kan, el emperador de los tártaros, una a una, las maravillas de las ciudades que visita: muros, callejuelas, mujeres, miradas, perfumes, atardeceres… Legorreta dejó un último homenaje a la neo Tenochtitlán. Se trata de un itinerario, guía, brújula para los que quieran sumergirse en ella.

 

“Tras los pasos de Ricardo Legorreta. Dime por dónde andas y te diré qué ver” (AEditores) es el último testimonio suyo sobre la ciudad de México. ¿Cómo describir a este monstruo de asfalto? Contesta así: “si la catalogamos o la adjetivamos corremos el riesgo de subestimarla, de limitarla. Es tan fascinante que debemos permitir que su evolución la redefina constantemente, y que ella misma nos guíe”.

 

La escritora Ana Terán (Sonora, 1949) hizo que Legorreta regresara física y mentalmente a los sitios que tanto le gustaron durante 33 entrevistas con el arquitecto. Todo comenzó como un encargo de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del DF, para destacar las cosas positivas de la cosmópolis. Hay que “apreciar sus bondades, valorarlas, resaltarlas por encima de los defectos que padece cualquier metrópoli del mundo”, dijo el único mexicano premiado con el Praemium Imperiale, que otorga la Asociación de Arte de Japón.

 

El recorrido comienza en la Plaza de la Constitución y de allí toma el siguiente itinerario: la Catedral Metropolitana, Palacio Nacional, Antiguo Palacio del Ayuntamiento, Paisaje Catedral, Plaza Santo Domingo, Antigua Escuela de Medicina, Antiguo Colegio de San Ildefonso, Mercado Abelardo Rodríguez, Plaza e Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, Academia de San Carlos, Excavaciones del Templo Mayor, Antiguo Palacio del Arzobispado, Gran Hotel de la Ciudad de México y Palacio de Hierro, Museo del Estanquillo. Templo de la Profesa, Palacio de Iturbide, Casa de los Azulejos, Iglesia, Convento de San Francisco y Torre Latinoamericana, edificio La Nacional, Palacio de Bellas Artes, Banco de México, Palacio de Correos de México, Plaza Tolsá y Palacio de Minería, Museo Nacional de Arte, Plaza de la Santa Veracruz y museo Franz Mayer, Hotel de Cortés, Plaza Juárez, Teatro Metropolitan y el Museo de Arte Popular.

 

El paseo continúa en las cercanías del Centro, la Roma, Condesa, Tacubaya, Chapultepec, Polanco, San Ángel, Altavista, Coyoacán, Centro Nacional de las Artes, Palacio de los Deportes, Aeropuerto, nueva Basílica de Santa María de Guadalupe, las unidades habitacionales Miguel Alemán, Independencia, Nonoalco-Tlatelolco, El Rosario, los panteones Francés de La Piedad, San Joaquín, Dolores, Ciudad Universitaria, Pirámide de Cuicuilco, Museo Anahuacalli y la capilla de Las Capuchinas Sacramentarias.

 

¿Qué lugares quedaron fuera? Ana Terán señala que Las Lomas, Tecamachalco y Santa Fe, por que en esas zonas los habitantes llegan en vehículo a los edificios, se meten al elevador y no tienen ninguna interacción con sus vecinos; para Legorreta era muy importante el entramado social, cómo interactúa la gente, entablar una conversación con los demás, eso que llamaba la vida de barrio, que la sociedad europea a veces no tiene.

 

Sobre el resultado del libro, dijo antes de morir: “Ana, le vamos a entregar a Marcelo más de lo que nos pidió”. Alcanzó a revisar el primer borrador de la primera parte del Centro, pero sintió que el lenguaje era muy elevado; Terán le propuso que se lo dieran a leer a los jóvenes de su despacho para que ellos evaluaran. A los dos días él le dijo que estaba encantado con el resultado. Sin duda, que “Tras los pasos de Ricardo Legorreta. Dime por dónde andas y te diré qué ver” ya es un libro importante e indispensable para todos los que nos sumergimos en esta ciudad continua, de concreto y sueños, de olvidos constantes y memorias.

De cuando los cines porno se resisten a morir

 

Desde que hay internet y dispositivos móviles conectados a internet la pornografía se masificó, pero a la vez se individualizó. Ya no necesitas conectar aparatos a tu pantalla de tv o ir a los cines tres equis para ver películas, bueno, ya no es indispensable. En la ciudad de México hay algunas salas que ofrecen programación para adultos para todos aquellos nostálgicos de la pantalla grande… que además quieran ligar.

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Alfredo Vilchis, el cronista del inframundo urbano

 

La frase “soy ateo gracias a Dios” describe muy bien el pensamiento contemporáneo. Prevalece en el ambiente la sensación de un secularismo, aunque hay ciertas situaciones que fracturan esta visión, cosas que le muestran a la mente un filamento divino (por decirlo de una forma conocida) que contradice lo que Darwin y sus alumnos se han empeñado en enseñar: que no hay ningún ser todopoderoso detrás de los objetos, sólo evolución. Alfredo Vilchis (DF, 1960) no busca contradecir los argumentos racionalistas; sus exvotos son crónicas de lo milagroso y la fe.

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