Dios está en Silicon Valley

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Tecnología de vanguardia, temples audaces y jóvenes estudiantes que se convierten en millonarios de la noche a la mañana: mito y realidad en la delgada franja que va de San Francisco a San José, en California, Estados Unidos.

¿Qué se oculta en la región que encabeza los rankings más rigurosos de actividad emprendedora en relación con la población y las listas que miden el potencial y el rendimiento de las start-ups? ¿Qué la hace tan especial? ¿Cuáles son las características de ese paraíso tecnológico y emprendedor llamado Silicon Valley? A continuación, emprendedores, algunos CEO e historiadores responden a estos interrogantes.

“Fue el periodista de chismes Don Heffler (tenía un newsletter en el cual hablaba sobre quién salía con quién, los pases ejecutivos entre compañías y otros temas) quien le dio a Silicon Valley su nombre en 1971 —explica Leslie Berlin, historiadora de los archivos de la zona en la Universidad de Stanford—. Había varias pequeñas empresas que fabricaban microchips y usaban silicio. Geográficamente se ubicaban en un valle, un espacio limitado por montañas de un lado, una bahía del otro y, al norte, la ciudad de San Francisco. No había mucho lugar para expandirse y eso obligó a la gente a concentrarse en un espacio reducido e intercambiar ideas.”

En el corazón de Silicon Valley está la Universidad de Stanford. Abrió sus puertas en 1891, gracias al legado de Jane y Leland Stanford, gobernador republicano que amasó una fortuna con los ferrocarriles. Tras el fallecimiento de su único hijo a los 15 años, el matrimonio cedió el predio para fundar la universidad. Para muchos especialistas, la relación simbiótica entre Stanford y las empresas del Silicon Valley fue instantánea.

Eran tiempos de la fiebre del oro, de pioneros y aventureros; del nacimiento del estado de California y la conquista del Oeste. Exploradores sedientos de fama y dinero, una herencia que se manifiesta en sus sucesores de negocios, empezando por William Hewlett y David Packard, hasta Kevin Systrom y Mike Krieger, los fundadores del sitio para compartir imágenes y videos Instagram, vendida a Facebook por US$ 1.000 millones en 2012.

“Una de las cosas impresionantes de Silicon Valley es que este lugar se ha reinventado a sí mismo —continua Berlin—. En la década de 1940 y en los ’50 había muchos fabricantes de instrumentos de medición, como los osciloscopios. Hacia los ’60 aparecieron las empresas de semiconductores y microchips. En los ’70, las de computadoras personales y productos electrónicos, como Apple y Atari. Pasamos después a la generación de computación en red, y ahí es cuando nacieron organizaciones como Cisco. En los ’90 surgen las ‘puntocom’. Y ahora, las empresas de redes sociales.”

Claro que, de los estudiantes formados en Stanford convertidos en millonarios, Sergei Brin y Larry Page encabezan la lista de los que más impacto tuvieron en el mundo online. Concebida en la universidad, hoy Googlese desparrama en numerosos edificios y domina el paisaje de Mountain View, una localidad clave en el valle. En el amplio campus, hay piletas, canchas deportivas, varias cocinas, comedores de primera clase e incluso peluquerías y servicio de tintorería las 24 horas. Y aunque Google se hizo famoso por crear un ambiente de trabajo cómodo y atractivo, Leslie Berlin explica que, en realidad, el trato equitativo es marca de origen del valle. “No existen las cocheras exclusivas para ejecutivos —explica—. Hacer partícipes a todos los empleados en las ganancias es un legado que viene desde tiempos de Robert Noyce, cofundador de Fairchild Semiconductor e Intel. Si uno realmente cree que el talento de los empleados es lo mejor que tiene la compañía, hará todo lo posible por hacerlos felices.”

Así lo cree y avala Mitchell Baker, presidente de Mozilla Foundation, la organización creadora de Firefox, el célebre navegador que hoy tiene 450 millones de usuarios. Admirada y respetada, ganó un lugar en el “Hall of Fame” de Internet de la Sociedad de Internet en 2012. Antes que eso, fue elegida entre las personas más poderosas del mundo en la sección de Científicos y Pensadores de la revista Time.

“Para la gente de tecnología, las personas son importantes —sostiene Baker—. Un muy buen programador es más productivo que cientos de programadores estándar. Lo que adoro de la industria del software es que el talento importa.”

Más allá de la superficie

“Silicon Valley es un lugar y un estado mental —asegura Berlin—. Es la creencia de que las cosas nuevas y riesgosas son mejores que las viejas y seguras. La convicción de que no importa quién uno es, sino qué sabe. Todo esto confluye para crear la cultura innovadora del lugar. Pero también hay una cadena de generaciones de emprendedores que da vida a esta cultura: los más veteranos ayudan a los más jóvenes. Muchos socios de fondos de inversión como Sequoia Capital o Kleiner Perkins fueron emprendedores que hoy invierten en los jóvenes de la generación ‘social’.”

Una emprendedora que devino inversor ángel es Lisa Gansky, fundadora de seis compañías, entre ellas, Ofoto, la primera firma de fotos online, vendida a Kodak en 2001.

“La gente fue generosa conmigo. Recibí consejos de todo tipo sobre la compañía que creaba; buenos y malos. Me dieron capital para experimentar, para formarme en el liderazgo de equipos, para aprender cuándo hay que matar un proyecto. Todo esto me ayudó a convertirme en una mejor emprendedora, y ahora es mi turno de colaborar.”

Gansky revela ciertos códigos de comportamiento, típicos de un habitante de Silicon Valley: “El lugar tiene una cultura con características bien definidas. Una de ellas es que equivocarse es aceptable si no eres deshonesto. La manera en que se maneja el fracaso con tu red de contactos y en que se gestiona tu próxima compañía es una forma de construir credibilidad y confianza”, explica.

Aunque en años recientes otras regiones avanzaron posiciones en las mediciones de la actividad emprendedora, Silicon Valley se mantiene a la cabeza. Slava Rubin, cofundador del sitio de crowdsourcing Indiegogo, con sede en ambas costas de los Estados Unidos, analiza las similitudes y diferencias entre dos ciudades emblemáticas.

“En Nueva York se preocupan más por el modelo de negocios, y quieren estar seguros de que tendrán ingresos, también tienden a ser prácticos. En Silicon Valley, en cambio, predomina la visión y la disrupción; no siempre hay ingresos asegurados, y muchas veces se invierte en el futuro lejano.”

Más que la tecnología o el volumen del capital del riesgo, Leslie Berlin asegura que las personas son el secreto del éxito de la región. “No sólo las obvias, como estudiantes y capitalistas de riesgo. Es la gente que viene aquí desde todas partes del mundo. Esta constante inmigración renueva las ideas. Si no fuera por los inmigrantes y su obsesión por llegar a Silicon Valley, no habría un Silicon Valley.”

Por Viviana Alonso, editora de WOBI TV